sábado, 24 de abril de 2010

De por qué me volví atea. Parte II

Una vez que hube cumplido con dos de los sacramentos que manda la madre iglesia, supuse -¡Oh ingenua de mí!- que mi formación católica estaba completa. ¡Cuán equivocada estaba! No contaba con que mi madre tenía planeado para mí un número significativo de años asistiéndo al catecismo todos los sábados por la tarde. Supongo que quería reforzar en mí la devoción y fe que toda niña de buena familia y mejores costumbres debe tener. Así que, resignada y con mi libreta “Polito” en mano, comencé a asistir con mi resignada hermana al catecismo los mencionados sábados, el cuál se impartía en una casa ubicada al lado de conocida iglesia de la localidad. La bigotona maestra que impartía el catecismo, nos encargó para la siguiente clase el “Catecismo del padre Jerónimo Ripalda”. Llegándo a mi casa transmití a mis padres el encargo y ellos, ni tardos ni perezosos, corrieron a comprarlo mientras comentaban que ellos también habían seguido las enseñanzas de tan santo varón y que se asombraban de que todavía editaran semejante texto. El susodicho librillo es una edición en rústica, encuadernado en papel cartoncillo rojo –hacía juego con mi libreta “Polito”- e impreso en hojas de papel revolución. De entrada, me tuve que aprender el texto compuesto de 87 versos que inicia de la siguiente manera: “Todo fiel cristiano, está muy obligado a tener devoción de todo corazón…” que más pareciera el comienzo de un corrido porque en el último verso nos da la entrada para arrancarnos a aprender las 293 oraciones consignadas entre sus rupéstres páginas. Para una niña de buenas costumbres, acostumbrada a leer “La Pequeña Lulú” y “Archie” esto fue una afrenta al intelecto. ¿Cómo demonios –perdón- una niña se iba a aprender los catorce artículos de la fe? Reto a cualquiera a que me los recite en estos tiempos… Por no hablar del lenguaje utilizado: “Las obras de misericordia son catorce… dar buen consejo a quien lo ha menester… perdonar las injurias… sufrir con paciencia las flaquesas (sic) de nuestro prójimo…” Incluso traía notas aclaratorias como: “Flaqueza: molestias, daños o agravios que puedan venirnos de parte de nuestros prójimos débiles y miserables hijos de Adán”. Ha estas alturas, yo me convencía cada vez más que el miserable hijo de… Adán era el padrecito ese. Vale la pena que les ponga algunos de los títulos de los capítulos a ver si se acuerdan: “Las potencias del alma”; “ Los sentidos corporales”; “ Las virtudes teologales y cardinales”; “Los novísimos o postrimerías del hombre” y así por el estilo. Luego pasabamos al capítulo que comenzaba con un interrogatorio digno de la KGB: “Decid niño ¿Cuál es tu nombre? Aquí el temeroso chiquillo contestaba con el apelativo y ¡guay! del que dijera su apodo porque se hacía merecedor al zape “acomoda cerebros” de la maestra bigotona; “¿Sois cristiano? No faltaba el que dijera ¡Nooo, yo le voy al Atlante!; “¿Quién es Cristo? ¿Cómo es Dios? ¿Cómo usais vos la señal de la cruz?” Ante tales preguntas se manifestaba el infierno en todo su esplendor: llantos y rechinido de dientes, crujido de huesos de las infantiles manecitas, pelos jalados y orejas mutiladas, ojos entornados clamando al cielo misericordia… el apocalipsis en todo su esplendor. De la página 27 a la 88 el interrogatorio continuaba sin piedad; estoy segura que este texto es usado todavía por las principales corporaciones policiacas a nivel mundial.

Al llegar mi madre por mí después de tan edificantes enseñanzas, veía la gloria abierta, toda ella rodeada con un halo esplendoroso y acompañada de cánticos celestiales y diciéndome: “hija mía, no te afligas, ¿no estoy yo aquí que soy tu madre?”. A partir de ahí, me clarísimas las apariciones de la virgen y cómo es el infierno en vida… Confieso que tengo un ejemplar del catecismo, así que cuando quieran les organizo un Auto de Fe para sus criaturas…

2 comentarios:

Margarita Díaz de León I dijo...

Me encanta como escribes !!!! Una amiga muy querida me acaba de decir que la escritura es útil para reducirle la luz a las centellas de la mente... Te comparto esta encantadora imagen... Besos

Medusa dijo...

Vaya que las reduce... la escritura es catártica, es reflexión, ordena la mente, la hace fluir... gracias por tu comentario, hermosa imagen, sí...