lunes, 7 de agosto de 2017

De veras que somos… el misterio femenino 1





Hace poco se suscitó en una red social a la que estoy inscrita el dilema del “eterno femenino” Yo la verdad no tengo ni la más remota idea de cuál sea ese misterio del que tanto hablan los hombres, sobre todo los que le sacan al paquete de tener una relación. No es tan complicado como parece. Para beneplácito de los caballeros que me leen y repudio total de las de mi género por andar rajando cosas que no debo, presento ante ustedes algunos de estos enigmas:

Miedos irracionales: este tema es escabroso, porque las mujeres le tenemos miedo a situaciones irracionales que se derivan de los roles sociales que tenemos que jugar. El primero, que surge cuando ya nos encontramos en edad de merecer y nadie nos ha merecido, es a quedarnos solas. Nos visualizamos muertas en una casa cayéndose a pedazos, rodeadas de gatos -40 para ser exacta- con excremento y bolsas de croquetas tiradas por el suelo; 1,827 revistas viejas y tocando en la radio «Si yo encontrara un alma como la mía», interpretada por María Grever o por Flans, eso no importa. Esto lo pensamos entre los 15 y los 84 añitos.

Los derechos: ahora que por fin nos hizo justicia la sociedad permitiéndonos invadir campos que antes se consideraban de uso exclusivo para varones, queremos estudiar, trabajar, ser independientes. Pero también queremos casarnos, que nos mantengan y tener una casita pintada de rosa, con perro labrador y tres chiquillos que se parezcan a nuestro papá. Esto en tiempo real es absolutamente contradictorio. Las amigas que conozco que se han lanzado a semejante aventura han acabado divorciadas y neurasténicas, tomando píldoras para dormir y aparentando 68 años cuando apenas tienen 33. Humilde sugerencia: si estudia o trabajan, mejor consíganse un amante que les dé cariño en horas fuera de oficina. Las mujeres que conozco que han optado por esta agradable opción tienen 47 pero parecen de 25.

Las compras: uno de los placeres femeninos es ir de compras. Porque nos sentimos tristes y queremos un “jazmín para el alma”; porque nos queremos ver “diferentes” aunque acabemos comprando lo mismo que todas traen puesto; porque nos lo merecemos; porque compramos un vestido azul plúmbago y no tenemos las zapatillas, la bolsita y el moño que le hagan juego; porque todo está de oferta y además nos dan puntibonos en la tarjeta; y porque sí, nomás porque sí. 

Los hombres tienen dos opciones ante la inminente visita a la plaza comercial: o se resignan y deciden seguir a su fémina por todos los departamentos de la tienda ofreciendo semejante sacrificio por las ánimas del purgatorio o bien, se arman de valor y no nos acompañan. Esta segunda opción puede causar una hecatombe de proporciones bíblicas, por lo que no existe.

El bolso: objeto criticado ácidamente por los varones, todos ellos se preguntan qué Judas guardamos entre sus recónditos recovecos. Guardamos de todo, señores y lo más seguro es que lo usemos. En el bolso podemos encontrar desde pinzas para las cejas, un cuchillo digno de Rambo, bolsa para cosméticos, pañuelos desechables, monedero, cartera, espejito, toallas húmedas, las llaves del coche, de la casa y las de la casa paterna; gas pimienta, chicles, cigarros, 4 encendedores, cámara digital, estados de cuenta de hace 5 meses, el teléfono móvil, una libretita, un bolígrafo monismo con brillos en la punta, lentes para el sol, para ver de cerca, de lejos y algunas otras hasta para ver películas en 3D. Si Chuck Noland, personaje de la película “Náufrago” hubiera rescatado una bolsa femenina, otro gallo le hubiera cantado.

