miércoles, 28 de diciembre de 2011

Maridaje popular


Uno de mis mayores placeres es que una querida amiga me invite a cenar a su casa. Además del placer de su compañía y la amena charla que en esas reuniones se da, ella es experta en cocinar cosas sabrosas, pero con arte. Es buena para hacer pozole, tacos dorados, sopes de chicharrón, menudo, quesadillas con huitlacoche, pollo o champiñones, sincronizadas, sándwiches de jamón de pierna y tortas de lomo con aguacate. Estoy cierta que si algún día decidiera poner una cenaduría le iría de peluchin. Pero lo que más me gusta de ella es que domina el arte de la bebida que acompaña a dichas viandas: el maridaje popular.
No es cosa fácil esta, porque el gusto se rompe en géneros. Ya sabemos que no cualquier bebida puede acompañar carnes, pescados o mariscos –ahora conocidos como “frutos del mar”–. Así, tenemos los siguientes binomios garnacha-bebida que quedan a consideración de ustedes:
El pozole sólo puede ser acompañado por un “Jarrito” de tamarindo, lo mismo que los tacos rojos, bocoles, migadas y pellizcadas; En el caso de chalupas, lo ideal es un “Boing” de mango o guayaba. Esta bebida también es ideal para tacos de res, pastor, gringas o chorizo. Los refrescos de cola son digamos que son el comodín de las garnachas, pues esta bebida combina a la perfección con cualquier vianda callejera, eso sí, frío y con hielo en cantidades adecuadas. Algunos por su parte, prefieren en famoso “Pep”, refresco en vías de extinción y que sólo puede ser encontrado en algunas cenadurías o merenderos del mercado y que lamentablemente, está en vías de extinción. Los refrescos “Lulú” o las “Chaparritas el naranjo, que no tienen comparación”, cumplen con el exigente gusto de las personas que prefieren comer más y no llenarse la panza de gas, además de su tamaño, por lo que es preferido por las féminas amantes de la garnacha. Y bueno, no puede faltar el famoso y nunca bien ponderado “Caballito” de Hierro, que por su sabor un tanto metálico hace buena pareja con quesadillas de sesos, carnitas y chicharrón con salsa. Como antes dije, el maridaje popular es cuestión de gustos. Yo definitivamente, desconfío de las bebidas azules o moradas, o esas que son transparentes pero que saben a orozuz o blueberry. Prefiero una chela oscura, esas de plano, quedan con todo.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Lo supe de “oídas”


Ya les he platicado de mi estado peatonal. Esto me da pie a trasladarme por mi rumbosa ciudad ya sea en taxi o en el “urbano”. Y nada hay más placentero para mí que escuchar las conversaciones ajenas que se generan durante el trayecto. Imaginen esta conversación:

Señora de cierta edad: – “Yo se lo dije a mi mamá, pero ahora ya ni modo… pos a ver ahora como le hago…”–
Joven a su lado: –“Psss, ya no te atormentes, ni modo que cambies las cosas…”–

No, bueno, ya el sólo inicio de esa conversación me hace parar oreja, hasta me hago como la que me voy a caer para estar más cerquita:

SCE: –“Si, ya sé, pero lo que más me puede es que no se le quita la maldita costumbre de criticarme todo lo que hago, con quien me junto…”–.
JASL: –“¿A estas alturas? Pss ya estás grandecita ¿No?”–.
SCE: – “Es que si estuvo regacha la cosa, se enteró de una manera bien fea la pobre y pss ora si que ni cómo arreglarle…”–.

