sábado, 14 de marzo de 2009
De domingos alegres y rumberas frustradas
Una de las variantes de mi acercamiento al baile fueron las películas musicales. Mi madre me platica que antaño, a la salida de misa, repartían un volante con la cartelera que se exhibía en los cines de la ciudad. Por supuesto que las de Tin Tan, Resortes y todas las de rumberas estaban clasificadas como FCPI, que significaba “Fuera de clasificación por inmoral”. Ahora esto sólo convoca a risa, pero en ese tiempo la censura ante los cuerpos curvilíneos y los bailes sicalípticos era terrible. Entonces, no quedaba de otra más que ir a ver las ingenuas comedias de Doris Day o los enredos amorosos cargados de música y baile que protagonizaban Fred Astaire y Ginger Rogers. Al cabo del tiempo y cuando las películas en “Beta” comenzaron a circular, uno de mis mayores placeres era ver estos musicales con mi madre al lado. Todo este antecedente lo platico para ponerlos en contexto por lo que a continuación relato: los domingos por la tarde resultan tediosos para cualquiera que ya tenga hijos en edad adolescente. Los padres ya no tienen pretexto para salir a comprar el globo o la paleta de hielo con sus vástagos, por lo que mis padres y un grupo de lo más ecléctico, decidió invertir sus domingos en reuniones de café, pastel y platiquita sabrosa. El grupo, como platico, estaba formado por una bailarina y un pintor, un ingeniero químico, dos hermanitas solteronas de mirada a lo Gloria Swanson –incluso una de ellas se peinaba así- un doctor y su esposa –los amigos con los que íbamos de vacaciones a balnearios guanajuatenses- una maestra de baile y mis papás. Los demás eran población flotante. Durante más de diez años se reunieron los domingos rolando las casas y el menú, además de que de pronto, alguno de ellos llevaba personajes interesantes del mundillo de la farándula o la intelectualidad defeña, por lo que ese día en especial, la reunión resultaba de lo más interesante y divertida. Ya entrados en confianza, un buen día decidieron hacer una fiesta en donde cada uno de los miembros daría a los demás un poco de su talento y soltura para el baile, la poesía o el teatro, por lo que se dieron a la tarea de preparar todo el tinglado. Mi mamá, que como ya he platicado, tiene una imaginación de lo más fértil, decidió con su amiga A montar un numerito basado en las cantantes de la época de los cuarentas y se dieron a la tarea –con gran regocijo- de hacerse unos vestidos inspirados en la película “Los caballeros las prefieren rubias” estelarizada por Marilyn Monroe y Jane Russell, en el primer número de la película. Negros, hombros al descubierto, consiguieron las talentosas damas unos aretes que aplicaron al inicio del escote que dejaría entrever sus curvilíneas piernas. ¿La canción elegida? Frenesí cantada por las hermanas Navarro. Durante varias semanas ensayaron la canción con la misma intensidad que describe el título de la canción elegida. Cuando llegó el ansiado día, sucedió que uno de los miembros del grupo tuvo un derrame cerebral, hecho muy lamentable pues era un muy querido amigo, por lo que la función se suspendió. Y así quedaron también los vestidos enjoyados, suspendidos en el gancho, colgados en el fondo de un closet, esperando a que tal vez las hijas se decidan algún día a seguir sus pasos.
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