Los gustos varoniles: no sólo los hombres tienen estereotipos con los que sueñan aparearse, no señor. Yo no conozco una mujer que me haya descrito al hombre de su vida como: “me encantaría encontrarme a un hombre de panza prominente, con el pantalón fajado debajo de las tetillas, piernas flacas y zambas, con pelona de fraile franciscano, nalga caída, cutis esculpido en piedra volcánica y que ronque como trailer de doble cabina”. Esto no lo sueña ni la que tiene miedo a morir con 40 gatos alrededor. ¡Ah! Y si su fémina osa decir que le encanta Tom Cruise o George Clooney o cualquier galán de telenovela, ni se tuerzan, que es lo mismo que cuando ustedes dicen que les encanta Angelina Jolie...

El salón de belleza: a este sacrosanto lugar vamos a que nos apapachen, a reafirmar la belleza que tiende a caer; a leer revistas de chismes de la farándula, a enterarnos de lo que hacen los vecinos de la colonia, en suma, a ser absolutamente frívolas. Pero vamos con miedo, miedo a que nos tusen, a que la base china agarre de tal manera que parezcamos cepillo para lavar el baño, así que si nos tardamos, no salgan con comentarios del tipo: “¿Fuiste al salón de belleza? ¿Estaba cerrado, verdad?
Esta historia continuará….

Imagen: http://www.actitudfem.com/belleza/relajacion/productos-rosas-que-puedes-comprar-para-combatir-el-cancer-de-mama#image-4

sábado, 4 de marzo de 2017

Y yo ni salgo






Recién me he dado cuenta que la vida en una pequeña ciudad muchas veces aparentemente no ofrece la oportunidad de tener vivencias que conmueven o permite tener contacto con personajes de del mundillo social. Pues fíjense que no. Esto es una vil mentira. Les voy a platicar un caso que considero fue un encuentro inesperado y asombro, nomás este, porque he tenido muchos.
Desde mi computadora y en la comodidad de mi hogar tuve la oportunidad de ingresar a la «aldea global». Evito nombres por respeto a los protagonistas, bueno al otro protagonista, que ya goza de los privilegios de la gloria del Señor.

Resulta que hace ya algunos años, cuando se usaban los famosos «salones de chat» andaba yo a la caza de personas interesantes y un señor ya entrado en años me contacta por ese medio. Ya ni me acuerdo cómo era ese asunto, pero pasamos al contacto por correo electrónico. Ya saben, me dijo que me quería conocer, que si patatín patatán. Y pues una que siempre gusta de la curiosidad y el morbo, no tiene más remedio que contestar. El primer correo muy ingenuo de mi parte: —¿a qué te dedicas?—, a lo que él me contestó muy propio: «soy escritor y periodista». Me dio su nombre y yo me quedé impávida, pero con mucha curiosidad, así que lo busqué en la limitada red que en esos días había. Lo que me encontré me dejó boquiabierta. El señor era un eminente periodista, tenía chorrocientos libros publicados, tuvo su propio programa de televisión en conocido canal cultural por varios años y fue una figura muy reconocida en el medio ambiente editorial por ser parte aguas en publicaciones que antes no se hacían en México. Ya saben, yo con cara de suela de zapato, pero honradísima de que un personaje de su talla me haya manifestado su deseo de conocerme, a mí, pobre mortal refundida en risueño pueblecillo del interior de la república.

Llegué con mi madre, que siempre es mi referencia ante personajes de esta naturaleza y me dijo: —«¿Recuerdas los recortes de revista que alguna vez te mostré? Pues él es el autor de tan bellos textos»—. Rauda, le escribí un correo para platicarle de tamaña coincidencia. Esos textos, le dije, reflejaban un conocimiento íntimo de la naturaleza femenina y me encantaban. De hecho, todavía los guardo con celo, le comenté. Bueno, pues para no hacerles el cuento largo, me dijo que ya los había vuelto un libro y que no se habían publicado porque lo vetaron del mundo periodístico por motivos oscuros. De esas cosas que jamás pasan en nuestro México.


