domingo, 12 de agosto de 2012

Instructivo que trata del fino arte de dar fin

Estoy impresionada por la proliferación de programas televisivos cuyo tema principal es el asesinato en serie, o por el interés de cobrar un seguro de vida, o simplemente porque ya no aguantamos al energúmeno (a) que vive a nuestro lado. Venenos, sierras eléctricas, cal viva para desaparecer el cuerpo y anticongelante en dosis sistemáticas son lugares comunes en estas series de televisión. Se dice que estamos en la rayita para convertirnos en asesinos, nomás es cosa de que nos echen a andar y ¡zas! comienza a rodar la maquinaria para elucubrar el plan más macabro que se pueda imaginar. Para llegar a tales extremos es porque ya nos colmaron el plato, la persona causante de nuestras desgracias ha logrado a fuerza de tenacidad y empeño sacar la peor parte de nosotros. La desesperación e impotencia hacen presa de nuestros pensamientos en cualquier momento o lugar. Analizando estos programas, he decidido por el bien común, hacer un listado para evitar en la medida de lo posible, ejecutar dicho plan macabro a menos, claro, que sean psicópatas declarados. En primer lugar, realice una valoración exhaustiva respecto si la persona ha hecho lo suficiente como para que lo mandemos con boleto de no retorno al Valle del Josafat; muchas veces serán tercos, manipuladores, chantajistas, abusadores o explotadores pero como nos aman mucho y siempre corren arrepentidos a nuestros pies, jurando que ahora sí “voy a cambiar” podemos dar una chance más, a pesar de que llevamos veinte años soportando tal comportamiento. Créale señor, señora, cuando nos dicen que van a cambiar, lo más seguro es que lo hagan. Si el sujeto de nuestra desgracia decide no trabajar porque está al lado de una señora superada, exitosa, que gana lo suficiente para mantener a una familia de cinco; sabe que lo tiene inscrito en el seguro médico familiar; le compra su ropa y se la lava, le da dinero para irse con sus amigotes de parranda, jamás ayuda en las labores domésticas y además reclama que “otra vez papas al horno”, no se apure, las mujeres estamos hechas para aguantar un piano, el chiste es tener al viejo al lado, para que nos acompañe a la boda de la hija de la comadre. No se preocupe si el señor llega diciéndole que “ahora sí vieja, ya me llegó mi oportunidad, invertiré en el negocio de mi vida”. Lo que usted tiene que hacer es sacar una extensión de su tarjeta de crédito, por si se requiere dinero para la inversión, no se enoje ni se exalte. En caso de que se sobregire el crédito, lo más seguro es que él señor tendrá el suficiente poder adquisitivo para solventar la deuda, usted nomás apóyelo y escúchelo, para eso estamos las mujeres, para apoyar los sueños guajiros de nuestra pareja. Si el señor comienza a suspirar, tiene la mirada perdida y no tiene ánimos para nada, lo más seguro es que necesite lana. Pregúntele de forma delicada qué es lo que le acontece, muéstrese comprensiva y corra al cajero más cercano para sacar esos veinte mil pesos que el señor necesita para pagar la renta del departamento de su querida. Se trata de tenerlo contento para que nos dedique unas tres horas de su ocupado tiempo los domingos en casa, viendo el partido de futbol, mientras nosotros preparamos deliciosos bocadillos y tenemos cerveza fría para cuando el señor nos solicite una bebida refrescante. Y evite en la medida de lo posible ver “Las verdaderas mujeres asesinas”, nomás le dan ideas a una y corremos el riesgo de pasar el resto de nuestras vidas bien contentas.

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