Ya me voy a volver más audaz en este blog porque ya se me anda acabando la imaginación para escribir, así que ahora los entretengo con las clases de besos. Aclaro que esta idea me la dio mi madre cuando estábamos platicando de besos indeseables. Así que con todo respeto para mi progenitora, me arranco.
Situación indeseable 1.
Eres un niño (a) de aproximadamente 7 u 8 años. Y tu madre te dice que irán a visitar a la tía Pancha. La tía Pancha es una octogenaria de bigote hirsuto, completamente blanco pero que siempre te da caramelos. Y esa es tu perdición, ya que olvidas la última vez que estuviste ahí. Llegas con la tía y en ese momento, el estomago se te encoge y se detiene el tiempo: te acuerdas del precio que pagarás por las ansiadas golosinas. Te preguntas si vale la pena. Y vas directo a los brazos de la tía bigotona cual condenado al cadalso quien te cubre la tez de tasajeadas varias y de varias profundidades mientras te despeina la trenza y te dice con tierna voz: –¡Pero que hermosa mi niñaaaaaa! ¡Ya estas hecha una mujercita! ¡Ven a darme un besito nena hermosa!–. De más está decir que la tasajeada va acompañada de babita santa de la tía, la cual, por supuesto, no te puedes limpiar con temor a ofender. Y esperas que para cuando cumplas quince, la tía te herede. Mínimo.
Situación indeseable 2
Esta es más tranquila pero no por ello menos aberrante. No sé de dónde provenga esta centenaria costumbre, pero imagino que era para presentar respetos. Resulta que tus padres tuvieron a bien nombrar padrino de bautizo al amigo de juventud. Un señor alto, moreno, recio y con manos que reflejan el trabajo que han realizado. Callos y padrastros pueblan sus regordetes dedos que se ven adornados con unos tres o cuatro pelos negros en las falangetas renegridas. Y resulta que tu madre te estimula dándote un empujoncito mientras te dice con voz firme y los ojos torcidos: ¬–¡Niña, salude a su padrino! ¡Bésele la mano! ¡Ándele! El hombre se te queda viendo con mirada retadora y medio pedófila. Por lo general, después de esta experiencia, la criatura se volverá atea o por lo menos, dejará a sus hijos moritos.
Situación indeseable 3
Ya más grandecita y bien formada, la niña se ve ante situaciones por demás comprometedoras. Yo no sé quien inventó eso de andarse dando besos con cuanta persona una conoce. Si el beso es un acto íntimo y que demuestra cariño por alguien, cómo es posible que te presentan a un huerco granujiento y le tengas que dar un beso en toda la colonia de barros y espinillas que pueblan su cara adolescente. En ese momento, extrañas a tu padrino y a la tía Pancha y juras que tu primer beso será inolvidable.
Situación indeseable 4
Y resulta que llega el anhelado día en que conoces al baboso de tu cuadra, aquella angelical criatura que puebla tus sueños juveniles y con quien quieres pasar el resto de tu vida. Tu verdadero amor, aquel a quien estás dispuesta a entregar el primer ósculo de tu boca. Y están platicando recargados en un árbol, y se ocultan de las miradas pícaras y burlonas de sus compañeros de juego. Y él te dice con mirada anhelante: –¿Te puedo besar?¬– y tú, tímida y virginal, bajas la mirada y emites un “Sí” quedito y discreto, no sin antes aclararle al sujeto de tus desvelos que jamás fuiste besada. El tipo se te acerca, pega su boca contra la tuya y comienza a moverla como si chupara una pulpa. Y de repente, al abrir tu boca, cae dentro de ella un chicle masticado. Literal, un chicle masticado. En el colmo del romanticismo, el te dice quedo, al oído: “Ora pásamelo de regreso”. No vuelves a besar hasta que cumples 29 y estás a punto de casarte.
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