miércoles, 25 de marzo de 2009

Princess on board

Lo confieso. Siempre quise ser una princesa. A pesar de que mi madre me contó todo al revés; a pesar de que me dijeron que las princesas sólo existen en los cuentos de hadas, no importaba, toda niña que se precie quiere ser una princesa. Recuerdo mi incursión en el mundo de las fantasías no resueltas. La primera vez que salí a un escenario con vaporoso vestido blanco, fue cuando cantamos en el kínder “La danza de los muñecos” de Cri Cri. Yo era el hada que despertaba a todos con el poder de mi varita mágica. Una varita de ensueño, olvídense de las varitas que venden en los supermercados. Mi papá me hizo una con un palito y con una estrella en la punta, toda pintada de blanco y con harta diamantina, me sentía soñada. Y ahí acabó mi carrera de princesa. Al paso del tiempo –ya lo he platicado- en el momento de la organización de los festivales escolares, la angustia hacia presa de mi pequeña caja toráxica porque se daban los mejores papeles a las niñas güeritas de ojo azul y yo, claro, con los dientecillos salidos y separados, pues no daba el tipo que el papel requería. Pasaron delante de mí papeles como la “princesa caramelo”, princesa de la primavera, princesa del salón de prepa, princesa de cuento de hadas... Bueno, ni siquiera debuté en sociedad. Veía con una envidia a todas esas niñas haciendo su presentación de lo más naturales y merecidas... y yo, siempre era el pajecillo oculto de la corte real. Analizando mi vida, me he dado cuenta de que en muchos momentos de ésta, he sido una princesa. Por ejemplo: la vez que me presenté en el bailable y mis papás me aplaudieron a rabiar, o el momento en qué me titulé de mi carrera y me llevaron tremendo ramote de flores, o el momento en que un galán incógnito me declaraba su amor, o tenía un detalle caballeroso conmigo como abrirme la puerta de la carroza o retirarme la silla. ¡Es tan fácil hacer sentir a una mujer como princesa! Lo difícil es que de verdad nosotras nos sintamos princesas, porque a veces andamos de capa caída, o sintiéndonos que nadie nos quiere, o portándonos como la princesa del chícharo, esa que para todo pone remilgos. Ser princesa es cuestión de actitud.

sábado, 21 de marzo de 2009

Baúl de sueños y evocaciones

Este nombrecito no es de mi inspiración, confieso que lo robé de una exposición en la que estuve alguna vez, pero queda como anillo al dedo para lo que a continuación platico. Hace ya varios lustros, cuando comencé a salir con muchachos, recuerdo una ocasión en que uno de tantos, me traía arrastrando en el pavimento. Pues hete aquí que fuimos a unos quince años con unos amigos en donde se encontraba “ÉL”. Muy apuesto, con su traje de tres piezas absolutamente ochentero, mirada profunda, ojos de miel. Nos sentamos –nos sentaron mis amigas, diría yo- juntos y comenzamos a platicar. Yo, arrobada, ni pelaba lo que decía nomás por estarle contemplado sus ojitos de aguamiel en penca... y que se pone a dibujar en un papelillo que sacó de la cajetilla de cigarros: que si cuando fue al campamento –dibujaba mapa de ubicación del lugar-, que si tenía el proyecto de arreglar no sé qué parte de su casa –mapa de distribución de cómo estaba el palacio de mi príncipe-, en fin, que para todo gastó servilletas y papelillos mil. Yo, discretamente tomaba el croquis en cuestión y subrepticiamente, cual ladrona de sueños, lo guardaba en mi bolsita de mano. Al llegar a casa, traía yo en mi bolso un archivo, que ni el general de la nación. Pues bien, toda la semana me la pasé contemplando los papelillos diciendo para mis adentros: “¡Ay! Qué linda letra tiene”, “Ja ja ja, qué simpático y qué interesante su plática” y cosas por el estilo. Inmediatamente, me entró la necesidad urgente de inaugurar un lugar secreto en dónde colocar mis “tesoros” (como si fueran los mapas que me llevarían a su corazón). Encontré una caja decorada y comencé a guardar cuanta tontería se imaginen en él. A continuación enumero –no necesariamente en orden cronológico, claro- todo lo que tenía en ese baulillo de cartón:

Un chicle masticado –Motita, porque era rosa-.
El pañuelo de tela manchado con loción
Un pañuelo desechable, con quién sabe qué sustancias vitrificadas
Los mapas arriba mencionados
Una cajetilla de cigarros convertido en auto fórmula 1
Como doscientas flores secas –No es por presumir, pero...
Un escudo de conocido colegio de varones
Un anillo con la estrella de David grabada
Una foto de un bebé que después no sabía ni quién era
Un palito de paleta de hielo marcado con una fecha incierta
Servilletas con frases, planos e indicaciones
La bachicha de un cigarro (sabe de quién sería)
Una cinta de tenis Converse, rota
Un llavero con un alacrán encapsulado (¡¡¡!!!)
Dos esferitas navideñas
Como doscientas tarjetas cumpleañeras (eso si se siente rete bonito)
Un paliacate medio nejo

Bueno, pues el fin de todas estas fruslerías tan útiles al alma afligida y tan inútiles de guardar vieron el fin de sus días uno de tantos, en que fui a un retiro espiritual (sí, lo confieso, yo iba a retiros espirituales). En ese lugar nos pidieron que lleváramos cosas que tuvieran un gran significado para nosotros y ahí voy, cargando mi baúl de sueños y evocaciones, de lo más ingenua. Al pasar la tarde, el padrecito nos dice: “Bueno niñas, ahora vamos a hacer un ejercicio de desprendimiento de las cosas materiales. Haremos una fogata y quemaremos todo en ella”. Nos miramos las unas a las otras: unas abrazaron la almohadita que las acompaño desde bebés; otras corrieron con el mono de peluche a la esquina del patio y se engarruñaron; hubo gritos y lamentos y tremendos lagrimones. Se armó la pira inquisitorial y estoicamente fuimos pasando de una en una para hacer el famoso “ejercicio”. De a tiro sentí que mi parte judía salía flote... ¡Qué cosa! Nomás veía como se arriscaba el alacrán, y volaban las flores convertidas en cenizas... Para lo único que sirvió el ejercicio de desapego fue para agarrarle chinguiña al padrecito y alejarme de la santa madre iglesia de volada. Lo bueno fue que no tardé en recuperar lo perdido, ya saben cómo se las gastan las medusas...

sábado, 14 de marzo de 2009

De domingos alegres y rumberas frustradas

Una de las variantes de mi acercamiento al baile fueron las películas musicales. Mi madre me platica que antaño, a la salida de misa, repartían un volante con la cartelera que se exhibía en los cines de la ciudad. Por supuesto que las de Tin Tan, Resortes y todas las de rumberas estaban clasificadas como FCPI, que significaba “Fuera de clasificación por inmoral”. Ahora esto sólo convoca a risa, pero en ese tiempo la censura ante los cuerpos curvilíneos y los bailes sicalípticos era terrible. Entonces, no quedaba de otra más que ir a ver las ingenuas comedias de Doris Day o los enredos amorosos cargados de música y baile que protagonizaban Fred Astaire y Ginger Rogers. Al cabo del tiempo y cuando las películas en “Beta” comenzaron a circular, uno de mis mayores placeres era ver estos musicales con mi madre al lado. Todo este antecedente lo platico para ponerlos en contexto por lo que a continuación relato: los domingos por la tarde resultan tediosos para cualquiera que ya tenga hijos en edad adolescente. Los padres ya no tienen pretexto para salir a comprar el globo o la paleta de hielo con sus vástagos, por lo que mis padres y un grupo de lo más ecléctico, decidió invertir sus domingos en reuniones de café, pastel y platiquita sabrosa. El grupo, como platico, estaba formado por una bailarina y un pintor, un ingeniero químico, dos hermanitas solteronas de mirada a lo Gloria Swanson –incluso una de ellas se peinaba así- un doctor y su esposa –los amigos con los que íbamos de vacaciones a balnearios guanajuatenses- una maestra de baile y mis papás. Los demás eran población flotante. Durante más de diez años se reunieron los domingos rolando las casas y el menú, además de que de pronto, alguno de ellos llevaba personajes interesantes del mundillo de la farándula o la intelectualidad defeña, por lo que ese día en especial, la reunión resultaba de lo más interesante y divertida. Ya entrados en confianza, un buen día decidieron hacer una fiesta en donde cada uno de los miembros daría a los demás un poco de su talento y soltura para el baile, la poesía o el teatro, por lo que se dieron a la tarea de preparar todo el tinglado. Mi mamá, que como ya he platicado, tiene una imaginación de lo más fértil, decidió con su amiga A montar un numerito basado en las cantantes de la época de los cuarentas y se dieron a la tarea –con gran regocijo- de hacerse unos vestidos inspirados en la película “Los caballeros las prefieren rubias” estelarizada por Marilyn Monroe y Jane Russell, en el primer número de la película. Negros, hombros al descubierto, consiguieron las talentosas damas unos aretes que aplicaron al inicio del escote que dejaría entrever sus curvilíneas piernas. ¿La canción elegida? Frenesí cantada por las hermanas Navarro. Durante varias semanas ensayaron la canción con la misma intensidad que describe el título de la canción elegida. Cuando llegó el ansiado día, sucedió que uno de los miembros del grupo tuvo un derrame cerebral, hecho muy lamentable pues era un muy querido amigo, por lo que la función se suspendió. Y así quedaron también los vestidos enjoyados, suspendidos en el gancho, colgados en el fondo de un closet, esperando a que tal vez las hijas se decidan algún día a seguir sus pasos.