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Tuvo a bien compartirme su libro en formato PDF con la consigna de que no lo compartiera hasta su publicación, cosa que he llevado a cabo, por ser su voluntad. La amistad terminó cuando al querer entablar una plática más profunda con él, le pregunté: —¿Cree usted posible que se pueda dar una amistad sincera entre un hombre y una mujer?—. A ver, pero que sonsa. Jamás me volvió a escribir, pero guardo la anécdota con mucho cariño. Para que vean que desde la comodidad de nuestro hogar, pasan cosas de gran intensidad, porque la verdad, yo ni salgo.

domingo, 22 de enero de 2017

Origami amoroso




No cabe duda que los amantes decimonónicos se daban sus mañas para comunicarse, confieso que nunca había visto el “lenguaje de las tarjetas” aquí se los pongo por si se les ofrece:
Doblada la esquina derecha superior: VISITA
Doblada la esquina izquierda superior: FELICITACIÓN
Doblada la esquina izquierda inferior: DESPEDIDA
Doblada la esquina derecha inferior: PÉSAME
Dobladas las dos esquinas superiores: VEN A VERME
Dobladas las dos esquinas inferiores: CORRESPONDIDO
Dobladas las dos esquinas de la derecha: ACEPTO
Dobladas las dos esquinas de la izquierda: NO VUELVAS
Doblada la esquina derecha superior o izquierda inferior: CITA
Tres esquinas dobladas hace dentro: NO HAY PELIGRO
Las mismas esquinas dobladas hacia fuera: HAY PELIGRO
Dobladas las esquinas inferiores una hacia dentro y la otra hacia fuera: ESPERANZA
Dobladas las dos esquinas de la derecha una hacia dentro y la otra hacia fuera: NO PUEDO
Dobladas las cuatro esquinas: CALABAZAS (sic)
Doblada la tarjeta por la mitad: DESPRECIO.

Nada más de imaginarme cuántos errores se pudieron haber cometido por no saber este código mi alma tiembla de pesar. Me chocan los amores no correspondidos.

Fuente: “Colección Cartas amorosas No. 2”, Editorial Vanegas Arroyo, México. Grabado por José Guadalupe Posada.

domingo, 15 de enero de 2017

¡Te digo, pero ahí vas...!





Estimados lectores: (si es que queda uno por allí que me extrañe) me vi forzada a dejar este blog para adquirir experiencia y tener más historias de vida que contar por aquí. Después de un matrimonio fallido, tres relaciones bastante esclarecedoras, cinco kilos más, dos operaciones y cumplir con la edad requerida, ya puedo continuar con estos escritos, fruto de la experiencia de la observación de la naturaleza humana y de mis propias regadas de tepache. Así que me arranco.

Recién durante este año, he observado que en las temidas redes sociales proliferan sitios que se dedican a realizar videos de no más de un minuto, disfrazados de buenas intenciones, pero que no son más que la versión ultra mega reducida de libros de autoayuda, los cuales como saben, detesto bastante. Es entonces que como una ayuda a la comunidad, propiciar el conocimiento interior y para que no se vayan con la finta, he decidido poner en evidencia estas fuentes de saber, sobre todo para ahorrarles tiempo ahora que inicia el año.

Aclaro antes de empezar, que no niego que son efectivos los consejos, que están llenos de buenas intenciones, igualito que el camino al infierno y que cada quien es libre de albergar en su alma la esperanza y determinación del «ahora sí lo voy a hacer». Para que luego no me reclamen, yo respeto mucho. Ahora sí, me arranco.

Micropíldora de sabiduría 1: «Tú tienes la fuerza interior para cambiar. Si algo no te gusta, cámbialo. No es necesario que vivas como lo haces. Deja tu trabajo, tus amistades a tu familia y a tu pez dorado; toma tu mochila (aquí se dan instrucciones de cómo doblar la ropa) y parte a conquistar el mundo»
Provoca en nosotros: «¡Sí, ya es tiempo de cambiar! ¡Estoy hasta el queque de que mi mamá me mande, de que mi novio me cele, de darle de comer al maldito pez, de tener que levantarme a las cuatro de la mañana para hacer ejercicio e ir a trabajar! ¡Nunca más, tengo la edad, tengo la fuerza, solo se requiere de voluntad y esa… más o menos! A ver almohada, ¿cuánto dinero tengo para irme al Tibet a seguir al Dalai?.. mmm, ok, sí la hago!
Pero nosotros vamos y… Nos levantamos a las 4 de la mañana, nos arreglamos, ya se nos olvidó lo que leímos, nos peleamos con el jefe, nos despiden; tenemos deudas, mismas que serán pagadas por nuestros padres y el pez dorado sigue boqueando…

