viernes, 18 de junio de 2010

De Calendarios y tormentos...

Para quien no lo conozca, el "Calendario del más Antiguo Galván" es un librillo del tamaño de un cuarto de hoja carta, encuadernado en rústica – portada en cartoncillo de colores e interiores en papel de revolución, grapado por un lado- que , como dice la leyenda interior: “…[fue]fundado el año de 1826 y publicado desde entonces sin interrupción con las debidas licencias”. El ejemplar que yo tengo data del año 1981. El librillo tenía absolutas tendencias religiosas, ya que el contenido de tan piadoso ejemplar para ser un calendario brincaba de temas como todas las fechas para la obtención de indulgencias y jubileo, el santoral diario, las fiestas de precepto en la República Mexicana y las fiestas movibles; las lecturas bíblicas dominicales, la Exposición circular de las 40 horas –ignoro qué es esto último, pero me suena a alguna procesión santísima- y el índice alfabético de los santos. Entre los datos “profanos” podemos consultar en él el horario oficial y los fenómenos astronómicos que ocurrirán durante el año: los eclipses, fases de la luna, inicio de estaciones, conjunciones y aproximaciones de los astros más importantes, acompañados de interesantes comentarios que facilitan su observación…

Y ustedes se preguntarán: -¿Por qué Rima nos habla de este librillo extraído de otro siglo? A lo que yo contesto: el morbo ni más ni menos. Me explico. Resulta que mi abuela materna tenía la santa costumbre de leernos o platicarnos unas historias de santos que harían temblar de miedo al mismísimo Freddy Krueger… -“Rimita –decía mi abue- ven que te cuento uno historia piadosa”- Y ahí voy, temerosa pero siempre con la idea de aprender de aquellos santos varones y vírgenes mártires, ejemplos de vida. Luego, como me quedaba picada sobre el tema, me remitía al Calendario de Galván para completar mi educación: “Era muy común el tormento del Ecúleo, el cual era un instrumento de madera, a manera de caballete, para estirar y descoyuntar al mártir… los apaleaban y azotaban con plomadas de hierro los malvados verdugos, que despedazaban los cuerpos de los Santos Mártires, con tanta perseverancia y crueldad que muchas veces quedaban más cansados que los mismos mártires de ser heridos, por la fortaleza que les daba el Señor.” Yo leía semejante lectura educativa pelando chicos ojotes, mientras proseguía: -“Los tiranos contaban con muchos instrumentos para rasgar y despedazar las carnes, con uñas de hierro aceradas, a manera de tenazas, con las que surcaban la carne y sacaban pedazos de ella… también contaban con peines de hierro y garfios con los que arrastraban los cuerpos de los santos inocentes…”. El relato daba cuenta de peroles de plomo hirviendo en donde asaban a los caballeros y doncellas a fuego lento porque osaban defender a Cristo; el librillo describía con lujo de detalles todas las formas de crucifixión posibles: pesas, tenedores, ruedas, ganzúas y demás lindezas para atormentar las carnes y doblegar el alma. Ahora me explico por qué no me gustan las películas de miedo: ya me sé todos los tormentos posibles, para mí, son películas “predecibles”, como dicen los conocedores.

Si quieren conocer el calendario, les pongo el vínculo: Calendario del más antiguo Galván


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