miércoles, 11 de marzo de 2009

¡Oye Salomé...!

Siguiendo con las historias de familia, ésta que a continuación relato me causó mucha novedad. Resulta que antaño se usaba ponerle a las inocentes creaturas el nombre del santo que se celebraba el día de su arribo a este mundo. Pues bien, mi pobre bisabuela materna llamábase Jerónima, mejor conocida como Mamá Moma para los allegados. En un acto de violenta venganza ante tal apelativo, Momita le puso a sus hijas Saturnina –Nina para abreviar-, Serapia –Serapita, porque chiquito se oye menos feo-, Hildelisa –que era mi abuela hermosa y que toda la familia conocimos como Elisa- y para rematar, Salomé –que en el nombre llevó escrito su destino-. La tía Salomé, cuya historia es la más interesante de todas, se inspiró en la bíblica mala pécora y decidió en un arranque de pasión incontenible, fugarse con su novio a los United. Nunca se casó con el maldito canalla que la arrancó de manera tan alevosa del seno materno y quedose Salomé con un niño en brazos y abandonada, como bien consigna el poema de Julio Sexto:

Cómo me dan pena las abandonadas,
que amaron creyendo ser también amadas.
Y van por la vida llorando un cariño,
recordando a un hombre y arrastrando un niño.

Ramón, el vástago resultante de esos amores prohibidos, creció y decidió volver a México para conocer sus orígenes. Organizó el viaje en el cual Salomé se negó rotundamente a participar y emprendió el viaje hacia la tierra del agua miel para visitar a los parientes. Se le esperaba con ansias y con curiosa morbosidad: hijo-pecado-de-tía-innombrable-viene-de- os-united-con cargamento-interesante. Llegó en tamaño carrote Ford Coupé negro modelo 54, con un cargamento de ropa gringa que hizo las delicias de chicos y grandes. Él compró de todas las tallas y colores y fue repartiendo a diestra y siniestra las anheladas prendas a toda la familia. Pero lo más curioso fue que llegó con su esposa Mary, una india Cherokee nativa de meritito Illinois. Con trenzas y toda la cosa. Se crearon nuevamente fuertes lazos familiares y se juraron visitarse a la brevedad. Cuando Ramón llegó a su tierra, le platicó a Salomé de los parientes y ella aceptó finalmente que mamá Moma fuera para allá. Reunión familiar en Chicago. Mi tío R, hermano de mi madre, vivía allá y como todo miembro de la familia Ch, fue raudo a presenciar el encuentro entre madre e hija. Reconciliación. Celebración por parte de Mary, quien los obsequió con una sesión espiritista, pues resulta que la tía Cherokee se dedicaba en sus tiempos libres a ser médium. Digna nuera de la familia. El regocijo de mi tío R no tuvo límites y llegó platicando a la familia sobre tamaña novedad. Mi abuela lo mando de inmediato a santificarse con el sacramento de la confesión, pues ya se sabe que todas esas prácticas son pecado y están penadísimas por la Santa Madre Iglesia. De lo que se entera una en las pláticas de sobremesa.

sábado, 7 de marzo de 2009

Piropos

¡Ay niña! cuándo vendrá el hambre para comérmela a usted.
¡Que preciosidad! Por usted soy capaz de trabajar.