Micropíldora de sabiduría 2: «¿Te has preguntado por qué sigues en una relación tóxica? ¡Ya no más! No te quedes con quien no quiere quedarse contigo. Aferrarse a alguien genera un desgaste emocional que le da en la torre a tu autoestima. Perder  alguien duele mucho, pero es más triste no amarte a ti mismo»
Provoca en nosotros: «¡Ese cabrón me las va a pagar, ahora sí verá como lo ignoro con todititita mi indiferencia, sentirá el desprecio corriendo por sus venas, lo voy a bloquear del feis, del guats, del tuiter, de instagram! ¡Ya lo estoy viendo, preguntándose qué haré, con quien estoy, por qué lo saqué de mi vida! ¡Quiero ver que se arrastre a mis pies, que llore, que se rasgue las vestiduras, que mande decir misas por mi alma, que me encomiende a Santa Rita, patrona de los imposibles para que yo vuelva a su lado, mientras yo me río entre dientes y de lejitos...!»
Pero nosotros vamos y… «¡Ay no, pobre! Seguro ya está con el pendiente ¿pues cómo lo dejo así? Va a pensar que me morí y seguro hace un mega pancho. Ya lo vi, buscando hasta con perros por la Sierra de San Miguelito, grabando en cada penca mi nombre. ¡No pobre, no puedo hacerle esto! Le voy a escribir un Inbox: —¿Juan? Hola gordi ¿qué haces?—.»

Micropíldora de sabiduría 3: «¿Sabías que la chía es una planta milenaria con propiedades astringentes, ayuda a limpiar el riñón, deja el colón para estrenar, evita las palpitaciones del corazón y genera serotonina en el cerebro que es la causante de nuestra felicidad? Desde el inicio de los tiempos los chinos la han tomado y se ve su evidente longevidad»
Provoca en nosotros: «¡Mañana mismo me compro cinco kilos de chía, la venden barata en el mercado y al mayoreo sale muy buena, no como en los supermercados que te la venden por medios kilos y bien cara. Me levanto y voy al sobre ruedas de atrás de mi casa, igual hasta me dan pilón y así no doy tantas vueltas!»
Pero nosotros vamos y… No usamos la chía ni para hacer macetas de animalitos. La chía se llena de gorupos o se la regalamos a nuestro amigo hipster…

Micropíldora de sabiduría 4: «Los gatos son un tesoro. Son la personificación de la elegancia y el buen gusto. Cada gato es un tigre en un cuerpo tierno y esponjosito; dormirá a tu lado cuando haga frío. Su ronroneo es curativo ya que limpia de colesterol las venas y saca las toxinas de tu cuerpo pecador. Tú serás su amigo y proveedor, acepta sus regalos con amor; es un excelente despertador; les encanta jugar con bolas de estambre y plumitas. Duermen 18 horas al día. ¡Una maravilla!»
Provoca en nosotros: «¡Mañana mismo adopto un gato!»
Pero nosotros vamos y… Adoptamos un gato. Pero duermen las 18 horas que tú no estás en casa porque cuando estás, quiere comer, jugar con 28 variedades de juguetes diferentes, te deja los muebles como peluca Pixie y además, tienes la piel rallada por sus simpáticas garritas ya que eres su presa más codiciada. Y se callan, porque tengo un gato.

