Yo
no sé por qué, pero las primeras letras siempre son muy dolorosas. He aquí,
unos vagos recuerdos de cómo me embarqué en este mundo de páginas por leer.
¿Quién no se acuerda de los cuadernos Scribe de doble raya? Siempre que me
acuerdo de ellos, lo hago no sin un poco de angustia. Y de la buena. “Saquen su
cuaderno de doble raya” decía la maestra. Yo abría la tapa de aquél pupitre
añoso mal pintado de un color indefinido y buscaba entre mis “útiles escolares”
el dichoso cuadernito. Y ahí nos tienen, haciendo palito y bolita con esmero…
planas y planas de palito, bolita. Luego, a juntarlos para formar esos signos
desconocidos que representaban sonidos. La “S” nunca me salía bien y mucho
menos la “F” así me las compararan con una foca o una serpiente. Yo fui de los
millones de niños mexicanos que llevaron “El libro mágico” para aprender a leer
y escribir. Frases clásicas como “La pipa de papá”, “Ese oso se asea” y la
nunca olvidada “mi mamá me mima” son más clásicas que cualquier clásico literario.
El papel traslúcido que servía para copiar tan profundas frases se llenaba de
garabatos sin sentido y yo sufría y lloraba, al punto de que un día, como ya he
platicado, declaré ceguera total a mi maestra de 3º de Kinder para no leer un
párrafo del odiado libro. Pero hete aquí que ni en mis peores pesadillas
infantiles pude imaginar lo que me deparaba el destino. Al entrar a primaria,
apareció en mi vida un señor muy derechito, formal y de bombín –así me lo
imaginaba– cuyo nombre todavía lo tengo grabado en mi memoria: Don Emilio
Marín. Este señor, cuya vida desconozco pero imagino, se dio a la engorrosa
tarea de escribir un libro que tituló “Gramática Española”. El mencionado libro
contenía todos los saberes y entresijos para el correcto uso del idioma
español. Imaginen a una pequeña niñita de largas trenzas, de 6 años y uniforme
muy planchado, ingenua ella y muy sonriente que llegaba todos los días con la
sensación de que las paredes del añoso colegio se le venían encima. Porque a
primera hora y después de hacer fila para entrar al salón, comenzaba la tortura
de Don Emilio. “Niñas –decía la maestra con fingida inocencia– saquen su libro
de Español”. Punzada en el estómago. Sacaba el mencionado libro, que a
continuación describo brevemente, para que no vivan agobiados por el resto de
sus días, como yo. En primero lugar, Don Emilio era todo un caballero, yo creo
que sus papás eran españoles refugiados y seguro él estudio en la Benemérita
Normal para obtener el título de maestro. Así que todo su libro estaba escrito
en 2ª persona del plural. Imaginen pues, la lección de los tiempos verbales en
este tenor:
“¿Vos
sabéis qué se entiende por tiempo verbal? No os preocupéis queridos niños, aquí
os lo voy a decir” Y así todas las instrucciones, por lo que no me quedaba
claro si estaba leyendo un cuento de hadas o un documento de la época de María
Canica. Los textos para definir cualquier elemento de la oración, eran como
para suicidarse. Por ejemplo, veamos la definición de adjetivo indefinido:
“
Los adjetivos indefinidos limitan la significación del sustantivo de un modo
vago o general”; o ésta, que es una joya: “Accidentes gramaticales son las
alteraciones que experimentan las palabras en sus desinencias”. ¡Seis años, por
Dios! Digo, agradezco a mis maestras la confianza de pensar que yo sabía que
era desinencia a tan tierna edad, pero se pasan. Especial merecimiento es
otorgado a los ejemplos y ejercicios que Don Emilio pensó con dedicación y
esmero, usando todos sus conocimientos de pedagogo experimentado. Veamos
algunos párrafos.
EJERCICIO DE APLICACIÓN. Entresacar
los sustantivos e indicar su género y número: ¡Loor te sea dado, oh valerosa y magnánima mano,
escogida por el cielo para descubrir el nuevo mundo y unir, con eterno vínculo,
dos hemisferios, antes tan desconocidos como separados! O estos ejercicios de
reflexión: Un buen consejo: se ha
cometido una falta en clase. El maestro va a castigar a todos si el culpable no
se da a conocer. Sois varios en saber quién es el culpable, escribidle para
aconsejarle que confiese su falta. ¡Madre pura! O este: Explicad el proverbio siguiente: Se ha de romper la cáscara para
tener la almendra. A los seis años cumplidos ni Sócrates hubiera reflexionado
tanto. Y luego las autoridades se quejan de que en México sus habitantes no
leen.
3 comentarios:
Hermoso Rima!
Aún conservo ése, para mi, mágico volúmen de "Gramática Española".
Mil felicidades;escribes muy bien.
Rodolfo.
Y,desde luego,también,incomprensible.
R.
Irma!!! me encanta tu blog, llevo varias semanas esperando una nueva puntada tuya espero pronto publiques entradas frescas. Un abrazo!!!
Publicar un comentario