Una vez que hube cumplido con dos de los sacramentos que manda la madre iglesia, supuse -¡Oh ingenua de mí!- que mi formación católica estaba completa. ¡Cuán equivocada estaba! No contaba con que mi madre tenía planeado para mí un número significativo de años asistiéndo al catecismo todos los sábados por la tarde. Supongo que quería reforzar en mí la devoción y fe que toda niña de buena familia y mejores costumbres debe tener. Así que, resignada y con mi libreta “Polito” en mano, comencé a asistir con mi resignada hermana al catecismo los mencionados sábados, el cuál se impartía en una casa ubicada al lado de conocida iglesia de la localidad. La bigotona maestra que impartía el catecismo, nos encargó para la siguiente clase el “Catecismo del padre Jerónimo Ripalda”. Llegándo a mi casa transmití a mis padres el encargo y ellos, ni tardos ni perezosos, corrieron a comprarlo mientras comentaban que ellos también habían seguido las enseñanzas de tan santo varón y que se asombraban de que todavía editaran semejante texto. El susodicho librillo es una edición en rústica, encuadernado en papel cartoncillo rojo –hacía juego con mi libreta “Polito”- e impreso en hojas de papel revolución. De entrada, me tuve que aprender el texto compuesto de 87 versos que inicia de la siguiente manera: “Todo fiel cristiano, está muy obligado a tener devoción de todo corazón…” que más pareciera el comienzo de un corrido porque en el último verso nos da la entrada para arrancarnos a aprender las 293 oraciones consignadas entre sus rupéstres páginas. Para una niña de buenas costumbres, acostumbrada a leer “La Pequeña Lulú” y “Archie” esto fue una afrenta al intelecto. ¿Cómo demonios –perdón- una niña se iba a aprender los catorce artículos de la fe? Reto a cualquiera a que me los recite en estos tiempos… Por no hablar del lenguaje utilizado: “Las obras de misericordia son catorce… dar buen consejo a quien lo ha menester… perdonar las injurias… sufrir con paciencia las flaquesas (sic) de nuestro prójimo…” Incluso traía notas aclaratorias como: “Flaqueza: molestias, daños o agravios que puedan venirnos de parte de nuestros prójimos débiles y miserables hijos de Adán”. Ha estas alturas, yo me convencía cada vez más que el miserable hijo de… Adán era el padrecito ese. Vale la pena que les ponga algunos de los títulos de los capítulos a ver si se acuerdan: “Las potencias del alma”; “ Los sentidos corporales”; “ Las virtudes teologales y cardinales”; “Los novísimos o postrimerías del hombre” y así por el estilo. Luego pasabamos al capítulo que comenzaba con un interrogatorio digno de la KGB: “Decid niño ¿Cuál es tu nombre? Aquí el temeroso chiquillo contestaba con el apelativo y ¡guay! del que dijera su apodo porque se hacía merecedor al zape “acomoda cerebros” de la maestra bigotona; “¿Sois cristiano? No faltaba el que dijera ¡Nooo, yo le voy al Atlante!; “¿Quién es Cristo? ¿Cómo es Dios? ¿Cómo usais vos la señal de la cruz?” Ante tales preguntas se manifestaba el infierno en todo su esplendor: llantos y rechinido de dientes, crujido de huesos de las infantiles manecitas, pelos jalados y orejas mutiladas, ojos entornados clamando al cielo misericordia… el apocalipsis en todo su esplendor. De la página 27 a la 88 el interrogatorio continuaba sin piedad; estoy segura que este texto es usado todavía por las principales corporaciones policiacas a nivel mundial.
