sábado, 8 de enero de 2011

“Yo soy rielera…”

A mi los trenes me parecen románticos. Esas escenas de película en dónde uno de los dos se trepa en el tren, mientras el otro se queda en el andén transido de dolor, me hacen llorar a lágrima viva. Las luchas de buenos contra malos sobre el techo de un tren que entra en un túnel mientras un helocóptero los sigue de cerca, son excitantes… la clásica escena de cine mudo en donde la rubia de bucles es atada a la vía por el malvado villano de bigote barroco, mientras se acerca una máquina de vapor a todo mecate, me hace sudar las manos a pesar de que ya sé que el muchacho la salvará en el último minuto. Los que no se salvaron, fueron los trenes. A mí no me tocó el auge de los trenes de pasajeros en mi país, pero según decires de mis mayores eran todo un espectáculo. Lo que sí tuve la dicha de conocer, fue a una familia que viajaba en tren. Con ellos tuve oportunidad de experimentar las delicias de viajar en tren. A la huasteca potosina, a Cárdenas (de mis recuerdos más hermosos), a la capital, a San Miguel de Allende, a Real de Catorce. Era toda una experiencia viajar en tren. Salíamos tempranito a la estación y ya nos estaba esperando trenes que salían para Tampico o Monterrey, o la capital. Me acuerdo de sus asientos de madera y de los lugareños que entraban vendiendo gorditas de cuajada, o gelatinas o tacos. O los grupos musicales que amenizaban el viaje cantando corridos acompañados de un acordeón o un violín. Del sonido profundo del silbato. Me acuerdo de las estaciones de piedra, construídas en medio de la nada, con nombres como “Maroma”; “Borregos”, "Wadley" o “Las Ánimas”. Construcciones macizas, todavía algunas en pie y amuebladas con bancas de madera, algunas hechas de durmientes. Viajar en tren era transportarte a otras épocas, conocer otros paisajes a los que no se tiene acceso por medio de carretera, arrullarte con el sonido de las ruedas sobre la vía, a asombrarte con los uniformes, con la religiosa puntualidad, con los rostros de los viajantes… “Es increíble como un país como México no tenga tren de pasajeros” me dijo una amiga. Ella y su familia me enseñaron a viajar en tren y las dos estuvimos de acuerdo en que sólo por esto, deberíamos tener otro Don Porfirio como gobernante… Esta nota se la dedico a Don Paco… por todos los trenes que mantuvo con vida.

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