¡Vaya un busto! Que trabajo le costará cruzarse de brazos.

No hay bombero en el mundo que pueda apagar el fuego de sus ojos.

¡Virgen de Guadalupe! Aquí esta su Juan Dieguito.

Vaya una mujer perfecta. ¿Acaso es su papá tornero?

No mire el suelo, que con sus ojos va a romper el asfalto.
A ver si a ustedes se les ocurre algo más original... ¡por Dios!

Divina mujer: ahora le toca a las cartitas amorosas

Texto tomado de un libro que se llama “Cartas amorosas”: “El amor inspira para escribir bellas cartas de amor en las que se vuelca toda la pasión, todo el sentimiento, toda la ternura, ahora que, muchas veces la fuerza de esa pasión es tan avasalladora, que no se sabe lo que se escribe y es para esos casos para los que se han escrito los modelos de cartas amorosas que aparecen en este libro”.
Un buen día, me dio por comprar libros cursis. Tengo de todo: “Cómo ser una joven encantadora” , por ejemplo, otorga a la núbil lectora un sinnúmero de consejos para gustarle al novio, al amante, al marido incluso. Tengo otro que es realmente tierno: “Cómo conseguir marido”... no hace falta decir que las instrucciones asentadas en el libraco de marras son por demás ingenuas... pero los que me encantan son los libros de plantillas para escribir una cartita amorosa. En su índice da cuenta de los siguientes temas para no batallar nada cuando la musa Erato se niega a iluminarnos: cartas para pedir una cita, para exigir una respuesta, para contestar después de recibir el anhelado si, carta explicándole al ingenuo novio que sus padres desean que ella rompa relaciones, reclamo, aniversario, abandono, rompimiento; cartas rehusando y aceptando, carta de un militar a su esposa (único caso en donde se señala la profesión del interfecto, lo que me hace pensar en una gran incultura amorosa en este ramo)... en fin, toda una gama de posibilidades. Además, trae entre sus páginas una serie de “lenguajes ocultos” que harían las delicias de nuestras bisabuelas: el lenguaje de las flores y el del abanico; dedicatorias para postales, para retratos e incluso una sección de piropos. Como ya sé que están pensando porqué la Rima no publica algo de esto, aquí les pongo una muestra para que se entretengan:

Declaración amorosa
Divina Criatura:
Esta confesión no me causa vergüenza, porque creo que es una confesión digna de ser oída y comprendida por usted. Yo tengo la idea de que el sentimiento amoroso de un hombre no debe andar con rodeos ni con misterios para expresarse a una mujer. Por eso le digo que la amo y lo digo sin turbación, pues mi amor por usted es un amor sano, sincero: no es un amor vulgar.
Mi amor apasionado hacia usted, es digno de ser correspondido, porque se desprende desde el fondo de mi corazón.
El que haya sido inspirado por usted me llena de orgullo, me causa una sensación indefinible y me da valor para manifestarlo. ¿Cesarán pronto mis preocupaciones? ¿Calmará usted mis desvelos?
Espero que este sentimiento de mi corazón no le sea indiferente, y, mientras llega su contestación que espero sea favorable, quedo rendido a sus pies.
Su enamorado.

Contestación negativa a una declaración
Distinguido señor:
No sabe lo difícil que es para una mujer, contestar una carta amorosa como la que usted me envía, pues el caso es que soy una mujer desilusionada del amor, que no cree que haya un hombre verdaderamente sincero a quien se le pueda entregar el corazón.
Esta es la única razón por la cual mi respuesta no es como usted la desea. Pero no se desanime, amigo mío, pues hay otras mujeres en el mundo que no están amargadas como yo y que pueden corresponderle y hacerle feliz.
Mi contestación por ahora, es negativa a sus deseos y seguiré sola en la vida con mi amargura y mi pena.
Soy su servidora..........

Si alguna vez se les ofrece, nomás es cosa de que me digan en qué situación se encuentra su corazón y mando a vuelta de correo la respuesta ideal. Sobre todo, si son militares.