miércoles, 15 de abril de 2009

¿Jueguitos que desafían a la imaginación?

Como es bien sabido, los niños del mundo tienen una imaginación fértil, fruto de la imitación de lo que ven a su alrededor. Pues hoy me estaba acordando con mi mamá de todos esos juegos que se inventan con lo que se tiene a mano. Como mi abuela aplicaba inyecciones a las vecinas del barrio, mi madre escuchaba todas las dolencias con las que llegaban las señoras: “Mire Licho, tengo un dolor en la rabadilla que me sube por todo el esternón”....”Doña Licho, vengo a que me inyecte porque nomás no puedo andar, me duelen las rodillas...” Y así, al infinito. Pues mi madre, que como ustedes saben, es rete ocurrente, pa pronto organizaba minisala con sillitas y jugaba con sus amigas a las enfermedades... todas las chiquillas entraban en feroz competencia para ver quién de ellas tenía la más terrible y devastadora de todas... lo malo es que dice ella que ahora, ya las reglas del juego cambiaron porque, actualmente, se juntan en las salas de sus respectivas casas y platican de las mismas enfermedades pero de a de veras... Otro juego recurrente es el de las “comiditas”. Toda niña que se precie tenía en su haber, mínimo, un juego de té de plástico decorado con filigrana rococó y las más curras, unos jueguitos de porcelana miniatura que consistían en 6 tasas, 6 platitos, plato postrero y tetera con azucarera y jarrita para la crema. Y esto era darle vuelo a la imaginación: “-Señora, cómo ha estado su hijita, la veo medio desmejorada... (Refiriéndose a una muñeca sin cabeza y con los brazos volteados)”, o si no:- “Ándele señora, pruebe este pastelito de frambuesa, lo acabo de hacer... (Pastel maquilado con lodo putrefacto del jardín y decorado con mariquitas muertas a manera de frutillas). Y ya no les doy el resto del menú porque era realmente asqueroso. Lo que a mí me encantaba era cocinar con mi mamá. Me habían regalado un horno “milagro” - las que saben cocinar entenderán en qué consiste-, y cuando mi madre hacía pasteles me regalaba tantita masa y la poníamos a cocer junto con el “grandote”. Luego, lo decoraba y hacía rebanaditas pequeñitas para jugar, ahora sí, de al “devis”. Dos eran los juegos prohibidos en esa época: el doctor y a los “esposos”. No sé por qué, si el de los esposos consistía en decir: “Vieja, ya llegué del trabajo...”, “Ayyy que bueno viejo, siéntate a comer, ahorita te sirvo”. Y ya, era todo. Se nos iba más en la organizada de: “a que tú eras la señora de la casa y estabas haciendo la comida, entonces yo llegaba con mi portafolios y te decía ya llegué, y entonces tú me dices....” “¡No! Yo quiero ser el señor, los señores nomás se sientan y comen y la señora es la que hace todo, ¡siempre quieres ser el señor...!”. En fin, que todo es aprendizaje, desde chiquitas nos regalaron la escobita, la franelita, el trapeadorcito, la tinita, el jueguito de cazuelitas de barro, las cacerolitas, las cucharitas y todas esas “itas” que ahora nos tienen jugando “dealdevis”...

1 comentario:

Anónimo dijo...

No cabe duda que aprendimos bien la lección y los juegos... aparte yo creo que las mujeres tenemos un "chip" o bien un "gen" ordenador y pulcro... nos gusta ver orden .... a los hombres eso no se les da... es otra de las grandes diferencias que debemos comprender, asimilar y aceptar... saludos...