Desde hace mucho, tengo la certeza de que nacer es una de las cosas más naturales, causales y dolorosas –a veces azarosos- que pudieran pasarle a cualquier ser vivo que recorra los tortuosos caminos de la vida. Si esto es así me pregunto: ¿Por qué festejamos los natalicios, onomásticos y cumpleaños? Porque aclaro, son diferentes momentos: no es lo mismo el natalicio de Benito Juárez –en donde todos contentos festejamos su día con el asueto estipulado por ley-, que un onomástico –normalmente este término se utiliza en la escuela y se aplica al nacimiento del maestro o de la señorita directora, porque es palabra curra y se oye rete elegante decir: “Con motivo del onomástico de la Srita. Directora las niñas del plantel ejecutarán un bailable, etc…” aunque las pobres criaturas no sepan qué Judas es esa palabreja… En fin, el tema que me ocupa es la celebración del cumpleaños. Al festejado(a) se le llama “cumpleañero (a)” y existen diversos tipos de ellos, a saber:
1. Cumpleañero cibernético: le encanta que lo festejen y hace de todo por llamar la atención en los ámbitos ciberespaciales: pone recados anunciando su cumple en las diversas redes sociales a las que pertenece, porque claro, tiene 964 amigos nada más en su país y ese día contabiliza con asiduidad todos los correos con las notificaciones que le llegan además de regalitos virtuales de lo más originales. En su Messenger pone un mensaje de texto que dice: “¡Mis adoradoooos!, gracias por acordarse de mí, los amoooouuu”. No alude al cumpleaños, pero veladamente el que lo lee piensa: “¿De qué me tengo que acordar?”. E inmediatamente le cae el veinte y se lanza a enviarle una postal virtual al cumplecibernético en cuestión;
2. Cumpleañero análogo: a esta categoría pertenecen los que detestan las computadoras o los que ya andan ingresando a la tercera edad. Desde temprano, recogen su casa, lavan la ropa, van al mercado, preparan un pastel, gelatina y bebidas espirituosas, por supuesto, estrenan ese día y luego a misa a dar gracias por un año más; las señoras se van al salón para quitarse los últimos 25 años de edad y los señores esperan sentados a que sus esposas les digan qué hacer. Comienza el viacrucis: libreta en mano, apuntan quién les habló por teléfono, quién les mandó flores; quién las fue a visitar. Su máximo goce es sentirse con las amistades que olvidaron la bendita fecha que las vió nacer. Y siempre que las felicitan les encanta decir: “No, yo ya no cumplo años, ahora los descumplo”, con lo que todos mueren de risa, porque se les hace buena puntada y “hay que festejar al cumpleañero(a)”.
3. “Allá en el rancho grande”: a este cumpleañero le encanta festejarse de manera bucólica, porque “el día que nació, nacieron todas las flores”. Además tiene la suerte de tener un compadre que le presta un rancho de ganado cebú o por lo menos un casco viejo de hacienda mezcalera. El susodicho se viste de charro, o por lo menos se ensambla unas chaparreras y cinturón pitiado; contrata música de tambora, un mariachi y un grupo de redoba norteña. Para el final, un trío. Durante la fiesta se la pasa tequila en mano visitando las mesas y preguntando: “¿Todo está bien? ¿Los están atendiendo como se merecen?” A la tercera vuelta, además de preguntar, comienza a decir que sí, que la comadre está rebien y que la quisiera atender como se debe. En un audaz acto de valentía, se pone a realizar firuletes con una reata; aulla como loco las de José Alfredo y finalmente le da el jalón a la comadre para ver si se la puede quebrar. Como ya nadie lo pela, le pide al trío que se arranque con “tinta sangre del corazón” o “Amor perdido”, acaba llorando y moqueando y el compadre jura que para el próximo cumpleaños le pondrá al compadre un toro mecánico para ver si se rompe la crisma de una vez…
4. El “megaproductions”: a esta modalidad de cumpleañero le encantan las fiestas “temáticas”, tipo las fiestas infantiles, en donde todo es de Barnie, Dora la exploradora o los Transformers. Desde meses antes les dice a sus compas que la fiesta llevará por tema “personajes de las caricaturas de fantasías animadas de ayer y hoy”. Los posibles invitados no comen, no duermen, no encuentran sosiego en su alma nomás de pensar en qué se van a poner, cuánto les irá a costar, quién les hará el disfraz. Llegado el día, la diversión consiste en reirse como locos de cada uno de los que van llegando, mostrar el disfraz y platicar cómo solucionaron tamaña empresa: llega el todo vestido de negro y con un pico amarillo diciendo que es el pato Lucas; el vaquero émulo pobrísimo de Sam Bigotes; al amigo pelón no le cuesta trabajo disfrazarse de Elmer Gruñón y no falta la sexy que llega de Petunia del brazo de su panzón esposo, que accedió después de dos lagrimillas a ir de Porky…
5. La que “no hace nada”: esta modalidad es la que utiliza el chantaje para festejarse: “¿qué vas a hacer en tu cumple?” –“No, pues nada”- contesta la otra con cara de martir romana. –“¡pero cómo fulanita! ¡No, no, no! No podemos permitir semejante cosa!!!!” Entonces la amiga cae en la trampa y se da a la tarea de convocar a todas las amigas para festejarle a la Fulanita en su casa. La otra se ahorra el tiradero, se dedica a tomar café y pastel con el dedito levantado y a destapar sus regalitos ante el benepláctio de las benefactoras que piensan que qué buenas amigas son…
Yo por eso, siempre estoy preparada: tengo un arsenal de botas vaqueras, sombreros, lentes oscuros, zapatos sesenteros, máscaras de luchador y un combo de maquillaje exótico… para ver ahora qué se le ocurre hacer a mis amistades.
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