domingo, 26 de abril de 2009

Quedar bien y poco gastada: los regalitos

No cabe duda de que me he vuelto cínica. Pero es que este tema además de delicado, sé que afectará las buenas intenciones de muchos de mis lectores. Me refiero a los “regalitos”. Hace poco, la amiga de una prima de otra amiga cumplió años. Ella no hace reunión especial, pero es tan querida por muchos que su cumpleaños dura aproximadamente quince días. Una amiga bien intencionada llego con un morralito muy mono que contenía lo siguiente: una liga; un dulce de esos que tienen una pasa incrustada y que siempre se me ha figurado una mosca; una moneda de bajísima denominación; un pañuelito blanco deshilachado y una bandita, mejor conocida como “curita” y las instrucciones precisas para saber qué hacer con todo esto: la liga para que recuerdes abrazar y unirte con todos tus semejantes; el dulce para recordarte compartir “dulzura” con los mencionados a donde quiera que vayas; el pañuelo para secar las lágrimas del prójimo; la bandita para curar los sentimientos lastimados, sean los tuyos o los de alguien más; la moneda, para recordarte que debes compartir las riquezas que dios te dio con el otro. La cumpleañera lo recibió con emoción, lo abrió con curiosidad y acto seguido se le vio clarito la helada sonrisa que le dedicó a la bien intencionada amiga. ¡Ayyyy a poco no está lindooooo! Dijo la pródiga amiga. Mil pensamientos cruzaron mi mente: con la liga hubiera hecho un proyectil y al grito de “¡Parque, liga o ligazo!” se lo hubiera dirigido directo a su maquillado ojo; rápidamente hubiera sacado el pañuelito para limpiar sus lagrimitas; le hubiera cubierto la herida con el curita y le hubiera dado el dulce como premio de consolación. Acto seguido, con la moneda hubiera echado un volado para ver si seguía de amiga de la interfecta o de plano la borraba de mi lista. Esto provocó una reflexión sobre la forma que tenemos muchos de obsequiar al otro. Dicen los japoneses que cuando uno regala algo, regala parte de su corazón. Por eso son tan delicados para envolver las cosas. Observar lo que le gusta al otro; anotar los comentarios del amigo, son reglas básicas para obsequiar un buen regalo; no tiene que ser nada costoso por supuesto, pero sí que comulgue con los gustos y estética del obsequiado. A veces imagino a la persona que en un viaje se toma la molestia de ver algo y decir: “esto le puede gustar a la Rima” y comprarlo y traerlo es ya un acto de amistad, agradecimiento o amor increíble para mí. Mucho he recibido, más de lo que merezco diría yo. Pero una cosa si tengo bien clara: haré costalitos para todos mis amigos y amigas en su próximo cumpleaños, así quedo bien y poco gastada. Ustedes dicen si me invitan.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amiguis!!! también se encuentran los regalos tipo "roperazo" que son aún mas delicados.... ja, ja, ja existen miles de anécdotas al respecto, por favor acuérdeme de contarselas.