sábado, 17 de mayo de 2014

Echándome a perder


 Pues yo ya no sé si echarme a perder para ganar o ganar para echarme a perder. Me explico: resulta que ahora con las redes sociales, una se entera de todos los beneficios y maleficios para conservar la salud y tener la garantía de vivir por lo menos 100 años con un cuerpecillo de eterno púber. Por ejemplo, un correo me indica que todas las mañanas antes de levantarme tengo que estirarme como gato durante 3 minutos, tomar un vaso de agua tibia con limón mientras lanzo bendiciones a mi cuerpo hacia los cuatro puntos cardinales. Una vez hecho esto, tengo que meditar durante media hora mandando vibras positivas a todos mis semejantes incluidos mi exesposo, mi vecina chismosa y metiche y a presencias propias y extrañas que pueblan mi hogar pero que están en otra dimensión. Tengo que desayunar un “plato del buen comer” que esté compuesto de frutas, pero no puedo mezclar el plátano con el mango y peor aún, agregarle papaya porque me puede dar un ataque de hiperglucemia; que los cereales no sean transgénicos; hacerme un licuado verde con espinacas, eneldo, perejil, nopal en penca, acelgas, arúgulas, un toque fibra y endulzado con stevia. Las proteínas deben provenir de animales felices y apapachados y el pan debe saber y tener consistencia de paca de alfalfa. Debo bañarme en 5 minutos –que no se trata de tirar el agua–  alternando agua caliente con agua fría para reactivar la circulación mientras doy masaje a mis muslos con un guante de crin usando un jabón de almendras orgánicas para no contaminar el planeta. El pelo es otro boleto: tengo que lavarlo con bicarbonato y vinagre porque los champús me pueden dar cáncer. De hecho, todo da cáncer. Debo tomar el sol en la piel del estómago y los riñones durante 20 minutos y luego correr al árbol más cercano y abrazarlo, todo esto con los pies descalzos para liberarme de todo sufrimiento al tener contacto con la Pachamama. A mi trabajo tengo que llegar (si es que llego a tiempo después de esto) con una sonrisa, y caminar con actitud de triunfadora pero que no se confunda con soberbia porque para ser feliz tengo que ser humilde y tender mi cama. ¡Ah no! Según estudios recientes son más felices las personas que no tienden su cama. Maldición, hoy la tendí. Si tengo problemas, tengo que dejar que el universo se encargue de ellos. Tengo que buscar un rato para estar sola, contarme un chiste y reírme a carcajada batiente durante media hora. El correo indica que no tengo que abusar del sexo (¿Cuál?) pero por otro lado, se ha comprobado científicamente que si se tiene sexo durante media hora se queman 250 calorías. Mejor beso a alguien y quemo 12 porque además, me quita la depresión ya que libero endorfinas; además, ejercito 30 músculos de mi cara así que no tendré arrugas. Tengo que vivir el presente que según se afirma, es lo único que se tiene y perdonar a todos esos maestros de vida que con sus enseñanzas me han ayudado a crecer interiormente (¿?). No debo de hablar con nadie de enfermedades, mucho menos de las mías y evitar a toda costa asistir a funerales y hospitales. No debo ver programas de televisión que me generen ansiedad o sufrimiento (¡Pero si me encantan Criminal Mind y todas las de zombies!). Si por asomo resguardo algo de energía negativa, debo tomar 20 minutos de luz de luna y lavar mi ropa con agua y sal de mar para que todo se libere de energías residuales. Tengo que pintar mi casa de colores claros, quemar incienso regularmente y escuchar música New Age por lo menos una hora diaria (¡Pero, pero y ¿las cumbias?!); No debo de dormir con equipos electrónicos cerca de mí (adiós a mi radio-reloj, mi TV y mi teléfono, a ver cómo me levanto) y que mi cabeza apunte al norte o al este. Además, si vivo por encima de la línea del Ecuador debo de dar giros en sentido de las manecillas del reloj para estar en equilibrio con el campo magnético de mi planeta. Necesito un astrolabio. Mejor contrato un servicio de criogenia. ¿Y si me despierto en 100 años y no sé quién soy? Al carajo, voy a seguir haciendo lo que me dé la gana y no, no me voy a ir a confesar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ah, chirrión ¿No lo haces? No, mira, es que... espera, viene la enfermera.