domingo, 11 de mayo de 2014

Arquetipos femeninos: la secretaria

Atrás quedó la secretaria, aquella leal trabajadora, inspiración del grupo Mocedades, en donde se narra la historia de la discreción hecha mujer. Si no se acuerdan, aquí se las pongo:https://www.youtube.com/watch?v=vEEIzUkhd6w

Mi experiencia con las secretarias ha sido corta pero substanciosa, he de afirmar que, para tener secretaria, se necesita un perfil de líder, cosa que considero que ni por asomo tengo. Mi contacto con estas hábiles y abnegadas mujeres se había limitado a que me dieran los buenos días y a que fuera a recoger mi cheque “dentro de quince días, porque el Licenciado no los había firmado y quien sabe si iba a regresar.” Ante tales respuestas aprendí taimadamente a llegar siempre con una sonrisa, memorizar sus nombres o llamarlas alegremente con un ¡Hola hermosa! y proceder a apuntar rigurosamente sus cumpleaños en orden mensual colocando al lado, el nombre de la empresa donde trabajaban para llamarlas o en su defecto, regalar “un detallito.” El día de la secretaria fue para mí, más sagrado que Navidad y Día de las Madres juntos.

Luego, la vida me puso en mi lugar y me premió con no una sino ¡cinco! secretarias a mi cargo. Nomás porque me dijeron que con este acto podía sacar a varias ánimas del purgatorio, que si no, me rajo. Pues bien, no sé si el tiempo que duró este martirio en vida (sí, ya sé que es una expresión redundante, pero se oye de garra) sea suficiente para tener la autoridad Jungiana de someterlos a la siguiente clasificación arquetípica de la secretaria, tómenlo como un acto humanitario por si se ven en esos trances. Me arranco:

La redencionista: La que me tocó a mí, me llevaba el Atalaya todas las semanas y tenía la sana costumbre de que en los momentos más álgidos de mi trabajo entraba con cara de “mujer redimida y preocupada a su vez por la redención de mi alma” a invitarme a un congreso de jóvenes creyentes, o a una reunión de su culto por la tarde, o a que donara una cantidad de mi sueldo para beneficio de las almas en pena. Cuando vio que yo era más impenetrable que las murallas de Jericó, su siguiente jugada fue pedirme permiso de ausentarse para asistir ella, que alguien en esa oficina debía mantener la cordura ¡carajo! Nunca se lo di, pero como conocía los entresijos del sistema, todo el reglamento de permisos y derechos del trabajador y los 330 logros sindicales procedió a tocar las trompetas divinas y mandarme al infierno con su dedo flamígero. Recuerdo verla a lo lejos rodeada de un halo de santidad.

La Party Planner: al principio todo es carcajada y armonía: todas nos llevamos bien, nos damos los buenos días y a trabajar. Pero hete aquí que los días se convierten en meses y que al ser una oficina con tantísimo personal, alguien, por fuerza cumple años. Y aquí entra en acción la secre que lleva una agenda rigurosa de los onomásticos mensuales. Un día antes del ágape, organiza con velocidad pasmosa qué nos toca llevar o de a cuánto será el sablazo. Sabe quién cocina una deliciosa cochinita pibil o a quién le sale mejor la salsa molcajeteada. Pide pastel, velitas, gelatina de mosaico, cubertería desechable, tostadas, lechuga y jitomate picados, chiles en vinagre, cebolla morada, patitas de puerco, pollo deshebrado, crema de vaca y queso rallado. Y ¡a darle que es mole de olla! Dos horas señores, dos horas encerradas en un cubículo de 2x1 comiendo tostadas de pata y berreando Las mañanitas para homenajear a la compañera. Si osaba mostrarme al menos contrariada por esta situación y más que nada porque había una fila ingente de personas buscando ser atendidas, me salían con que “todas tenían derecho a media hora para lonchar y pues ese día decidieron juntarlas”. Ahí conocí el significado de la palabra impotencia.

La madre abnegada: este es un caso difícil, ya que va de por medio el paradigma madre solo hay una, tan arraigado en nuestra cultura mexicana. Normalmente tienen de dos a cinco hijos cuyas edades fluctúan entre 2 meses y 6 años, viven en casa de la suegra y tienen que llevar a las creaturas en camión a la guardería, al kinder y a la primaria antes de las 7 de la mañana, lo cual no deja de ser un acto de abnegación, lo reconozco. Como es de suponer, siempre llegan tarde. Checan después de su hora y luego van a que les des un pase de salida para justificar la falta. Diario. Cinco días a la semana. Aquí te amarras la tripa y el resto de los ovarios que te dejaron las otras dos arriba mencionadas y por supuesto, le dices que no. Sus ojos comienzan a rasarse, su labio inferior tiembla, entrelaza las manos en actitud suplicante y te sorraja en la cara: “lo que pasa es que usted no entiende, como no tiene hijos…”. ”¡Hija de su china madre!” Pienso para mis adentros. Ante tal argumento, cedo el primer día, tal vez el segundo. A la tercera vez, ni la recibo, por lo que se echa a andar la maquinaria llamada La venganza de una madre, la cual consiste en odiarte y hacerte quedar mal hasta el fin de sus días, menos en Navidad, que es cuando piden su cuelga.

Por supuesto, no puedo dejar de mencionar que existen secretarias que son como un bálsamo para el alma, las que están de tu parte, las que te meten el hombro en momentos clave. También tuve una así: amable, prudente, eficiente y más lista que yo. Ella fue una de las personas a quienes debo mi agradecimiento. Gracias N por estar conmigo, por ayudarme a llegar a donde estoy.


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