sábado, 6 de noviembre de 2010

Cómo sobrellevar un mal de amores

Hace poco acompañé a una amiga en la convalecencia de la terrible enfermedad mejor conocida como “mal de amores”. Yo le llamo familiarmente “enamoriscar”; una amiga muy querida me hizo el favor de definir con sabias palabras: “Enamoriscar”: v. Empezar a sentir emoción y pasión hacia una persona, prenderse de “amor” de alguien o algo, sentir excitación y pasión…parecido al apendejamiento pero cuando piensas que ¡sí va en serio! Esta definición aplica al momento justo antes del enamoramiento, que es ese estado alterado de conciencia que dura aproximadamente seis meses, antes de que llegue el aburrimiento de la cotidianeidad. En fin, en este rubro hay miles de opiniones. El caso es que mi amiga cayó en las garras de tamaña enfermedad, pero el dueño de sus desvelos nomás la castigó con el látigo de su desprecio. Empezó entonces el proceso de “olvido” que es como un duelo de pérdida, pero más intenso, porque cuando la pérdida es física o por un motivo demoledor, pues ya ni qué hacer. Los síntomas son terribles: pérdida temporal del sueño, garra demoledora en la garganta, ganas de escuchar boleros todo el día o de leer poemas de Benedetti; ganas inmensas de convocar a todas tus amigas para que te consuelen y se unan a la causa contra el “desgraciado” que te abandonó; pérdida total o parcial de la autoestima; compras compulsivas de “jazmines para el alma”; salir con una bolsa de pan en la cabeza por si te encuentras al interfecto; lloriqueo y vómito matutino y el peor de todos: alimentar el juicio pensando que el objeto del deseo se arrepentirá y volverá corriendo para decirte que se equivocó.

En mis búsquedas para encontrar el remedio a tan terrible epidemia para cuya cura no existe todavía una vacuna, ingresé a la red. Absolutamente nada racional encontré para amortiguar los estragos del “mal de amores” que no conozcamos ya: embrujos, hechizos, actividades distractoras, hablar del problema hasta que tus amigas te dejen de hablar, compras compulsivas, cambio de “look” y así por el estilo. Además, seguir el dicho “un clavo saca a otro clavo” está de la patada, porque el nuevo clavo nunca se igualará al primero y corres el riesgo de quedar clavada en la pared como mariposa de colección.

Durante mi búsqueda, escuchaba la radio: en una hora transmitieron 15 canciones que hablaban de amor: contra él y en su favor, con temas que abarcaban desde el rechazo, nostalgia, saudade, coraje, desengaño, rencor, odio, envidia, mentira, soledad y anhelo… ¡Oh cielos! –me dije- esto sí que es terrible. Llegué hasta sitios en donde tratan de explicar ese sentimiento de manera científica: nombres como dopamina, serotonina, norepinefrina y oxitocina llenaron mi cabeza. Llegué a la conclusión de que el amor es una “enfermedad del hipotálamo” y no me gustó. Cuando se está en ese estadio amoroso, lo mejor es revolcarse en él, regodearse en el dolor, escuchar boleros, leer poesía como locos, escribir para encontrar la catarsis, y de pasada experimentar algún embrujo… quien quite ¿no?

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