Ahora que estamos en temporada de festejos navideños y convivios de todo tipo, deseo compartir una inquietud que se me manifiesta cada vez que voy a uno de ellos: los nombres de los platillos en los menús. Me explico: creo que es bueno adjetivar algo para describir o ponderar los atributos o las cualidades de lo que estamos comiendo. Así, nos encontramos en las cartas: “Sabroso mole de olla acompañado de tortillas hechas a mano”; “Delicioso fiambre de la casa”; “Suculentas tiras de pollo bañadas en salsa verde”: “Sabroso”, “delicioso” y “suculento” son cualidades que todo cristiano con dos dedos de frente entiende, de hecho, provocan en el comensal las ganas inmediatas de probar dicho platillo. El problema viene cuando en alguna boda o banquete o convivio de oficina, nos ponen en una mona tarjetita doble lo que vamos a comer en tan magna ocasión. “Mar y montaña”… sólo eso. Hay que pensarle, pero seguro son “frutos del mar” (elegante manera de nombrar a los mariscos) con trozos de res o cerdo bañadas de una salsa que quiso ser de… vayan ustedes a saber. O cuando nos agasajan con una “Suprema de pollo”, que no es más que una pechuga bañada de salsita verde; o la “Sopa con sorpresa de uva verde” que sí resulta sorprendente porque nunca encontramos los dos cuartos de una uva que según el decir del menú, navega en crema, la cual, y según apuestas que se dan entre los contertulios es de ¿piñón? ¿pistache? ¿queso? Lomo “noche y día” para indicarnos que las carnes irán bañadas de salsa blanca y oscura o el “Aperitivo selecto” en donde encontramos en un plato de 30 cm de circunferencia dos micro tomates, una hoja de lechuga escarola y un “cherry corn” navegando de selectísima manera… O uno que me encantó, que presentaban al asistente una ensalada “al Pedro Jiménez”. -¿Y ese señor quién es?- pregunto. El mesero encoge los hombros y contesta: “Pos sabe seño, pero pruébela, está sabrosa”. Suquet de rape sobre fondo de patata; florete de pepino, ensalada de rúcula; Tarrina de tubérculos; Turbot al horno; Meloso de ternera… yo de plano, prefiero las fonditas que me dicen exactamente qué estoy comiendo y que además me ofrecen “tortillitas hechas a mano, acompañadas de frijolitos chinos, salsita de molcajete y cafecito de olla” que como es sabido, así en diminutivo, es más sabrosito… Esta nota se la dedico a mi amiga “M” de León, con quien tuve el gusto de probar mi primera sopa de “Frutos del bosque tibios”.
1 comentario:
jajajajaja, de la risa hasta se me atoró una "delicia de fresa con frescas hierbas" que me estaba saboreando
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