miércoles, 4 de agosto de 2010

Un punto para María, un punto para José

Hace ya algunos ayeres me dio por la bordada. Lo aprendí muy bien en mis clases de costura del colegio de monjas. El hilo por supuesto, era muy bien distribuido por mi maestra de sexto de primaria que tenía la bonita costumbre de sacar de la madeja una medida del ancho de su escritorio. Procedía a cortarlo con sus tijeritas y acto seguido, deshebraba en tres partes el hilo, previo recorrido de éste por su boca, para que no se le enredara. Siempre nos entregaba la porción húmeda de babas, la inocente.

Bueno, pues hete aquí, que se me quedó la costumbre de hacer costuritas: yo no sé en cuántos metros de tela dejé bordados mis ojos, pero hice cojines, chalecos, vestidos y cuanta superficie fuera factible de ser primorosamente decorada por mis creativos diseños. Aclaro que también tejía pero como no tenía paciencia para hacer suéteres de por lo menos 70 cm de largo, siempre tejía cuadrados, y de plano lo dejé cuando le hice un suéter estilo danés a un novio que tenía, sin tomar en cuenta el conjuro de “Novio tejido, novio perdido”, el cuál se rompía si entre la urdimbre tejida una intercalaba un cabello. El novio se fue muy contento con su suéter yo me quedé destrozada por los dos grados de hipermetropía adquiridos en esa faena.

Volviendo a los bordados y después de un tiempo, decidí volver a las andadas. “Voy a hacer un cojín para mi casa” –me dije- “Necesito terapia ocupacional” –me insistí-. Así que presurosa fui a una tienda donde venden unos primores para elaborarlos en punto de cruz. La señora, muy amable, me dio todos los pormenores del caso: que si la malla era de la más alta calidad, que si los estambres eran de lana pura, de esa que no pica… Escogí el diseño menos barroco posible y la mujer procedió a hacerme un patrón de cómo bordar el punto de cruz, al cual confieso, no soy muy afecta. Me dio un color de lana, casi del mismo tono de la malla, por lo que comencé a dudar de seguir. El problema fue cuando me presentó con las damas ahí reunidas: todas provectas señoras que se pasaban tips sobre cómo bordar de un modo o de otro. Me saludaron como si hubiera ingresado a un grupo de Al-Anon diciendo a coro: “¡Hola Rimaaaa! ¡Bienvenida!” Me acordé de mi clase de lectura y de las Parcas, ya saben, esas señoras que le tienen medida la vida a una: una sacaba el hilo, otra devanaba la bolita que me iba a llevar y una tercera ya estaba lista con las tijeritas para cortar donde le dijeran… Ahí fue dónde de plano me rajé… no vaya siendo que cuando acabe el cojín… me dé por comenzar a bordar una escena de "La Bella y la Bestia".

4 comentarios:

Sivoli dijo...

jajajajajajaja... dos grados de hipermetropía gracias a un tipo.. .chale.

Medusa dijo...

Así es... lo que hace una por andar quedando bien!!!!

pgp dijo...

jajajaja muy bueno! recorde mi primaria cuando el regalo del dia de las madres SIEMPRE eran cosas bordadas en punto de cruz!! claro terminaba mi mama haciéndo sus propios regalos.
Ahi te va una terapia ocupacional del estilo. En lo personal me gustan mucho las cobijas que son como puros parchesitos o retazos unidos, estilo americano, me gusta por las textutas mas que nada...

abrazos!

pau

Medusa dijo...

Gracias Pau por la sugerencia... mientras no acabe como Tita de "Cómo agua para chocolate" envuelta en la cobija!!! a mí también me gustan estas colchas!!!!