domingo, 11 de agosto de 2013

Cuestiones insalvables



Pues resulta que nos pasamos la vida contestándoles a los demás toda serie de cuestiones, que aparentemente ellos ya han zanjado. He aquí un listado de las preguntas que son obligatorias y demandan una respuesta correcta y satisfactoria. Se omiten preguntas existenciales como ¿por qué estoy aquí?; ¿cuál es mi misión en la vida según las monjas de mi colegio? y ¿qué es lo que quieren las mujeres? por no haber respuesta satisfactoria:

Del nacimiento y primera infancia:
Aquí te libras de contestar tú así que la mamá recién parida recibe el bombardeo de amigas, tías, suegra, hermanas y demás féminas curiosas: "¿Y cómo le vas a poner al niño? Ni se te ocurra ponerle como tu abuela Eutiquia, ¡Imagínate, pobre bebé!
¿A qué jardín de niños lo meterás?
¿Quién te lo va a cuidar cuando vuelvas al trabajo?

Segunda infancia y adolescencia:
Cargando el rebuscado nombre de Eutiquia Yazmín, nada más porque a tu madre se le ocurrió darle en la torre a tus tías metiches, ahora te enfrentas a las siguientes preguntas de rigor:
¿Qué significan tu nombre?
¿Cómo te gusta que te digan?
¿Te podemos decir Tiquia?
En ese momento comienza el odio hacia tus padres, que tanto daño te han hecho.

Edad adulta
Y llegamos al momento de la vida en que es crucial darle gusto a los demás respondiendo de forma satisfactoria y creíble las preguntas que nos son sorrajadas en la cara en el momento más inesperado.  Veamos:
Se asiste con cierto temor al bautizo del hijo de tu prima Pita. Asiste a la fiesta el pesado de tu primo Fernando que siempre se ha destacado por llevar una vida recta, mesurada y basada en los más altos valores humanos y además, anda estrenando una novia que conoció en el coro de jóvenes apostólicos. La muchacha, con la vista baja, sonrojada y con voz tímida, avienta un "mucho gusto" a todas las personas ante las que desfila.


Satisfecho el morbo de la novedad, tu tía se dirige hacia ti. La ves caminar en cámara lenta; se esboza una pequeña mueca que quiere ser sonrisa; sus ojos se entrecierran, abate las pestañas y con una ingenuidad malsana te espeta sin pudor alguno: “Y tu ¿ya tienes novia? ¿Por qué no la trajiste? y ¿Para cuando mi'jito?” …esas preguntas son peores que las que se hizo Nietzsche en sus momentos más negros.

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