sábado, 24 de abril de 2010
De por qué me volví atea. Parte II
sábado, 17 de abril de 2010
El ser y la nada
No, no teman. No daré cuenta en esta ocasión de la filosofía existencialista. Describiré esta vez mi llorada identidad perdida. Hasta hace escasos 15 años, yo poseía para identificarme una credencial de elector, un acta de nacimiento y un registro de trabajo para declarar mis ingresos a gobierno. Vivía relativamente tranquila, salvo en tiempos de declaración de impuestos: nada que no se pudiera resolver con un tequila y dos noches de insomnio. Pero hete aquí que llegó el correo electrónico con todos sus beneficios, lo que provocó la creación obligada de una nueva identidad, puesto que tengo una para mi trabajo, otro para mi solaz y esparcimiento, uno más para las redes sociales y como 3,245 identidades generadas por cuanto sitio así me lo solicitare para tener oportunidad de consultar sus saberes y decires. No hablo de las contraseñas porque podrían enloquecer. Decidí hacer una lista con todos mis apelativos postizos y sus respectivas contraseñas, las cuales guardé celosamente en un rincón de mi computadora. ¿Qué se me olvidaba una contraseña? Corría al documento en cuestión para asesorarme y santo remedio.
Un aciago día -lluvioso por cierto, los aciagos días siempre son así-, me llega una notificación en donde se me informa de la necesidad de volver a dar de alta mi identidad porque ahora las reglas hacendarias han cambiado. Un agujero estomacal inició su formación en fase latente. Me armé de valor, entregué mis papeles al contador y me olvidé del asunto. El contador hizo su trabajo al más puro estilo Capone y mirándome a los ojos con una mezcla de placer y compasión me informó: “Pero, le hace falta el CIEC”. “Muy bien” –pensé- “el CIEC”. El agujero creció un centímetro. Ingresé a la red para iniciar mi búsqueda sobre el mentado CIEC. “Ingrese su registro de hacienda y su contraseña”. Lo ingresé y apareció el temido mensajito: “Estimado usuario, se le informa que para generar el CIEC tiene que tener su FIEL actualizada”. “Ok, serenidad y paciencia. Veré que es la FIEL”. “Femenina, ha de ser complicado” –volví a pensar- mientras mi agujero de estómago ya le hacía la competencia al de ozono. Busco FIEL y se me indica que es la Firma Electrónica Avanzada. “Bien, díganme en dónde firmo y lo hago, caray”. Ingreso para firmar y el temido y confianzudo mensajito vuelve a aparecer: “Estimado usuario: se le informa que para obtener la FIEL, debe llenar primero la SOLFEA”. “¡Maldición, estoy perdida! ¡Ahora resulta que hasta les tengo que cantar!”. Con paciencia franciscana y silicio en mano, busco SOLFEA que quiere decir: Solicitud de Firma Electrónica Avanzada.
Retomando el tema y después de ingerir dos Ranitidinas a las que escuché caer en el vacío de mi agujero estomacal, me di a la tarea de imprimir la dichosa forma, en donde se me solicitaba un comprobante de mi existencia en este planeta que no fuera el acta de nacimiento, CURP, RFC, pasaporte, visa, credencial de elector y/o cualquier credencial que me acreditara como miembro de un tienda oficial para rentar películas. Una vez más y alzando los ojos al cielo clamando un poco de piedad, me di a la tarea de buscar qué demonios podía llevar para comprobarle al país que en verdad existo.
Esta nota se la dedico a todas las madrecitas mexicanas de los abnegados trabajadores de gobierno; personas involucradas en el diseño web de sus sitios en la red; con todo mi cariño además, a las madres de las dependientas municipales, esperando que mi recordatorio les llegue hasta el 10 de mayo próximo...
