sábado, 29 de enero de 2011

Dinámicas de integración

Desde que tengo uso de razón he estado asistiendo a retiros espirituales, encuentros juveniles, pláticas de superación, seminarios de relaciones humanas y cursos cuyos títulos van desde “Sea usted dueña de su vida” hasta “Cómo descubrir a su diosa interior”. He de aclarar que mi asistencia a este tipo de eventos no ha sido por voluntad propia. Confieso sin pudor que he sido obligada por las circunstancias. A saber: preparación para hacer la primera comunión o cómo caer en estado de gracia ante Dios –por iniciativa de las monjas del colegio donde estudié mis primeras letras-. O bien, por instancia de los altos mandos de mi trabajo, que ven con benevolencia a todos aquellos que quieran llevarse relativamente bien con los colegas de cubículo aunque estos sean tan sociables como una araña rinconera.

Pero invariablemente, en todos estos cursos y seminarios y como primer numerito, me topo con las malditas dinámicas de integración. Resulta que para que todos nos conozcamos y nos tengamos confianza, algún ser engendrado en el lado oscuro y con intenciones por demás aviesas, se ha dedicado a diseñar estas dinámicas “rompe hielo” que provocan evidenciar la falta de habilidades psicomotrices y de pensamiento lógico de los asistentes. A continuación pongo a su consideración algunas de estas temibles dinámicas que me han provocado pesadillas y traumas inenarrables:

EL BUM: Todos los asistentes se sientan en círculo; se le indica al participante que se enumere en voz alta y que a todos los que les toque un múltiplo de tres (3- 6- 9- 12, etc.) o un número que termina en tres (13- 23- 33, etc.) debe decir ¡BUM! en lugar del número. El que sigue debe continuar la numeración. Ejemplo: se empieza, UNO, el siguiente DOS, al que le corresponde decir TRES dice BUM, el siguiente dice CUATRO, etc. Pierde el que no dice BUM o el que se equivoca con el número siguiente. El “facilitador” que puso la dinámica discurrió combinar múltiplos de 3 con múltiplos de 5. Es fecha que todavía tengo insomnio.

CUERPOS EXPRESIVOS: Se escriben en los papelitos nombres de animales (machos y hembras). Ejemplo: león en un papelito, en otro leona (tantos papeles como participantes).Se distribuye los papelitos y se dice que, durante 5 minutos, sin hacer sonidos, deben actuar como el animal que les toco y buscar a su pareja. Cuando creen que la han encontrado, se toman del brazo y se quedan en silencio alrededor del grupo; no se puede decir a su pareja qué animal es.Una vez que todos tienen su pareja, se dice qué animal estaba representado cada uno, para ver si acertaron. Yo le pregunto al “facilitador” cómo demonios quería que actuáramos nombres de animales como zarigüeya, babuino, urraca y grillo.

Eso sí, no puedo negar que las dinámicas tienen un efecto positivo. Acabo de formar un grupo de terapia de apoyo para aquellos que fueron víctimas de semejantes atrocidades. Eso sí, todos estamos muy integrados.

sábado, 8 de enero de 2011

“Yo soy rielera…”

A mi los trenes me parecen románticos. Esas escenas de película en dónde uno de los dos se trepa en el tren, mientras el otro se queda en el andén transido de dolor, me hacen llorar a lágrima viva. Las luchas de buenos contra malos sobre el techo de un tren que entra en un túnel mientras un helocóptero los sigue de cerca, son excitantes… la clásica escena de cine mudo en donde la rubia de bucles es atada a la vía por el malvado villano de bigote barroco, mientras se acerca una máquina de vapor a todo mecate, me hace sudar las manos a pesar de que ya sé que el muchacho la salvará en el último minuto. Los que no se salvaron, fueron los trenes. A mí no me tocó el auge de los trenes de pasajeros en mi país, pero según decires de mis mayores eran todo un espectáculo. Lo que sí tuve la dicha de conocer, fue a una familia que viajaba en tren. Con ellos tuve oportunidad de experimentar las delicias de viajar en tren. A la huasteca potosina, a Cárdenas (de mis recuerdos más hermosos), a la capital, a San Miguel de Allende, a Real de Catorce. Era toda una experiencia viajar en tren. Salíamos tempranito a la estación y ya nos estaba esperando trenes que salían para Tampico o Monterrey, o la capital. Me acuerdo de sus asientos de madera y de los lugareños que entraban vendiendo gorditas de cuajada, o gelatinas o tacos. O los grupos musicales que amenizaban el viaje cantando corridos acompañados de un acordeón o un violín. Del sonido profundo del silbato. Me acuerdo de las estaciones de piedra, construídas en medio de la nada, con nombres como “Maroma”; “Borregos”, "Wadley" o “Las Ánimas”. Construcciones macizas, todavía algunas en pie y amuebladas con bancas de madera, algunas hechas de durmientes. Viajar en tren era transportarte a otras épocas, conocer otros paisajes a los que no se tiene acceso por medio de carretera, arrullarte con el sonido de las ruedas sobre la vía, a asombrarte con los uniformes, con la religiosa puntualidad, con los rostros de los viajantes… “Es increíble como un país como México no tenga tren de pasajeros” me dijo una amiga. Ella y su familia me enseñaron a viajar en tren y las dos estuvimos de acuerdo en que sólo por esto, deberíamos tener otro Don Porfirio como gobernante… Esta nota se la dedico a Don Paco… por todos los trenes que mantuvo con vida.