domingo, 21 de octubre de 2012
Las Amenidades
Ahora que he andado de viajera sin límite de puntos, he tenido la oportunidad de observar con qué delicadeza y preciosismo nos halagan los sentidos todas esas cadenas hoteleras gringas por las que he estado de paso. Bueno algunas, que conozco otras que son de esas de "venga, pague, báñese, duerma, desayuneendesechables y váyase". Resulta que yo no sabía cómo se llamaban todos esos diminutos adminículos para hacernos la vida agradable, hasta que una señora de esas muy viajadas y mundeadas, me dijo que se llamaban "amenidades". Pensando en el nombrecito, pues sí queda, ya que nos hacen la vida más amena, así que con esta nota hago un homenaje muy merecido a todas aquellas personas detrás de la maquinaria turística que unen esfuerzos en aras de hacernos sentir bien a todos los huéspedes del mundo. A continuación, algunas amenidades que me han tocado:
Formas caprichosas: es impresionante cómo en una habitación podemos encontrar los dobleces de superficies lisas o esponjosas como sábanas, toallas, servilletas, pañuelos desechables, inicios del papel de baño y almohadas en formas que retarían al más experto origamista japonés. Abanicos, flores que imitan rosas o tulipanes, animales inexistentes (o que tal vez lo son, con un poco de imaginación) y mandalas hechas de una sola pieza doblada magistralmente por amas de llaves de piso. Me las imagino a todas en el curso de capacitación llevando materias como dobleces I y II. Confieso que al ver esto, he tratado de sacar los patrones, fijándome en cómo están dobladas estas amenidades, por supuesto, sin éxito. Bueno, el cisne ya me sale.
Microdetalles: les puse así porque no sé cómo nombrarlos. Son esas pequeñas etiquetas con el logo del hotel que se encuentran pegadas en el inicio del rollo de papel desechable, o para cerrar la envoltura de los pequeños jabones con olores tan exóticos como extracto de magnolia y lima o frutos del bosque y lavanda francesa. En esta categoría entran esos pequeños pedazos de gloria que son los chocolates belgas, suizos o italianos envueltos en papel orito (así dice mi padre) luego colocados dentro de una bolsa de celofán y amarrados con un cordel en plata en forma de moñito. ¡Quiero guardar la etiqueta, el orito, la bolsita y el moñito! ¿Para qué? Quién sabe, supongo que es un modo de trasladar el "luxury" a mi depa.
Detalles de "canasta": los bauticé así porque casi siempre se encuentran colocados en el cuarto de baño, dentro de una canastilla de fino carrizo, color natural y elaborada por exóticos artesanos filipinos. Dentro de la mencionada canasta, encontramos una gran variedad de amenidades: el jabón y crema para el cuerpo, gel y espuma para el baño, esponjas de mar y guantes exfoliantes, costureritos que llevan dentro aguja, hilos de colores básicos, enhebrador y dos botoncitos: uno negro y otro blanco, además de un segurito, dos broches de presión y un ganchito. Todo esto en un espacio de 3 x 3 cm. También podemos encontrar la humilde pero no menos imprescindible esponja o pañito para limpiar los zapatos, y para las señoras o señores que usen peluquín, una dotación completa de gorros para baño, de esos en los que una parece despachadora del departamento de salchichonería. Cepillos de dientes que caben en una cápsula de plástico plateado, pasta de dientes e hilo dental, y un costalito muy mono relleno con pequeñas perlitas desodorantes. La lista es larga: sobrecitos de azúcar, leche en polvo y café, palitos para revolver, café encapsulado en papel absorbente, tapas para los vasos y tazas... Sí, lo confieso... ¡¡¡Me lo traje todo!!!
miércoles, 10 de octubre de 2012
De piso en piso
Eso de vivir en un edificio de departamentos, siempre me pareció de lo más mundano y “avant garde”. Después de pasar por la época hippie en donde me imaginaba siendo una artista plástica, vestida con faldas voladas, huarache de llanta, morral de lana virgen y el consabido tatuaje de algún glifo maya o árabe, pasé a imaginar cómo sería vivir en el último piso de un maravilloso penthouse al más puro estilo neoyorquino, donde dominara una increíble vista de la ciudad mientras bebía a pequeños sorbos un Martini seco con dos aceitunas. Pero hete aquí, como decía mi abuela cuando contaba cuentos, que la vida da muchas vueltas y la rueda de la fortuna hizo efecto nuevamente. Acabé viviendo en un edificio de departamentos, muy bien ubicado, eso sí, apenas para mis necesidades, buen precio… pero en un segundo piso.
La vista que tengo desde mi ventana se limita a una avenida siempre con tráfico, ruta accesible de escapatoria de delincuentes, por lo que seguido me chuto escenas que Chuck Norris envidiaría, de estar en mi lugar; un OXXO, una tintorería, y dos mil mentadas del madre al día. Hasta ahora he presenciado para horror de algunos de mis invitados: un neurótico que le gritaba a su mujer palabras altisonantes desde un teléfono público, dos atropellados en moto (uno falleció, espectáculo por el que pensé en cobrar a mis vecinos, que se apeñuscaba para ver mejor), cinco choques en crucero peligroso, dos ciclistas hechos pomada por camiones que hacer competencia por ganar la parada nomás por que sí y varios peatones que ya han pensado en tomar clases de funambulismo para cruzar la calle al estilo NY. He dejado en último término a lo que da vida a un edificio de departamentos: sus vecinos. ¡Ah! ¡Los vecinos! Sin ellos la vida no sería igual, a continuación describo algunas personalidades sin que por ello me niegue a aceptar que existen más, estos fueron los que me tocaron.