miércoles, 14 de abril de 2010
De onomásticos, cumpleaños y natalicios
Desde hace mucho, tengo la certeza de que nacer es una de las cosas más naturales, causales y dolorosas –a veces azarosos- que pudieran pasarle a cualquier ser vivo que recorra los tortuosos caminos de la vida. Si esto es así me pregunto: ¿Por qué festejamos los natalicios, onomásticos y cumpleaños? Porque aclaro, son diferentes momentos: no es lo mismo el natalicio de Benito Juárez –en donde todos contentos festejamos su día con el asueto estipulado por ley-, que un onomástico –normalmente este término se utiliza en la escuela y se aplica al nacimiento del maestro o de la señorita directora, porque es palabra curra y se oye rete elegante decir: “Con motivo del onomástico de la Srita. Directora las niñas del plantel ejecutarán un bailable, etc…” aunque las pobres criaturas no sepan qué Judas es esa palabreja… En fin, el tema que me ocupa es la celebración del cumpleaños. Al festejado(a) se le llama “cumpleañero (a)” y existen diversos tipos de ellos, a saber:
1. Cumpleañero cibernético: le encanta que lo festejen y hace de todo por llamar la atención en los ámbitos ciberespaciales: pone recados anunciando su cumple en las diversas redes sociales a las que pertenece, porque claro, tiene 964 amigos nada más en su país y ese día contabiliza con asiduidad todos los correos con las notificaciones que le llegan además de regalitos virtuales de lo más originales. En su Messenger pone un mensaje de texto que dice: “¡Mis adoradoooos!, gracias por acordarse de mí, los amoooouuu”. No alude al cumpleaños, pero veladamente el que lo lee piensa: “¿De qué me tengo que acordar?”. E inmediatamente le cae el veinte y se lanza a enviarle una postal virtual al cumplecibernético en cuestión;
2. Cumpleañero análogo: a esta categoría pertenecen los que detestan las computadoras o los que ya andan ingresando a la tercera edad. Desde temprano, recogen su casa, lavan la ropa, van al mercado, preparan un pastel, gelatina y bebidas espirituosas, por supuesto, estrenan ese día y luego a misa a dar gracias por un año más; las señoras se van al salón para quitarse los últimos 25 años de edad y los señores esperan sentados a que sus esposas les digan qué hacer. Comienza el viacrucis: libreta en mano, apuntan quién les habló por teléfono, quién les mandó flores; quién las fue a visitar. Su máximo goce es sentirse con las amistades que olvidaron la bendita fecha que las vió nacer. Y siempre que las felicitan les encanta decir: “No, yo ya no cumplo años, ahora los descumplo”, con lo que todos mueren de risa, porque se les hace buena puntada y “hay que festejar al cumpleañero(a)”.
3. “Allá en el rancho grande”: a este cumpleañero le encanta festejarse de manera bucólica, porque “el día que nació, nacieron todas las flores”. Además tiene la suerte de tener un compadre que le presta un rancho de ganado cebú o por lo menos un casco viejo de hacienda mezcalera. El susodicho se viste de charro, o por lo menos se ensambla unas chaparreras y cinturón pitiado; contrata música de tambora, un mariachi y un grupo de redoba norteña. Para el final, un trío. Durante la fiesta se la pasa tequila en mano visitando las mesas y preguntando: “¿Todo está bien? ¿Los están atendiendo como se merecen?” A la tercera vuelta, además de preguntar, comienza a decir que sí, que la comadre está rebien y que la quisiera atender como se debe. En un audaz acto de valentía, se pone a realizar firuletes con una reata; aulla como loco las de José Alfredo y finalmente le da el jalón a la comadre para ver si se la puede quebrar. Como ya nadie lo pela, le pide al trío que se arranque con “tinta sangre del corazón” o “Amor perdido”, acaba llorando y moqueando y el compadre jura que para el próximo cumpleaños le pondrá al compadre un toro mecánico para ver si se rompe la crisma de una vez…
4. El “megaproductions”: a esta modalidad de cumpleañero le encantan las fiestas “temáticas”, tipo las fiestas infantiles, en donde todo es de Barnie, Dora la exploradora o los Transformers. Desde meses antes les dice a sus compas que la fiesta llevará por tema “personajes de las caricaturas de fantasías animadas de ayer y hoy”. Los posibles invitados no comen, no duermen, no encuentran sosiego en su alma nomás de pensar en qué se van a poner, cuánto les irá a costar, quién les hará el disfraz. Llegado el día, la diversión consiste en reirse como locos de cada uno de los que van llegando, mostrar el disfraz y platicar cómo solucionaron tamaña empresa: llega el todo vestido de negro y con un pico amarillo diciendo que es el pato Lucas; el vaquero émulo pobrísimo de Sam Bigotes; al amigo pelón no le cuesta trabajo disfrazarse de Elmer Gruñón y no falta la sexy que llega de Petunia del brazo de su panzón esposo, que accedió después de dos lagrimillas a ir de Porky…
5. La que “no hace nada”: esta modalidad es la que utiliza el chantaje para festejarse: “¿qué vas a hacer en tu cumple?” –“No, pues nada”- contesta la otra con cara de martir romana. –“¡pero cómo fulanita! ¡No, no, no! No podemos permitir semejante cosa!!!!” Entonces la amiga cae en la trampa y se da a la tarea de convocar a todas las amigas para festejarle a la Fulanita en su casa. La otra se ahorra el tiradero, se dedica a tomar café y pastel con el dedito levantado y a destapar sus regalitos ante el benepláctio de las benefactoras que piensan que qué buenas amigas son…
Yo por eso, siempre estoy preparada: tengo un arsenal de botas vaqueras, sombreros, lentes oscuros, zapatos sesenteros, máscaras de luchador y un combo de maquillaje exótico… para ver ahora qué se le ocurre hacer a mis amistades.