sábado, 17 de mayo de 2014

Echándome a perder


 Pues yo ya no sé si echarme a perder para ganar o ganar para echarme a perder. Me explico: resulta que ahora con las redes sociales, una se entera de todos los beneficios y maleficios para conservar la salud y tener la garantía de vivir por lo menos 100 años con un cuerpecillo de eterno púber. Por ejemplo, un correo me indica que todas las mañanas antes de levantarme tengo que estirarme como gato durante 3 minutos, tomar un vaso de agua tibia con limón mientras lanzo bendiciones a mi cuerpo hacia los cuatro puntos cardinales. Una vez hecho esto, tengo que meditar durante media hora mandando vibras positivas a todos mis semejantes incluidos mi exesposo, mi vecina chismosa y metiche y a presencias propias y extrañas que pueblan mi hogar pero que están en otra dimensión. Tengo que desayunar un “plato del buen comer” que esté compuesto de frutas, pero no puedo mezclar el plátano con el mango y peor aún, agregarle papaya porque me puede dar un ataque de hiperglucemia; que los cereales no sean transgénicos; hacerme un licuado verde con espinacas, eneldo, perejil, nopal en penca, acelgas, arúgulas, un toque fibra y endulzado con stevia. Las proteínas deben provenir de animales felices y apapachados y el pan debe saber y tener consistencia de paca de alfalfa. Debo bañarme en 5 minutos –que no se trata de tirar el agua–  alternando agua caliente con agua fría para reactivar la circulación mientras doy masaje a mis muslos con un guante de crin usando un jabón de almendras orgánicas para no contaminar el planeta. El pelo es otro boleto: tengo que lavarlo con bicarbonato y vinagre porque los champús me pueden dar cáncer. De hecho, todo da cáncer. Debo tomar el sol en la piel del estómago y los riñones durante 20 minutos y luego correr al árbol más cercano y abrazarlo, todo esto con los pies descalzos para liberarme de todo sufrimiento al tener contacto con la Pachamama. A mi trabajo tengo que llegar (si es que llego a tiempo después de esto) con una sonrisa, y caminar con actitud de triunfadora pero que no se confunda con soberbia porque para ser feliz tengo que ser humilde y tender mi cama. ¡Ah no! Según estudios recientes son más felices las personas que no tienden su cama. Maldición, hoy la tendí. Si tengo problemas, tengo que dejar que el universo se encargue de ellos. Tengo que buscar un rato para estar sola, contarme un chiste y reírme a carcajada batiente durante media hora. El correo indica que no tengo que abusar del sexo (¿Cuál?) pero por otro lado, se ha comprobado científicamente que si se tiene sexo durante media hora se queman 250 calorías. Mejor beso a alguien y quemo 12 porque además, me quita la depresión ya que libero endorfinas; además, ejercito 30 músculos de mi cara así que no tendré arrugas. Tengo que vivir el presente que según se afirma, es lo único que se tiene y perdonar a todos esos maestros de vida que con sus enseñanzas me han ayudado a crecer interiormente (¿?). No debo de hablar con nadie de enfermedades, mucho menos de las mías y evitar a toda costa asistir a funerales y hospitales. No debo ver programas de televisión que me generen ansiedad o sufrimiento (¡Pero si me encantan Criminal Mind y todas las de zombies!). Si por asomo resguardo algo de energía negativa, debo tomar 20 minutos de luz de luna y lavar mi ropa con agua y sal de mar para que todo se libere de energías residuales. Tengo que pintar mi casa de colores claros, quemar incienso regularmente y escuchar música New Age por lo menos una hora diaria (¡Pero, pero y ¿las cumbias?!); No debo de dormir con equipos electrónicos cerca de mí (adiós a mi radio-reloj, mi TV y mi teléfono, a ver cómo me levanto) y que mi cabeza apunte al norte o al este. Además, si vivo por encima de la línea del Ecuador debo de dar giros en sentido de las manecillas del reloj para estar en equilibrio con el campo magnético de mi planeta. Necesito un astrolabio. Mejor contrato un servicio de criogenia. ¿Y si me despierto en 100 años y no sé quién soy? Al carajo, voy a seguir haciendo lo que me dé la gana y no, no me voy a ir a confesar.

domingo, 11 de mayo de 2014

Arquetipos femeninos: la secretaria

Atrás quedó la secretaria, aquella leal trabajadora, inspiración del grupo Mocedades, en donde se narra la historia de la discreción hecha mujer. Si no se acuerdan, aquí se las pongo:https://www.youtube.com/watch?v=vEEIzUkhd6w

