Lo malo de pasarle mi teléfono celular a todos es que luego recibo mensajitos. Y no es que me moleste recibir mensajitos, eso es muy bueno y reconfortante, pero luego recibe una cada cosa... me explico. Alguien por ahí pensó que yo era una especie de oráculo de Delfos posmoderno. Entonces, los poseedores de mi número piensan ante una situación en la que tienen que discernir: “¡Ah! ¡Ya sé! Le voy a mandar un mensajito a la Rima pa’ preguntarle”. Y se arrancan escribiendo en el lenguaje ininteligible que ya he platicado a “redactar” preguntas como estas:
“Oye, Si tengo un minidisco y lo meto en mi compu ¿Luego lo expulsara?”
“¿A cómo están los cables USB para conectar mi impresora?
“¿Dónde compro crémor tártaro?”
Si limpio una plumilla de caligrafía con thinner ¿Se deshace?
¿No tienes un remedio para quitar las manchas de mostaza de una blusa blanca?
¿A cómo está ahorita un Cd?
¿Se puede grabar un disco por partes?
¿Me puedes decir dónde busco la vida y obra de Miguel de Unamuno?
¿Cuál es la ruta de transporte que me lleva a la colonia Héroe de Nacosari? (Ni siquiera sé de una colonia que se llame así)
Y así, por el estilo. Esto me hace recordar también la serie de preguntas y comentarios en situaciones que nos dice la gente, ignoro si es por nervios, porque les intimida platicar contigo o por hacerse solidarios:
Cuando te caes: ¿Qué te pasó? ¿Te caíste?
Cuando pierdes algo: Pero, ¿En dónde?
Cuando te roban: Pero, ¿No te volaron nada de valor, verdad?
Cuando piensas en musarañas y la inseguridad hace presa del otro: ¿En qué estás pensando?
Cuando estás viendo una película de muestra: Entonces ¿El chinito era travestí?
Una mamá a la familia: ¿Qué quieren de cenar?
Niño chillando por un juguete: ¿No quieres mejor una paleta enchilada?
Después de 15 años de matrimonio ¿Todavía me amas?
Cuando sufres una pérdida: ¿Cómo estás?
Cuando chocas: Pues ¿Qué no te fijaste?
Cuando te ven: ¿Todavía no te vas?
Cuando llaman al teléfono de tu casa ¿Dónde estás?
Pero se agradece el interés y la confianza, eso que ni qué.
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