domingo, 25 de octubre de 2009

Manuales de uso

Hace poco compré un nuevo teléfono móvil. He de confesar que iba con miedo. No al teléfono, no a lo caros que están los condenados aparatos esos... le tengo miedo al librito que acompaña a cuanto electrodoméstico, minicomponente, librero de melanina ponderosa o computador que se precie de calidad y prestigio, pueda yo adquirir. Normalmente vienen en una pequeña bolsa de plástico, ya sea solos o acompañados de una o dos pijas de repuesto, o varios alambritos de los cuales tengo una colección que envidiaría cualquier ferretería. Normalmente, el “manual del usuario” viene en dieciséis idiomas, entre ellos el árabe, el Wu y el bengalí. Si el manual es de los que se desdobla, sucede lo mismo que con los mapas: jamás vuelven a quedar igual. Ve una el índice y se dice para sus adentros: “¡Ah, qué bien! Trae desde cómo encender el aparatejo en la página 10”. Pero resulta que en la página diez también vienen las instrucciones generales, los códigos de acceso, cómo recargar el aparato, qué hacer en caso de incendio y los servicios de red. Cuando una se remite a la mencionada página nos damos cuenta de que escuetamente nos dice: “para cualquier información acerca de los servicios de mantenimiento, consulte a su proveedor de servicios más cercano”. Otra cosa que me encanta de los instructivos de uso, son los esquemas en donde le señalan a una todas las teclas y conectores que puede traer nuestra nueva adquisición. Le indican a uno: “Para encender o apagar el aparato, mantenga pulsada la tecla encender/apagar”. Busca una en el diagrama cuál es la tecla y no viene, o viene como tecla “finalizar”. Que me perdonen, pero no soy intuitiva para estos aparatos del demonio. Hace poco, compré también una lavadora. La instalé y cuando la estrené, la condenada se puso a bailar una mezcla de rumba flamenca con mambo... se fue caminando hasta la puerta y yo sin saber qué demonios tenía hasta que alguien me dijo: “¿le quitaste los flejes que trae de fábrica?”. Al ver mi cara de interrogación, metió las manos atrás de la tina y cortó unos alambres que yo ni sabía que existían... Ahora extraño mi lavadora rumbera, que es la única que quería bailar conmigo...

1 comentario:

Arturo Haro dijo...

Juar juar juar!

Me encanta cuando en los consabidos manualitos incluyen una tabla de Problemas y posibles soluciones.

Pero más me divierte cuando vienen mal traducidos...