martes, 20 de julio de 2010

De veras que somos… el misterio femenino 1

Hace poco se suscitó en una red social a la que estoy inscrita el dilema del “eterno femenino” Yo la verdad no tengo ni la más remota idea de cuál sea ese misterio del que hablan los sufridos hombres que tienen la fortuna de acompañarnos por la vida. No es tan complicado como parece. Para beneplácito de los caballeros que me leen y repudio total de las de mi género, presento ante ustedes algunas de esas contradicciones desde mi humilde punto de vista:

Miedos irracionales: este tema es escabroso, porque las mujeres le tenemos miedo a situaciones irracionales que se derivan de los roles sociales que tenemos que jugar. El primero, que nace cuando ya nos encontramos en edad de merecer y nadie nos ha merecido, es a quedarnos solas. Nos visualizamos muertas en una casa rodeadas de gatos -40 para ser exacta- con excremento y bolsas de croquetas tiradas por el suelo, 1,827 revistas viejas y a las personas que por fin nos encontraron en semejante estado comentado: “mira, pobrecilla… se ve que murió desesperada… como nadie se quiso casar con ella…”. Esto lo pensamos de los 15 en adelante…

Los derechos: ahora que por fin nos hizo justicia la sociedad permitiéndonos invadir campos que antes se consideraban de uso exclusivo para varones, queremos estudiar, trabajar, ser independientes. Pero también queremos casarnos, que nos mantengan y tener una casita pintada de rosa, con perro labrador y tres chiquillos que se parezcan a nuestro papá. Esto en tiempo real es absolutamente contradictorio. Las amigas que conozco que se han lanzado a semejante aventura han acabado divorciadas y neurasténicas, tomando píldoras para dormir y pareciendo de 68 cuando apenas tienen 33. Humilde sugerencia: si estudia o trabajan, mejor consíganse un amante que les dé cariño en horas fuera de oficina. Las mujeres que conozco que han optado por esta agradable opción tienen 47 pero parecen de 25.

Las compras: uno de los placeres femeninos es ir de compras. Porque nos sentimos tristes y queremos un “jazmín para el alma”; porque nos queremos ver “diferentes” aunque acabemos comprando lo mismo que todas traen puesto; porque nos lo merecemos; porque compramos un vestido azul plúmbago y no tenemos las zapatillas, la bolsita y el moño que le hagan juego; porque todo está de oferta y además nos dan puntibonos en la tarjeta; y porque sí, nomás porque sí. Los hombres tienen dos opciones ante la inminente visita a la plaza comercial: o se resignan y deciden seguir a su fémina por todos los departamentos de la tienda ofreciendo semejante sacrificio por las ánimas del purgatorio o bien, se arman de valor y no nos acompañan. Esta segunda opción es la mejor para las dos partes, así nosotras no andamos con presiones y ustedes se quedan en casa acompañados de la tv, botanita rica y una cerveza bien helada.

El bolso: objeto criticado ácidamente por los varones, todos ellos se preguntan qué Judas guardamos entre sus recónditos recovecos. Guardamos de todo, señores y lo más seguro es que lo usemos. En el bolso podemos encontrar desde pinzas para las cejas, un cuchillo digno de Rambo, bolsa para cosméticos, pañuelos desechables, monedero, cartera, espejito, toallas húmedas, las llaves del coche, de la casa y las de la casa paterna; gas pimienta, chicles, cigarros, 4 encendedores, cámara digital, estados de cuenta de hace 5 meses, el teléfono móvil, una libretita, un bolígrafo monísimo con brillitos en la punta, lentes para el sol, para ver de cerca, de lejos y algunas otras hasta para ver películas en 3D. Si Chuck Noland, personaje de la película “Náufrago” hubiera rescatado una bolsa femenina, otro gallo le hubiera cantado.

