jueves, 30 de abril de 2009

El amor en los tiempos de “Influencia”

Bueno, pues como ahora tengo vacaciones obligadas, o como dice un amigo: todos los días serán domingo durante la próxima semana, he aquí mis comentarios, no sin una chispa de humor negro, como suelo, ustedes disculpen...

1. Los potosinos, dificilitos de por sí para saludar, ahora andamos peor: con tapabocas y lente oscuro ni quien nos haga el menor caso... eso si salen, claro;
2. La creatividad a flor de piel: tapabocas en presentaciones fashion o retro... buena idea para los diseñadores que no tienen que hacer;
3. Se nos vienen horas de eterna diversión en las comunidades virtuales: si no tienes “Face”, estás “out”. Sugerencia: hacer los dos millones de test tontos de ese lugar les auguran pérdida de tiempo total, chance y maten alguna neurona y ni cuenta se den de lo que sucede;
4.Dice mi hermana que para cualquier duda sobre la epidemia, le pregunten, que ya sabe más que los médicos... y quien no, me han llegado 34287 correos con información desinformante que lo único que hacen es dejarme patidifusa...
5. Me escribe una madre desesperada preguntándome que qué puede hacer con sus dos “encantitos” de aquí al día 11 de mayo pues ya agotó su imaginación: ya armaron rompecabezas, cantaron, leyeron cuentos de miedo, jugaron X-Box y se acabaron todos los niveles; hicieron obras de teatro, armaron casitas con sábanas, jugaron a la comidita y rescataron juegos de antaño como el brincapie: querida, mi sugerencia es que dopen a sus niños o en el peor de los casos, amarrarlos con una cuerda elástica definiendo un perímetro para que no se salgan a la calle o les dé por jugar a “Superman”;
6. Libros recomendados: “El amor en los tiempos del Cólera” y “Un día de Cólera” de Pérez Reverte... nomás cambian de enfermedad;
7. Películas recomendadas: “Soy Leyenda” o cualquiera de invasiones zombies;
8. El transporte público ¡impecable! Ojalá siga así... pero no está de más cargar con gel antibacterial...
9. Tengo tos de fumadora... alergias mil... cuidadete y toso porque me ven refeo...
10. Sólo decirles que se cuiden mucho, que no se expongan y que no está de más extremar precauciones... No se maten por favor... En el fondo, no soy tan canalla....

domingo, 26 de abril de 2009

Quedar bien y poco gastada: los regalitos

No cabe duda de que me he vuelto cínica. Pero es que este tema además de delicado, sé que afectará las buenas intenciones de muchos de mis lectores. Me refiero a los “regalitos”. Hace poco, la amiga de una prima de otra amiga cumplió años. Ella no hace reunión especial, pero es tan querida por muchos que su cumpleaños dura aproximadamente quince días. Una amiga bien intencionada llego con un morralito muy mono que contenía lo siguiente: una liga; un dulce de esos que tienen una pasa incrustada y que siempre se me ha figurado una mosca; una moneda de bajísima denominación; un pañuelito blanco deshilachado y una bandita, mejor conocida como “curita” y las instrucciones precisas para saber qué hacer con todo esto: la liga para que recuerdes abrazar y unirte con todos tus semejantes; el dulce para recordarte compartir “dulzura” con los mencionados a donde quiera que vayas; el pañuelo para secar las lágrimas del prójimo; la bandita para curar los sentimientos lastimados, sean los tuyos o los de alguien más; la moneda, para recordarte que debes compartir las riquezas que dios te dio con el otro. La cumpleañera lo recibió con emoción, lo abrió con curiosidad y acto seguido se le vio clarito la helada sonrisa que le dedicó a la bien intencionada amiga. ¡Ayyyy a poco no está lindooooo! Dijo la pródiga amiga. Mil pensamientos cruzaron mi mente: con la liga hubiera hecho un proyectil y al grito de “¡Parque, liga o ligazo!” se lo hubiera dirigido directo a su maquillado ojo; rápidamente hubiera sacado el pañuelito para limpiar sus lagrimitas; le hubiera cubierto la herida con el curita y le hubiera dado el dulce como premio de consolación. Acto seguido, con la moneda hubiera echado un volado para ver si seguía de amiga de la interfecta o de plano la borraba de mi lista. Esto provocó una reflexión sobre la forma que tenemos muchos de obsequiar al otro. Dicen los japoneses que cuando uno regala algo, regala parte de su corazón. Por eso son tan delicados para envolver las cosas. Observar lo que le gusta al otro; anotar los comentarios del amigo, son reglas básicas para obsequiar un buen regalo; no tiene que ser nada costoso por supuesto, pero sí que comulgue con los gustos y estética del obsequiado. A veces imagino a la persona que en un viaje se toma la molestia de ver algo y decir: “esto le puede gustar a la Rima” y comprarlo y traerlo es ya un acto de amistad, agradecimiento o amor increíble para mí. Mucho he recibido, más de lo que merezco diría yo. Pero una cosa si tengo bien clara: haré costalitos para todos mis amigos y amigas en su próximo cumpleaños, así quedo bien y poco gastada. Ustedes dicen si me invitan.