Mi experiencia con las secretarias ha sido corta pero substanciosa, he de afirmar que, para tener secretaria, se necesita un perfil de líder, cosa que considero que ni por asomo tengo. Mi contacto con estas hábiles y abnegadas mujeres se había limitado a que me dieran los buenos días y a que fuera a recoger mi cheque “dentro de quince días, porque el Licenciado no los había firmado y quien sabe si iba a regresar.” Ante tales respuestas aprendí taimadamente a llegar siempre con una sonrisa, memorizar sus nombres o llamarlas alegremente con un ¡Hola hermosa! y proceder a apuntar rigurosamente sus cumpleaños en orden mensual colocando al lado, el nombre de la empresa donde trabajaban para llamarlas o en su defecto, regalar “un detallito.” El día de la secretaria fue para mí, más sagrado que Navidad y Día de las Madres juntos.

Luego, la vida me puso en mi lugar y me premió con no una sino ¡cinco! secretarias a mi cargo. Nomás porque me dijeron que con este acto podía sacar a varias ánimas del purgatorio, que si no, me rajo. Pues bien, no sé si el tiempo que duró este martirio en vida (sí, ya sé que es una expresión redundante, pero se oye de garra) sea suficiente para tener la autoridad Jungiana de someterlos a la siguiente clasificación arquetípica de la secretaria, tómenlo como un acto humanitario por si se ven en esos trances. Me arranco:

La redencionista: La que me tocó a mí, me llevaba el Atalaya todas las semanas y tenía la sana costumbre de que en los momentos más álgidos de mi trabajo entraba con cara de “mujer redimida y preocupada a su vez por la redención de mi alma” a invitarme a un congreso de jóvenes creyentes, o a una reunión de su culto por la tarde, o a que donara una cantidad de mi sueldo para beneficio de las almas en pena. Cuando vio que yo era más impenetrable que las murallas de Jericó, su siguiente jugada fue pedirme permiso de ausentarse para asistir ella, que alguien en esa oficina debía mantener la cordura ¡carajo! Nunca se lo di, pero como conocía los entresijos del sistema, todo el reglamento de permisos y derechos del trabajador y los 330 logros sindicales procedió a tocar las trompetas divinas y mandarme al infierno con su dedo flamígero. Recuerdo verla a lo lejos rodeada de un halo de santidad.

La Party Planner: al principio todo es carcajada y armonía: todas nos llevamos bien, nos damos los buenos días y a trabajar. Pero hete aquí que los días se convierten en meses y que al ser una oficina con tantísimo personal, alguien, por fuerza cumple años. Y aquí entra en acción la secre que lleva una agenda rigurosa de los onomásticos mensuales. Un día antes del ágape, organiza con velocidad pasmosa qué nos toca llevar o de a cuánto será el sablazo. Sabe quién cocina una deliciosa cochinita pibil o a quién le sale mejor la salsa molcajeteada. Pide pastel, velitas, gelatina de mosaico, cubertería desechable, tostadas, lechuga y jitomate picados, chiles en vinagre, cebolla morada, patitas de puerco, pollo deshebrado, crema de vaca y queso rallado. Y ¡a darle que es mole de olla! Dos horas señores, dos horas encerradas en un cubículo de 2x1 comiendo tostadas de pata y berreando Las mañanitas para homenajear a la compañera. Si osaba mostrarme al menos contrariada por esta situación y más que nada porque había una fila ingente de personas buscando ser atendidas, me salían con que “todas tenían derecho a media hora para lonchar y pues ese día decidieron juntarlas”. Ahí conocí el significado de la palabra impotencia.