A estas alturas, muero de la curiosidad, el morbo embarga a mi alma y mi mente calcula rápidamente con fórmulas aprendidas en secundaria sobre distancia y tiempo, cuánto me resta para develar el misterio:

JASL: –“Pss habla con ella, dile que no fue tu intención, que pss eres humana, que todos nos equivocamos y merecemos una segunda oportunidá [sic]…”
SCE:–“ ¿Y la niña? A ver, dime que hago con la criatura… ella no tiene la culpa, ta’ chiquita…”
JASL: –“¡Ay no ma…! ¡Ella ni por enterada! Total, ya le dirás cuando tenga consciencia…”–

Consternada, veo que sólo me quedan dos cuadras para mi parada. ¿Qué hacer? ¿Me bajo? ¿Le sigo? ¿Y si se bajan ellos en la siguiente parada? ¿Y si viven hasta la punta de la cola del diablo y luego no tengo cómo regresarme? Ni modo que los siga, o que le dé mi tarjeta alegando que soy “coaching” en desarrollo humano… No me queda más que el recurso de terminar la historia usando mi imaginación. Luego les cuento en que acabó todo, que me tengo que bajar en la siguiente…

domingo, 4 de diciembre de 2011

Pues aquí nomás….

Cuando uno es jovenzuelo no se preocupa por el futuro a largo plazo. Vemos el fin de nuestros días muy alejado de nuestra realidad. Pero el tiempo pasa más rápido de lo que pensamos y cuando menos lo esperamos, tenemos tras nosotros miles de vivencias, experiencias de aprendizaje y otras tantas de las que no quisimos aprender. Considero que en una mediana edad es importante pensar en un plan de vida para cuando nos llegue el tiempo de descanso, de recapitular lo vivido, de compartir con los demás esa experiencia y sabiduría que la vida nos concedió. En un pequeño parque de mi ciudad, se reúnen a diario varias personas, algunas jubiladas, otras, solas porque la vida los llevó a esa situación. A este grupo yo lo nombro “El club de la banca de Tequis”. Todos los días, siete días a la semana, acuden unos presurosos y otros no tanto, a la esperada cita en la banca de Tequis. Ya los visitantes asiduos al parque respetan el lugar de los provectos personajes que acuden a su banca a componer el mundo. Las pláticas que se suscitan en esa banca son muchas y recurrentes: “todo tiempo pasado fue mejor”; “cuando yo era niño…”; “Ahora los muchachos se comportan…”; “¡Mira nomás esa pareja…!”; “¿te acuerdas de Perenganito, el que se casó con Menganita…?” y un sinnúmero de frases hechas, hechas para personas que viven de sus recuerdos, que no saben vivir el momento, que están muertos en vida, que ya nada los ilusiona ni los motiva. Sienten que han cumplido: como padres o madres, buenos proveedores del hogar, sufrieron pérdidas, tuvieron prosperidad o por el contrario, la vida les quitó lo que por derecho pensaron que les pertenecía; hicieron daño y se los hicieron pero también dieron lo mejor de sí en el trabajo y vieron sus esfuerzos recompensados con un reloj con el logo de la empresa impreso en la carátula o una pluma fuente que ya no tiene repuesto… Es importante tener amigos, socializar, no quedarse en la casa “nomás alimentando el juicio”, deprimidos porque ya nadie les hace caso, porque los hijos se encuentran en plenitud profesional y cuidando de sus familias. Pero una banca en un parque no lo es todo en la vida. A cualquier edad es importante tener un proyecto de vida, de acuerdo a nuestras capacidades, a nuestro estado de salud. Si todavía se puede ser independiente, si todavía se tiene capacidad motora; si nuestros achaques se pueden controlar con medicamento considero que es realmente triste abandonarse a ver pasar la vida sentado en una banca de un parque. Según estudios realizados, si una persona de la tercera edad logra estructurar un plan de vida que incluya actividades culturales, sociales, de aprendizaje o ejercitación física, logra atrasar su reloj biológico de 10 a 15 años. Lo maravilloso de tener un plan de vida a esa edad es que ahora se hace por voluntad propia, para alimentar “mí espíritu” y no el de los demás. Es la época de disfrutar lo sembrado, de compartir la sabiduría y el conocimiento acumulado a lo largo de los años; es tiempo de hacer agradable la vida a los demás… Esta nota se la dedico a mi padre, que pasa sus días en una banca… con mucho amor te digo: tienes mucho por dar, mucho por enseñar, pero también, todavía tienes mucho por aprender. Te amo padre.