miércoles, 7 de abril de 2010
Platicas de señoras
Una de las cosas que resultan más atractivas a las mujeres es reunirse a platicar, cuantimás si hace mucho que no se ven. Hace poco asistí a una de estas reuniones, pero como la verdad los temas a tratar me interesaban poco o nada, me puse a observar qué hacían o decían mis amigas. Encontré comportamientos de lo más interesantes. Comienza la sesión con saludos, abrazos y besitos al aire porque el lápiz de labios se puede deteriorar. Ya que todas están armadas con café descafeinado, agua mineral y una que otra con una cuba, comienza el comportamiento que he denominado “pericón”. Póngo un ejemplo:
-¿Ya supieron que Pitita Cucaño se va a casar?
- ¡Noooo!- responden a coro quince pares de ojos atentos a la orgullosa mensajera de semejante notición.
-¡Esa niña no salía ni en tómbola?- dice una a la que le escurre un hilillo de veneno por la comisura de su boca rojo carmesí;
- ¿Quién es el valiente?- pregunta otra con un dejo de envidia.
-Pues dicen que es ingeniero, que trabaja en una multinacional y que gana lo que quiere- contesta la tía del muchacho, que no dice para ver qué les saca a las amigas;
-Mi hijo consiguió un trabajo por la zona industrial… es un buen trabajo, ojalá se encuentre una muchacha virtuosa como Pitita…
-¿Virtuosa? Pero si esa niña le ha dado vuelo a la hilacha desde que cumplió los quince…-dice una que la acompañó en sus correrías pero que lo oculta para no quemarse;
-¡Me acuerdo de sus quince! ¡Que fiestón le organizaron sus papás!-.
-¿Los quince de Pitita? ¡Pero si estuvieron bien piñatas! ¿No te acuerdas de su vestido? Parece que lo compró en la boneteria “Los gallos”;
-¿”Los Gallos”? ¿Qué ese negocio no era de Don Espiridión Belmontes? Me acuerdo de esa familia, eran unos españoletes que llegaron con ínfulas de parientes del rey Juan Carlos…
- ¡Cállate mensa!- susurra una que está al lado de la criticóna -¿Qué no ves que es tío político de Marthita? Te va a oír, y ella está superorgullosa de emparentar con el viejo mundo…
- ¡Ash! Déjame en paz, les encanta andar de presumidas y no han pasado de perico perro…
-Oye Marijóse y tu hijo ¿siempre se fue a Montreal?
- Sí, pero fijate que no ha encontrado chamba… anda rete alicaido, ya ves lo que le pasó…
-¡Ay! Si siempre te dije que esa muchacha no le convenía, pero se ponen de tercotes…
Ha estas alturas yo ya había perdido el hilo de la conversación y veía como, con una habilidad pasmosa, las informadas damas entrelazaban doscientas conversaciones al mismo tiempo. A mí ya se me había confundido el novio de Pitita con el hermano de la señora cuyo suegro era de Cataluña y pariente de SGM, Don Carlitos quien usualmente compraba su ropa en una bonetería… Así que les informo: cuando me inviten a una reunión de señoras, mejor piénsenle porque o no paso el chisme bien, o de plano les invento un culebrón de miedo…
Imagen en: http://aligradolls.blogspot.com/2009/07/tres-amigas-chismosas.html