sábado, 21 de abril de 2012

El gato negro

Desde el principio aclaro que este no es un concepto de mi autoría. Se lo debo a mi querida amiga Y, que es excelente para crear metáforas visuales y de las otras, también. Dicen que la venganza es un plato que se come frío. Y que con esa frialdad, debemos organizar la logística revanchera, para que nos salga bien, cuaje y quedemos muy bien parados. También se dice por ahí, que cuando un hombre se quiere vengar, agarra y mata a los traidores de su ideología –llámese infidelidad, préstamo monetario o deuda de honor– sin menor problema, mientras que la mujer dolida, es la que planifica, perversea y nomás está viendo por dónde darle en la torre, ya sea a la amiga, al esposo o al amante. Yo me quedo con la teoría del “Gato Negro”. Desde tiempos muy remotos, los gatos han sido los que llevan la pesada carga simbólica del mal: acompañantes de las brujas, son casi la representación mismísima de Belcebú, cuantimás si se trata de un gato negro. De todas las razas y colores conocidos, el gato negro se lleva las palmas cuando de índice de maldad se trata. Y ahí está el quid del asunto: la teoría del gato negro nos indica que no debemos hacer nada para vengarnos, la venganza se gesta sola. ¿Qué debemos hacer entonces? Esperar, esperar, mientras se acaricia al gato negro. La vida y la paciencia van armando el escenario posible que nos otorgará tarde o temprano esa anhelada revancha. El problema es que pueden pasar años para que esto se cumpla. ¿Cómo saber que ya hemos sido vengados de la afrenta pasada? Cuando lo que le sucede al otro es proporcional al daño recibido. El chiste es no desistir. Seguir acariciando al gato negro de manera continuada, profusa y elegante. ¿Qué no pasa nada? Sigamos acariciando a nuestro pequeño gato, que de un certero salto llegará para arrebujarse en nuestro regazo en dónde se siente cómodo y bien alimentado. No hay nada que les guste más a los gatos negros que ser acariciados, con caricias sistemáticas, a veces lentamente como el paso del tiempo, otras compulsivas, cuando perdemos la paciencia. El felino se deja hacer, lo soporta todo con tal que lo sigamos acariciando. Y entonces un día, no se sabe cómo ni cuándo, el gato voltea a vernos con sus grandes ojos y comienza a ronronear…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

....es ahí donde realmente comienza la.....venganza....? acaso....?...o simplemente es una intuición que cada uno lleva dentro para poder sacar toda esa ira no reflejada en una contienda abierta y retante...solo para no sacarnos a "balcón...."..no importa igual es disfrutable mi querida medusa...siempre me han gutado los platos frescos...por no decir..."en frío...."...sobre todo en esta época del año...cuando el calor es recalcitrante...sabes algo...?..el frío nunca te lo quitas ..aun que tengas una cobija...¿eléctrica...?...el calor siempre...solo basta un duchazo de agua helada con una piña colada a un lado..(no hablo de damas ni mujeres...)o un mojito...y...listo....!

Medusa dijo...

Estimado Anónimo: tienes toda la razón, yo en lo personal no creo en venganzas, que sólo te dejan un mal sabor de boca, se canta: "qué bonita es la venganza cuando Dios te la concede". A veces sí da gusto la desgracia ajena, pero alegrarme por eso es ruin y rastrero... que cada quien cargue su jarro de miel... Y Bueno, de la receta del mojito, pues ¡salud! Por ellos, aunque mal paguen!!!