sábado, 30 de abril de 2011

Las Mary Pepas y otros apodos

Tengo un amigo que un día, narrándome un evento social me dijo: “…total, que fueron puras “Mary Pepas”, estuvo aburridísimo”. Quedé absolutamente intrigada sobre eso de las “Mary Pepas”, así que ahí les va la definición que me soltó: “Dícese de las señoras de alta alcurnia y más rancio abolengo que van cargando por la vida un apodo o sobrenombre cursi y ridículo”. Me quedé pensando y caí en cuenta de que, efectivamente, tenemos en nuestro haber varias “Marijos”, “Picos”, “Bebas”, “Chinas”, “Lupis” y “Danis”. Indagando entre mis selectas amistades, caí en cuenta que los apodos cursis para nombrar a la pareja son los más divertidos. Las mujeres, por supuesto, somos muy dadas a poner sobrenombres al objeto de nuestro amor, cosa que los hombres toleran durante el noviazgo y soportan en el matrimonio. Aquí les dejo una escogida pero no por ello menos interesante selección de apodos: Tenemos a escoger los clásicos: “flaquito”, “guerito”, “corazón”, “cariño”, “vida”, “bebé”, “mi rey”, “amor” y “gordo”. Los culinarios: “pastelito”, “algodón de azúcar”, “bizcocho”, “bombón”, “caramelo” y “kisses of strawberry”. Los zoomorfos: “conejito”, “gatito”, “pollito”, “burrito” (no pregunté por qué), “tigre” y “osito (si se le agrega ‘de peluche’, mejor)”; los compuestos: “pedacito de mi vida”, “amor de mi vida”, “mi niño hermoso o precioso”, “mi corazón”, “mi vida” y “cosita bella”; las palabras femeninas convertidas a masculino: “bellezo”, “princeso”, “mi vido” o “cosito”; los que quieren decir todo lo contrario: “feito”, “horrible” o “tontín”; los que modifican palabras, entre más ñoño se escuche, mejor: “pechocho”, “amorchito”, “bombonshito”, “cochi” y “papirruchin”; los astronómicos: “mi sol”, “mi cielo”, “pedacito de nube” y “mi ángel”. Para mi gusto, los mejores: palabras inventadas: “cuchurrumin”,cuchiflitín”, chirriscuiscuis”, “chiquistriquis”, “cañangas ñangas”, “puchito” y “cuchito”. Tengo un amigo al que le gusta que le digan “papito” o “mi amo”. Cuestión de gustos.

lunes, 25 de abril de 2011

Máxima velocidad

Así como en una pistola lo que mata es la velocidad y no la bala, en cuanto a viajes se refiere, lo que aburre y destroza los nervios no es el destino sino el transporte. Y me refiero al sistema de transporte terrestre con el que contamos en este bello y extenso país. Y eso que ha mejorado. Ahora podemos disfrutar de una “buena” película, aposentados en “cómodos asientos reclinables” sin molestar al de al lado porque cada asiento cuenta con una unidad de sonido que nos ofrece 8 canales de audio, los cuales podemos disfrutar a través de un par de audífonos. Además, antes de ingresar a la unidad, la firma de autobuses de primera nos regala un lonche para que no pasemos hambre y sed durante el trayecto. Todo esto suena paradisíaco, pero la realidad es otra…

Del lonche: Te dan una bolsita con un sándwich empacado en la madrugada del día anterior que contiene una rebanada de jamón de dudosa procedencia y otra de queso amarillo; el sándwich se encuentra remojado, lo que ocasiona una textura pegajosa, es entonces cuando la servilleta aprovecha y se adhiere a la superficie del bocadillo de manera que tenemos que pellizcar el pan hasta eliminar todos los vestigios del papel. Además, incrustado en él, encontramos una bolsa de mermelada de chile jalapeño y una bolsita de maíz inflado como postre… a los suertudos, les toca manzana.

De la película: si logras que los audífonos se ajusten a tu cabeza y que el contacto logre unirse al enchufe de los mismos, primero te chutas un video promocional de la transportadora terrestre en donde ves a un simpático autobús que asiste al servicio regularmente para que verifiquen su estado. Poco después, una película que ya viste cinco veces y que normalmente trata de un secuestro de autobús a velocidad inaudita, con varios niños a bordo, una señora embarazada de gemelos y un hombre con un portafolio misterioso atado a la muñeca… el malo baja de la unidad a varios hombres, los cuales son eliminados con un certero balazo en la nuca sin que al secuestrador le tiemble una ceja. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

Si la combinación de estos dos factores de riesgo no ocasionan problemas intestinales en su persona, ya la hizo. En caso contrario, tendrá que recurrir a los baños de la unidad, lo cual requiere de una habilidad digna de un funambulista. Y de atinarle al retrete, ni hablemos.

De los asientos: los que poseemos una estatura más bien baja, jamás podremos ver la película si el vecino de enfrente no se reclina lo suficiente. Pueden sacar del compartimento de almohadillas unas 20 de éstas para elevarse ligeramente u optar por escuchar música a escoger: “instrumentales de ayer y hoy”, “corridos norteños”, “éxitos de Barney” o “La hora de José José”. Quiero un Ipod. ¡Ah, qué bonito es viajar!