La madre abnegada: este es un caso difícil, ya que va de por medio el paradigma madre solo hay una, tan arraigado en nuestra cultura mexicana. Normalmente tienen de dos a cinco hijos cuyas edades fluctúan entre 2 meses y 6 años, viven en casa de la suegra y tienen que llevar a las creaturas en camión a la guardería, al kinder y a la primaria antes de las 7 de la mañana, lo cual no deja de ser un acto de abnegación, lo reconozco. Como es de suponer, siempre llegan tarde. Checan después de su hora y luego van a que les des un pase de salida para justificar la falta. Diario. Cinco días a la semana. Aquí te amarras la tripa y el resto de los ovarios que te dejaron las otras dos arriba mencionadas y por supuesto, le dices que no. Sus ojos comienzan a rasarse, su labio inferior tiembla, entrelaza las manos en actitud suplicante y te sorraja en la cara: “lo que pasa es que usted no entiende, como no tiene hijos…”. ”¡Hija de su china madre!” Pienso para mis adentros. Ante tal argumento, cedo el primer día, tal vez el segundo. A la tercera vez, ni la recibo, por lo que se echa a andar la maquinaria llamada La venganza de una madre, la cual consiste en odiarte y hacerte quedar mal hasta el fin de sus días, menos en Navidad, que es cuando piden su cuelga.

Por supuesto, no puedo dejar de mencionar que existen secretarias que son como un bálsamo para el alma, las que están de tu parte, las que te meten el hombro en momentos clave. También tuve una así: amable, prudente, eficiente y más lista que yo. Ella fue una de las personas a quienes debo mi agradecimiento. Gracias N por estar conmigo, por ayudarme a llegar a donde estoy.


domingo, 4 de mayo de 2014

Si lo sabe Dios, que lo sepa el mundo (De una vez)


Antes de que alguna alma timorata, asesino serial, amigo metiche, familiar preocupado o personas en general que ni me quieren y a quienes no les importa maldita la cosa lo que hago, he decidido, en un acto de valentía, confesar mis gustos, ya sean aceptados por la sociedad o provocadores del morbo más perverso entre quienes me siguen en las redes sociales.
Esto lo hago, porque definitivamente, ya no tenemos privacidad a partir de que cualquier aplicación que osemos bajar a nuestros dispositivos obliga al usuario a notificar al público pendiente de dónde estoy, qué como y a qué hora voy al baño. Así que comienzo:
Música: lo mismo escucho una sonata de Chopin, que una guacharaca portola cuyo ritmo sicalíptico me hace fantasear con hombres de músculos marcados y brillo sudoroso en la piel. Lo mismo escucho a Bach, que me acelero con electrónica Psyhco o caigo en depresión con los Tres Ases; lo mismo me sale mi lado anarquista con Silvio Rodríguez que me sumerjo en las profundidades del averno cortándome las venas con Emmanuel y su “Todo se derrumbó dentro de mí”. Lo mismo escucho música disco que me zumbo 5 horas de música cubana. Lo único que no soporto es la “Bandamax” y el reguetón, de ahí en fuera ¡Venga! Ya lo dice Spotify.
Respecto al cine he de confesar que me gustan los musicales de Hollywood, ya saben, desde Fred y Ginger deslizándose por la pista, hasta Mickey y Judy cantando Good Morning. Lloré con Bambi  y Dumbo y soñé (creo que lo sigo haciendo ¡maldición!) con el Principe Azul. Pero también me reventé todas las ochentenas cursis como Me enamoré de un maniquí, La chica de rosa (siempre quise toda la ropa que sacaba Molly Ringwald en esa película), Barquillo de Limón y Porky’s. Mel Gibbson, Rob Lowe y Andrew McCarthy poblaron mis sueños adolescentes. Confieso que vi todas las de Van Damme y que Bruce Lee es su padre. Así que la próxima vez que Netflix les anuncie que estoy viendo una de estas, ni se extrañen.
Confieso que tengo un morbo rayano en la perversidad para ver videos de animales tiernos, gente superada, historias de asesinos, moda exótica y trendy y páginas sobre “cómo ser más (lo que sea)”, contesto test del tipo “Qué significa tu nombre”, “Qué animal eres” o “Qué fuiste en otra vida”.

Y bueno, les aviso que como ya bajé la aplicación de Foursquare, próximamente se enterarán de mi apasionante y excitante vida, nomás les pido que si me ven en la funeraria de moda, no se queden con el pendiente y pregunten que con quién.