Los gustos varoniles: no sólo los hombres tienen estereotipos con los que sueñan aparejarse, no señor. Yo no conozco una mujer que me haya descrito al hombre de su vida como: “me encantaría encontrarme a un hombre de panza prominente, con el pantalón fajado debajo de las tetillas, piernas flacas y zambas, con pelona de fraile franciscano, nalga caída, cutis esculpido en piedra volcánica y que ronque como trailer de doble cabina”. Esto no lo sueña ni la que tiene miedo a morir con 40 gatos alrededor. ¡Ah! Y si su fémina osa decir que le encanta Tom Cruise o George Clooney o cualquier galán de telenovela, ni se tuerzan, que es lo mismo que cuando ustedes dicen que les encanta Angelina Joly…

El salón de belleza: a este sacrosanto lugar vamos a que nos apapachen, a reafirmar la belleza que ya de por sí nos caracteriza, a leer revistas de chismes de la farándula, a enterarnos de lo que hacen los vecinos de la colonia, en suma, a ser absolutamente frívolas. Pero vamos con miedo, miedo a que nos nos dejen el pelo como escobilla, a que nos duela la uña enterrada y el tinte nos queme el pelo... así que si nos tardamos no salgan con comentarios del tipo: “¿Fuiste al salón de belleza? ¿Estaba cerrado, verdad?

Esta historia continuará….

lunes, 12 de julio de 2010

Lección 2 para solteros: Tu amigo el refrigerador

Es una verdad absoluta que no venden porciones de nada para una persona en el super. Cuando se vive solo, se hace uno el propósito de comprar cosas sanas y que tengan alto contenido alimenticio. Buenos propósitos. Así, vamos al super y compramos un kilo de manzanas, media papaya, otro tanto de sandía, 5 kilos de naranja, uvas, plátano, lechuga orejona y escarola –porque es la que sale en las películas cuando preparan una ensalada- arándanos, mermelada de dos sabores, carnes y cortes selectos, quesos finos y con hoyitos, jitomáte, cebolla, cilántro y un laaaargo etcétera de cosas. Llegamos entusiasmados a nuestro hogar y comenzamos a acomodar todo en su respectivo lugar. Y comienza el paso inexorable del tiempo…. Al transcurrir de dos semanas, abrimos el refrigerador porque “ahora sí me voy a hacer yo de comer”… El espectáculo que contemplamos entonces es digno de cualquier película de terror, en el mejor de los casos. El Dr. Fleming moriría de felicidad y nos convertiría en sus proveedores oficiales para la elaboración de penicilina de primera calidad. Nos damos cuenta de que no estamos solos, estamos frente a un ecosistema plagado de pequeños monstruos que han dado cuenta de nuestras “delicatessen” de la manera más oprobiosa posible. Con la leche, ya podemos hacer un delicioso requesón, los jitomátes tienen una consistencia engañosa porque siempre vemos el lado lindo, pero por abajo están negros como capa de vampiro; el cilántro tiene consistencia de lirio desmayado y los quesos están listos para que se los coma un francés… Nos da coraje tanto desperdicio, fruto de la flojera por cocinar. En nuestra desesperación por hacernos un bocadillo madrugador, raspamos el queso, le cortamos la orilla al jamón y lo enjuagamos cuando ya está medio “baboso”. Tengo un amigo soltero que me dice que él ha llegado a “fusionar”una serie de alimentos que en su sano juicio jamás probaría, por ejemplo, patitas de cerdo en vinagre sobre galletas Marías, papas con mermelada de fresa o lechuga con frijoles de lata. He aquí los básicos de una persona que vive consigo misma:

  • Cervezas, muchas…
  • Refrescos embotellados
  • 1 queso fresco
  • 1 paquete de queso amarillo
  • 200 gr de jamón
  • Tortillas de harina
  • Salsa casera
  • 2 bolitas de chorizo
  • 6 huevos
  • 12 yogurths líquido
  • Hielo (el congelador lleno)

