Uno de mis más preciados recuerdos infantiles entrados a la adolescencia es la llegada de la revista “Selecciones”. Muchas personas que conozco la alucinan por sus relatos lacrimosos y sensibleros, pero lo cierto es que todo mundo la ha leído alguna vez. Además, es una lectura para el baño fabulosa: breve, concisa y precisa. Pero lo que más me gustaba de esta revista era su publicidad por correo, toda una aventura. Llegaba en un sobre con porte pagado y bien rellenito de ilusiones. No sé cuántos papeles contenía, pero era divertidísimo juntarnos en familia y comenzar el largo proceso de cumplir con todas las indicaciones precisas para ganarse un auto. Primero te decían que de entre los 6 millones de suscriptores TU HABÍAS SIDO SELECCIONADO POR UNA COMPUTADORA –lo cual sonaba de lo más sofisticado-PARA PARTICIPAR EN EL MAGNO SORTEO DE 25 AUTOS ÚLTIMO MODELO. Eso, por supuesto, ya te hacía sentir orgulloso. Ahora pienso que la dichosa computadora que nos seleccionaba era la de Blas Pascal, porque después me enteré que a todo mundo le mandaban lo mismo. Posterior a esto, tenías que despegar una llave de metal, que era la llave del auto de tus sueños. Con esa llave te ibas al segundo papel en donde venían una serie de 8 recuadros platinados que debías rascar para saber si te salía tres veces la palabra “ganador”. Siempre salía, así que podías continuar con el mercado de sueños. Pasada la primera prueba “crispa nervios”, debías buscar una plantilla de cuadritos de colores con líneas desprendibles que mostraba la disponibilidad de colores del coche en cuestión: vino, plata, rojo, verde… escogías el tuyo y lo pegabas en otra plantilla, llenabas un formato con tus generales y metías todo en un sobre –incluidas tus esperanzas de ganar- también con porte pagado. Y córrele al super “El Águila” para mandarlo cuanto antes. Me acuerdo que también mandaban plantillas con todos los libros que podías comprar o con las colecciones de discos disponibles: “28 joyas musicales”, “Lo mejor de Ray Conniff” o “Serenatas con rondalla”. Nunca nos ganamos nada, pero esos momentos alrededor de la mesa armando el numerito, fueron de lo más divertidos. Y como quiera, eso se agradece.
4 comentarios:
Hola Pimpo saludos hace mucho que no nos vemos me encantó la cama de Hidalgo y el de Selecciones recordé cuando mi papá tiraba todo a la basura y nosotros nos peleabamos por la llavecita por el sobrecito y lo que fuera chupable para pegarnoslo donde se podía un abrazo...G
Gracias por tu comentario Pimpo, siiii esa llavecita era codiciada por todo niño que se preciara... y qué tal los timbres que traían todas las colecciones de discos o de libros? Era divertidisimo!!!!
También a mí me llamaba mucho la atención que fuéramos seleccionados de entre tanta gente! eso de sentirse especial es padre!
Así es, siempre sentirse especial, aunque sea para una computadora, es maravilloso... gracias por tu comentario!!!
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