domingo, 26 de mayo de 2013
La falsa letra
“Con letras ya borradas por los años, y en un papel que el tiempo a carcomido […]”. Así comenzaban los versos de Juan de Dios Peza que mi madre recitaba cuando andaba de vena melancólica. Y bueno, ahora ya no se puede aplicar este referente, ya es imposible palpar una buena carta de amor escrita en tinta negra que según decires del poeta es la tinta que más refleja la amargura. Ahora, el asunto de escribir cartas es ese: ¿qué pongo como asunto? Hace poco recibí una carta. Yo creo que tenía como veinte años de no recibir una. La última que recibí no se cuál es, pero tuve la precaución de guardar muchas cartas acumuladas a lo largo de los años. Supongo que por romántica, por nostálgica, porque atesoro momentos y me acuerdo de ellos releyendo. Con unas me da risa, me acuerdo de mis años de primaria y secundaria, de lo babosas que éramos mis amigas y yo; de la emoción de llegar de la universidad y que mi mamá me dijera: “Te llegó una carta”. Bueno, el estómago se me revolvía ante la expectativa de ver de quién era, qué me decía. No me puedo quejar de mi acervo epistolario e incluso tengo una colección de cartas que pertenecen a épocas aun más lejanas que la mía, de años, de siglos pasados. Ahí es donde veo cómo ha cambiado el lenguaje, cómo nos dirigimos a los otros, sin el menor atisbo de buenos modales, de buena educación. Ahora hay que ser experto en hot line, en ridículos monitos para expresar nuestras emociones y las palabras poco a poco se sustituyen por memes o etiquetas de moda. Todo en aras de ahorrar tiempo. Hace poco puse a mis alumnos a escribir una carta y a enviarla por correo. Nomás por el gusto de hacerlos sentir esa sensación. Y fue maravilloso ya que yo también participé. Me llegó una carta larga, llena de anécdotas e incluso una broma incluida. La traje paseando como una semana y la releía en momentos de espera, cada vez que podía. Cuando lo platiqué, pocos o nadie hizo el menor comentario, me miran como si estuviera loca. Yo los compadezco, no saben lo que es leer cartas después de treinta años compuestas de letras ya borradas por los años.
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