Esto si es un refrigerador digno de un soltero. Y la comida mejor la compran en la cocina económica de su preferencia o se abonan con un amigo casado, aunque corren el riesgo de ser corridos a la semana por la ñora de la casa. Y de vez en cuando, el refri se limpia y descongela...

martes, 6 de julio de 2010

Instrucciones para solteros: Lección 1

A un año de vivir en un departamento en calidad de soltera, he decidido compartir mis experiencias para todos aquellos que deseen seguir mis pasos y tener ¡por fin! Un espacio en donde el único amo y señor (o señora) seamos nosotros. Primero que nada, cuando uno es chavo, ensueña con tener un espacio propio, cuantimás si se comparte recámara con el hermano latoso, la que ronca o la que lee hasta altas horas de la noche –hermana, perdón por eso-. Hacemos construcción de castillos en el aire, hagan de cuenta como cuando soñamos con sacarnos la lotería: repartimos espacios, soñamos con muebles de firma, decoración finísima –nada de las horribles figuritas de Lladró bailando minuete sobre una carpetita de gancho que tiene nuestra madre sobre la televisión de la casa-. Unos sueñan con un “lounge” tipo New York con un toque industrial posmoderno, otros, con una casita de cerca blanca y perro saliendo a recibirlos; otros sueñan con el clásico “Pent House” en las alturas de moderno edificio; los que tienen alma de artista, anhelan vivir en la clásica buhardilla del centro histórico de su ciudad.

Permítanme desmentirlos, ni modo, esto es como cuando el amigo acomedido les dice quién es Santa Claus. La verdad, es que comenzaremos por buscar un lugar de acuerdo a nuestro presupuesto, que en nada se parece a lo planeado. Primero debemos hacer un examen de conciencia y contestarte estas sencillas preguntas:

¿Me gusta la jardinería?

Este punto es importante porque tal vez tengas ganas de rentar una casa con jardín y eso implica cortar el pasto, regar, abonar, etc. En mi caso, el único ser vivo en mi casa soy yo, no tengo mano ni para los cactus y las plantas de plástico me parecen horrendas, aunque los seguidores del Feng Chui se molesten conmigo…

¿Me gusta lavar y planchar?

Compra básica: una lavadora y ropa que no se planche. Detectar la lavandería más cercana.

¿Disfruto enormemente ir al super?

Aquí tendrán un serio problema con las raciones: No venden raciones para personas solas. Ubiquen la tiendita de la esquina más cercana y hagan compra hormiga. Sale un poco más carillo pero pueden comprar 4 huevos en lugar de la docena completa.

¿Me encanta la cocina?

Si se están imaginando que su cocina será como en las películas en donde todos los días hacen pastas exóticas, mientras le menean a la salsa al tiempo que beben una copa de Merlot, ni se emocionen. Mejor busquen la cocina económica más cercana a su casa.

¿Compro sin pensar en las consecuencias?

Cada ves que compran un aparato eléctrico tienen que, o leer las instrucciones, o poner taquetes para algo, o ponerle pilas al control, o instalar algo, así que vayan pensando si no son muy hábiles en ese rubro…

Si deciden vivir en una casa o buhardilla vieja del centro de su ciudad: compren un buen paraguas, para cruzar en tiempo de lluvias del comedor a la cocina y un buen jorongo para ir al baño a altas horas de la madrugada –funciona bien una bacinica-. Lo barato de la renta se compensa con lo caro de la luz y las fugas de agua. En algunos casos, no llega el cable para tv.

Si deciden vivir en un departamento: estén dispuestos a soportar a la vecina de arriba que taconea por toda la casa al más puro estilo de Michel Flatley o la que decide cambiar la distribución de sus muebles cada tercer día… ¡Ah! Y los vecinos compartidos que ponen su música a 127 decibeles, cuantimás si son fanáticos del ballenato o la cumbia alteña… Lo mejor es valorar y seguir con la posibilidad de quedarnos en casa de la madre otros quince años...