jueves, 16 de abril de 2009

Antes muerta que sencilla: los salones de belleza

Toda belleza exige sacrificio. Recuerdo una vez que fui a un risueño pueblecillo de vacaciones con una amiga. Andábamos bobeando en el mercadillo del lugar y por supuesto que yo salí absolutamente fashion a dar la vuelta. Me topé con un hombre que comenzó a inquirirnos que por qué haciendo dios cosas tan hermosas, nos empeñábamos en maquillar “la obra del señor”. Ese hombre dantesco no me conoció a los doce años, con los dientes de fuera y el pelo al más puro estilo mafaldesco. Comencé a pensar en ayudarle al “señor” cumplidos los catorce años. Me hice de un kit que consistía en tenazas eléctricas para el pelo de tres diámetros diferentes, secadora para el pelo marca “Vidal Sasoon”, shampoo patrocinado por Farrah –tenía un olor tan penetrante que ni siquiera necesitaba mi perfume “Charlie”-; tubos eléctricos y por supuesto, la asesoría incondicional de una prima que a la fecha sale a comprar el super arrastrando la boa. Ella me proveyó de toda la parafernalia necesaria para maquillar mi núbil rostro, aunque he de decir, que en esa época, se usaba el maquillaje sobrecargado: sombras azul plumbago combinadas con magenta, colorete en línea ascendente para “enfatizar los pómulos”, boca rojo pasión y finalmente, un toque de brillo labial con sabor a cereza –sabía a demonios, yo creo que por eso no me besaron hasta que cumplí los veintidós-. La mascarilla para las pestañas, merecía un ritual aparte: enchinamiento con cuchara o enchinador de metal; cinco capas de rimmel intercalando entre cada una, capa de talco o polvo para el rostro. Luego, con un alfiler, separar la torta que se apelmazaba en las pestañas. ¿El resultado? Patas de araña pegadas al rostro, bueno, ni siquiera se podía coquetear con ellas. Y así nos atrevíamos a salir a la calle. Los salones de belleza en realidad son cámaras de tortura. Ni en el “Museo de los Suplicios” se describe de manera tan gráfica lo que ocurre tras sus puertas. Si te pones mechas, es decolorarte el pelo, ponerte el tinte, empapelar con alumnio la cabeza, exponerte al calor como cuarenta y cinco minutos, lavar el pelo, cortarlo y secarlo porque se usa lacio. Para que luego no nos guste el tono y mucho menos nos parezcamos a la modelo güerita de donde sacamos la grandiosa idea. Las uñas, otro escabroso tema. No nos crecen, se nos escaman cual pastel mil hojas, quebradizas... para eso se inventaron las “uñas de escultura”, las cuales consisten en pegarte una uña artificial con capas y capas de un líquido quemante para después decóralas hasta con las perlas de la virgen y meter las manos a una luz ultravioleta que a la larga, seguro provoca cáncer. Ya no menciono los procesos de “peeling” y “lifting”; el horrible proceso de depilación con láser o cremas apestosas; el bronceado permanente de duración dudosa; las operaciones de nalgas, senos, abdomen y chaparreras –conozco a varias que quedaron en la mesa o “menores de privilegio”, pero eso sí, bien voluptuosas-. Se preguntarán: ¿envidia, coraje o qué? Tal vez todo junto, pero yo soy de la opinión de que hay que envejecer con dignidad, eso sí, de vez en cuando una ayudadita no cae mal. Los caminos del “salón” son insondables... algunos verdaderamente tortuosos.

miércoles, 15 de abril de 2009

¿Jueguitos que desafían a la imaginación?