LA ACOMEDIDA: Es la que te toca la puerta al segundo día de tu llegada, casi siempre para verificar qué clase de persona eres y cómo tienes arreglada tu casa. Llega con una charolita de galletitas “hechas por ella” como detallito de bienvenida. Te pone al tanto de cómo funciona el edificio: pago de luz y agua general, mantenimiento, estacionamientos y otras minucias. Es tan acomedida que se ofrece a guardarte una copia de tus llaves por si algún día pierdes las tuyas. Yo pienso que es para meterse a fisgonear.
LA CHISMOSA: Este modelo es un clásico: te taclea en el pasillo, cuando vuelves del trabajo cansada y con hambre. Te detiene y te dice: -“¡Hola! ¿Tú eres la del dos, verdad? Me llamo Casilda, mucho gusto, yo vivo en el “B” en el número 7 para lo que se te ofrezca”-. Tú por amable, le sonríes y le das las gracias, ofreces lo mismo. Cuando piensas que te libraste de ella y ya te estás saboreando la siesta que piensas, te espera, ataca de nuevo: -“Oye, mira, no es que te quiere predisponer (¡No, para nada!) pero creo mi deber advertirte que en el edificio donde vives hay una chava que es medio neurótica, ni saluda la muy pelada, y si te estacionas en su lugar ¡Uyyy! Arde Troya. Es la del 12, nomás te digo para que sepas… también hay un tipo… bla, bla, bla…” Cuando acuerdas, ya pasaron dos horas, no sabes como cortar a la bocona y piensas que bueno, que ya sacaste un ánima del purgatorio.
LA NEURÓTICA: La chismosa tenía razón. No falta la que siempre trae el moño virado, está enojada con la vida, con su depa, con sus hijos, con el ca…ón que la dejó, con los que la han explotado, con su coche y con toda la humanidad en general. Si acaso osas saludarla, te responde con un gruñido al estilo Pit Bull; si abre la puerta del edificio y ve que vienes detrás de ella, te cierra la puerta en las narices; nada la conmueve y la perturba, goza haciendo sentir mal a los demás, pero muere si la ves con lástima. Con eso neutralizas todos sus poderes.
EL ESPÍA QUE ME AMO: este es el clásico ejemplar que suele ser divorciado o soltero, no tiene suerte con las damas y anda a la caza de lo que se mueva. Comienza muy amable a saludarte de lejitos mientras una contesta un “buenos días” cortante. Le sigue el clásico “¿te ayudo con tus bolsas del mercado?” Rezongas, pero aceptas mientras piensas que “esto pesa con madres”. ¿Te subo el garrafón? ¿Te bajo el mueble? Y en puro subir y bajar cosas se le va la vida al hombre mientras piensa que quisiera bajarte otra cosa… “¿Oye, cuándo me aceptas una invitación a tomar un café?”, “¿Me das tu teléfono?”. Por ningún motivo lo hagan, porque después comienza el mensajito de “te estoy viendo, qué bonita te ves hoy…etc.” Librarse de un espía requiere de técnicas complejas como salir de tu depa pecho a tierra y pues, ¿qué necesidad?
LOS VENDEDORES: Estos vecinos también son un peligro para tu economía, venden de todo, en mi edificio tengo uno que vende chorizo y queso de la huasteca, cosméticos por catálogo, ropa en pagos, seguros de vida y tiempos compartidos. Una vez que les das entrada, estás muerto. Te endrogas por zafarte del penoso momento, sin saber que el destino te depara otros peores a la hora de la cobradera. Tip: compre un paquete de sobrecitos y eche por debajo de la puerta el pago quincenal. Mande un mensaje por celular para verificar de recibido el cobro. Y no le vuelva a comprar.
LOS ESTUDIANTES: Estos son una raza aparte. Normalmente no alcanza uno a conocerlos porque son población flotante, como flotante es la música estridente con que amenizan la vida cotidiana del edificio, sobre todo viernes y sábado. Tenga a mano el teléfono de la policía urbana o en su defecto, investigue el número de departamento y desconecte el medidor correspondiente.
LAS ABUELAS: Estas son señoras o señoritas (no se sabe a ciencia cierta) que viven solas, les gusta echarse su jerecito a cualquier hora del día, tejen como locas lo que se les ocurra y tienen tres gatos que se llaman “Nenúfar”, “Víctor Hugo” y “Chato”. A estas sí hay que darles sus vueltas porque donde vivo ya van dos que pasan a formar parte de las huestes del Señor (no sé si el de las tinieblas) y nadie nos dimos cuenta hasta como cinco días después del acontecimiento.
¡Nombre, si es rete divertido!
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