Como es bien sabido, los niños del mundo tienen una imaginación fértil, fruto de la imitación de lo que ven a su alrededor. Pues hoy me estaba acordando con mi mamá de todos esos juegos que se inventan con lo que se tiene a mano. Como mi abuela aplicaba inyecciones a las vecinas del barrio, mi madre escuchaba todas las dolencias con las que llegaban las señoras: “Mire Licho, tengo un dolor en la rabadilla que me sube por todo el esternón”....”Doña Licho, vengo a que me inyecte porque nomás no puedo andar, me duelen las rodillas...” Y así, al infinito. Pues mi madre, que como ustedes saben, es rete ocurrente, pa pronto organizaba minisala con sillitas y jugaba con sus amigas a las enfermedades... todas las chiquillas entraban en feroz competencia para ver quién de ellas tenía la más terrible y devastadora de todas... lo malo es que dice ella que ahora, ya las reglas del juego cambiaron porque, actualmente, se juntan en las salas de sus respectivas casas y platican de las mismas enfermedades pero de a de veras... Otro juego recurrente es el de las “comiditas”. Toda niña que se precie tenía en su haber, mínimo, un juego de té de plástico decorado con filigrana rococó y las más curras, unos jueguitos de porcelana miniatura que consistían en 6 tasas, 6 platitos, plato postrero y tetera con azucarera y jarrita para la crema. Y esto era darle vuelo a la imaginación: “-Señora, cómo ha estado su hijita, la veo medio desmejorada... (Refiriéndose a una muñeca sin cabeza y con los brazos volteados)”, o si no:- “Ándele señora, pruebe este pastelito de frambuesa, lo acabo de hacer... (Pastel maquilado con lodo putrefacto del jardín y decorado con mariquitas muertas a manera de frutillas). Y ya no les doy el resto del menú porque era realmente asqueroso. Lo que a mí me encantaba era cocinar con mi mamá. Me habían regalado un horno “milagro” - las que saben cocinar entenderán en qué consiste-, y cuando mi madre hacía pasteles me regalaba tantita masa y la poníamos a cocer junto con el “grandote”. Luego, lo decoraba y hacía rebanaditas pequeñitas para jugar, ahora sí, de al “devis”. Dos eran los juegos prohibidos en esa época: el doctor y a los “esposos”. No sé por qué, si el de los esposos consistía en decir: “Vieja, ya llegué del trabajo...”, “Ayyy que bueno viejo, siéntate a comer, ahorita te sirvo”. Y ya, era todo. Se nos iba más en la organizada de: “a que tú eras la señora de la casa y estabas haciendo la comida, entonces yo llegaba con mi portafolios y te decía ya llegué, y entonces tú me dices....” “¡No! Yo quiero ser el señor, los señores nomás se sientan y comen y la señora es la que hace todo, ¡siempre quieres ser el señor...!”. En fin, que todo es aprendizaje, desde chiquitas nos regalaron la escobita, la franelita, el trapeadorcito, la tinita, el jueguito de cazuelitas de barro, las cacerolitas, las cucharitas y todas esas “itas” que ahora nos tienen jugando “dealdevis”...

domingo, 12 de abril de 2009

Instrucciones para ver películas de muestra

Otra de mis experiencias alternativas ha sido el mundo del cine. Hace ya un buen tiempo que veo cuanta película cae en mis manos, pero señores hay que saber seleccionar. Cuando comencé a ir a ver películas de “MUESTRA” -sí con mayúsculas y entrecomillada, porque son LAS PELÍCULAS seleccionadas sólo para los elegidos- me comencé a sentir un poco incómoda porque no sabía qué actitud tomar. Mis referencias inmediatas eran películas como “Snoopy vuelve a casa”, “Barquillo de Limón” y “Porkyes”, estas dos últimas, ochenterisimas y preludio que anunciaba las peores películas de adolescentes. Imaginen mi asombro cuando en un grupo al que asistía, comencé a ver películas de Kurosawa o Andrezej Wajda. Como que si sentí la diferencia. Recuerdo una en especial "El hombre de mármol" que vimos en casa de una amiga. 164 minutos señores, del más puro aburrimiento. Nos empezamos a parar para rellenar nuestros vasos jaiboleros y al rato todos estabamos en la cocina contando chistes. Pues a raíz de tanto asistir a este tipo de exhibiciones, me di cuenta de varias características peculiares que tienen los que como yo, somos voyeristas de las vidas ajenas a través de la pantalla grande. Aquí les van algunos consejillos sobre comportamiento elemental cuando se asiste a una peli de muestra:

1.Estar dispuesto a que, por dieciocho días, nuestra cena comprenderá únicamente palomitas y refresco de la “superdulcería”;
2.Prepararse emocionalmente para ver lo más bajo, lo más oscuro, lo más degradante o en su defecto, lo más sublime de las pasiones humanas;
3.Si esperan ver efectos especiales, esto no es lo suyo;
4.Hasta las películas animadas lo dejan pensando a uno ¡Caray! No irse con la finta de que son de “monitos”, hay monitos que te dejan catatónico;
5.El atuendo es básico: pueden usar el mismo que sugerí cuando se va a ver un espectáculo alternativo; pensemos que siempre es la misma gente que asiste a todas estas cosas;
6.Pedirle a nuestro acompañante que de tanto en tanto verifique si seguimos despiertos; hacer lo mismo en reciprocidad con él;
7.No se preocupen por llegar temprano, siempre que se pasa una peli de muestra normalmente tenemos 288 lugares disponibles en una sala de 290 butacas;
8.Para saber si una peli es de muestra lo único que tienen que hacer es verificar el horripilante horario en que las exhiben: 15:00 o 22:30 son los dos que no fallan;
9.Ni se molesten en inscribirse a sitios de cultura en su ciudad -nadie les mandará nada- investiguen en la cartelera de su localidad;
10.No olvidar poner cara de intelectual conocedor del cine de muestra: salir hablando a grito pelón sobre la fotografía, música, encuadres, planos e iluminación; jamás de vestuario y maquillaje, esas son banalidades;
11.Si la película es oscura, lenta y hablada en kurdo, es de muestra.
Espero no desanimarlos con estas referencias, lo que intento es que se integren a la brevedad en el fascinante mundo del cine alternativo.

viernes, 10 de abril de 2009

Sacado del cuarto de las injurias

Llamase cuarto de las injuria -según definición sustentada en su aplicación por mi padre- a aquél espacio de la casa ubicado en lugar alejado, bodega o lugar abandonado donde ponemos todo “lo que nos puede servir pero que en este momento nos estorba”. Toda casa que se precie, tiene un cuarto de las injurias, mal llamado desván, sótano o ático. En mi casa, cuando nuestra mucama ML nos cambió por dar seguimiento a un varón, su cuarto se convirtió en esto, puras injurias. Pero de verdad que cómo sirven... durante un tiempo, claro. En esos cuartos se guardan las cosas más inútiles e insospechadas, absolutamente inservibles, pero como los mexicanos le tenemos miedo al vacío y somos bastante ingeniositos para inventar soluciones al más puro estilo MacGyver, pues no nos resignamos a tirar nada. Y así, guardamos tablas y tablones de todos tamaños, tornillos que pertenecieron a un librero que armamos sin seguir instrucciones y que luego no supimos en dónde iban; pantallas de lámparas rotas “porque el alambrito está bueno, seguro que yo hago una mucho mejor”, toda la parafernalia navideña, por supuesto sin rotular, así que cuando llega la fecha tenemos que mover como doscientas cajas para dar con los santos peregrinos; tubos de cartón; marcos para fotografías; un espejo Luis XV roto; los retratos de los abuelos al carboncillo; los disfraces de los niños –que seguro no se ocuparán hasta que se tengan nietos; y para entonces el Oso Yogui ya no estará de moda-. Revistas viejas de belleza, cine, tejido en crochet y manualidades mil que siempre tuvimos la intención de hacer para dar a nuestra casa un toque “acogedor”; todos los regalos del 10 de mayo ocultos por una madre desesperada al no saber qué hacer con esos bodrios; regalos de boda que luego una anda “ropereando” para salir del paso (no lo nieguen). Finalmente, todo sirve, aunque no tengamos la certeza si será en este año o dentro de veinte. Cuando yo estudiaba diseño gráfico ¡como me sirvieron estos trebejos! Mi amiga Yan y yo teníamos unos papás cargapalitos (otro término paterno, definitivamente sin ánimo de albur) que tenían de todo lo necesario para subsistir a una carrera demandante de trique y medio. ¿Qué un libro de arte? Mi apá; ¿Qué un alambre galvanizado del No. 8? El apá de Yan; ¿Qué una musiquita del medioveo tempranillo? Mi apá; ¿Qué uno mono de ventrílocuo? El apá de Yan... todo mundo nos envidiaba por eso, la verdad nunca tuvimos que ir a la biblioteca o andar de aquí para allá en mercerías o tlapalerías consiguiendo cuanta cosa para las entregas. Así que si les llegan correos sobre desprenderse de lo humano, cultura del desapego, liberarse de cargas inútiles, desafanarse de tiliches, hagan caso omiso... el mexicano alcanzará el Satori cargando con todo lo imaginable...

sábado, 4 de abril de 2009

Cómo sobrevivir a un espectáculo alternativo

En mis andanzas por el mundillo de la cultura y el arte he incursionado en varios espectáculos y exposiciones de corte “conceptual”. Se preguntarán que qué es eso. Ni yo misma lo sé explicar, pero supongo que es algo que tiene concepto aunque he pasado noches enteras sin dormir tratando de develar qué judas quisieron decir con eso. Entre los que recuerdo con gran cariño está uno que se presentó en el festival de danza contemporánea. Un homenaje a Lorca. Describo la atmósfera: oscuridad total; inicia paulatinamente luz de fondo en tonalidades rojizas; sale bailarín en cueros con el pitirrin amarrado al más puro estilo yanomami entre nubes de hielo seco, copal y cigarro. Comienza a decir: “calor, calor, calor...” y lo repite como doce mil quinientas veces durante la hora que duró semejante suplicio. El de nosotros, porque no quiero ni pensar cómo sería el de él. Al final le cachamos que lo que quería decir era “Lorca” las doce mil quinientas veces. Se cierra el telón. No entendí, pero no he podido olvidarlo. Otra, una obra de teatro de corte posmoderno en donde salen siete personas corriendo de un lado para otro portando en las manos unos pocillos de peltre y haciendo como que se sirven té caliente con pastitas unos a otros. Duración de la obra: 1 hora 30 minutos. Les podría describir más de cinco de estas puestas en escena, pero no deseo aburrirlos. Mejor les dejo el decálogo que he compendiado para ustedes sobre qué hacer en caso de caer en las garras de un espectáculo semejante:

1. Llevar a cabo un entrenamiento previo: elegir alguna silla o butaca incomoda que tengamos en casa y permanecer sentados dos horas como mínimo en ella; procurar moverse lo menos posible;
2.El vestuario es importante: pantalón de mezclilla o kaki, tenis o huarache de cuero, camisa de manta o playera con estampado de algún grupo de rock alternativo; para las damas, huipil oaxaqueño o guatemalteco; morral tejido en telar, indispensable;
3.Fijarse bien en quién te invita. Normalmente sale algún pariente del invitador en el espectáculo y éste no se anima a ir solo;
4. Analizar el marco en donde se presentará la puesta: si es en un festival de danza contemporánea, piénsenlo dos veces antes de acudir o en su defecto, lleven algún tipo de psicotrópico para estar a tono con el mensaje. Esta sugerencia también aplica para performance y obras de teatro alternativas;
5. Leer detenidamente en el programa si el espectáculo está patrocinado por alguna beca de instituto de cultura o gobierno del estado; este es el punto del no retorno y todavía tendrán oportunidad de huir;
6. Si en el mismo programa se encuentran descripciones de la obra como: “X compañía de teatro nos mostrará un espectáculo que representa una pesadilla pandemoníaca e imponente en sus imágenes y celebra la vuelta de los muertos, que tienen que volver a visitar a su tierra para que por fin puedan ausentarse, y así navegan con un gran gesto a lo largo de la corriente del infierno – ¡en punto muerto, directamente al ocaso!”, entonces valorar si es recomendable entrar o enfrentarnos a nuestros demonios;
7. Si no puede eludir la invitación, ir dispuesto a todo; uno nunca sabe si va a acabar bañado en salitre y con plumas pegadas al cuerpo;
8.Si la imagen que queremos proyectar a los demás es de absoluta intelectualidad y dominio del tema, jamás, pero jamás salirse a la mitad; esto provoca sospechas en la concurrencia y nos quemamos por nada; soportar estoicamente la jornada;
9. Nunca se sabe si ya terminó la obra, esta característica es típica de los espectáculos alternativos, así que es conveniente esperar a que los otros aplaudan o abucheen o manifiesten un gran apremio por huir de ahí... dar tres palmadas de cortesía por no dejar;
10.Al salir del teatro tengo varias alternativas por sugerir: ir al cine a ver una película de Van Damme o de la “Mole”; caer en el puesto de tacos más cercano; correr a un antro y/o embriagarse y tratar de olvidar. O todas.
Dejo a su consideración estos consejillos que la experiencia me dictó sin mayores pretensiones. Ustedes saben si hacen caso omiso o se arriesgan; que no se diga que no les advertí.