viernes, 11 de junio de 2010

¿Por qué te nos fuiste Manuelito? Usos y costumbres repugnantes…

Advertencia: para aquellos lectores sensibles a las asquerosidades y bajezas del cuerpo humano, advierto que esta nota tiene contenidos que podrían ofender dicha sensibilidad. Hecha la aclaración, no respondo chipote con sangre…

Entre los libros con que cuenta mi familia en sus doctos libreros, se encuentra el nunca bien ponderado “Manual de Carreño” cuyo verdadero título es: "Manual de urbanidad y buenas maneras para uso de la juventud de ambos sexos en el cual se encuentran las principales reglas de civilidad y etiqueta que deben observarse en las diversas situaciones sociales, precedido de un breve tratado sobre los deberes morales del hombre", cuya autoría es de Don Manuel Carreño, educadísimo caballero decimonónico. El mencionado libro cuenta con una relación exhaustiva

En ésta ocasión hablaré no sin un dejo de nostalgia, sobre los usos y costumbres socialmente rechazados, pero que la gente sin boleto sigue haciendo de la manera más descarada posible. A continuación, la consabida lista:

  1. Sacarse los mocos en público y no contentos con esta repugnante acción, hacer “pildoritas” con las sustancias emanadas de sus narices; o peor, hay quien se los come…
  2. Emanaciones flatulentas en público, en cualquiera de sus modalidades: susurro, motor fuera de borda, silencioso y metralleta;
  3. Escupir por la ventanilla del coche a toda velocidad. Casi siempre, el afectado es el que va en el asiento posterior de la unidad móvil;
  4. Eructo acompañado de un rugido salido de las entrañas, similar a un rugido selvático;
  5. Carraspear desde lo más recóndito del ser, para después escupir sustancias verdes y sanguinolentas en el pavimento;
  6. Sacarse el calzón, pensando que nadie lo ve a uno;
  7. Apretarse un “barro” de esos que ya están “maduritos” hasta sacarse el “mole”. Una variación es la mujer que gusta de espulgar el rostro amado para ejecutar dicha acción;
  8. Estornudar sin pañuelo;
  9. Limpiarse la nariz después de la acción anterior, con los dedos;
  10. O sonarse con un pañuelo para después proceder a examinar el resultado obtenido;
  11. Llenarse la boca de alimento en exceso y hablar al mismo tiempo de manera que fracciones del bolo alimenticio ya procesado salgan despedidos por el orificio bucal;
  12. Meterse los dedos a la boca para sacarse una hebra de carne que se encajó entre los dientes o peor aún, después de haberle entrado al pan dulce con chocolate, introducir la mano hasta el fondo para sacar los fragmentos de masa escondidos entre las encías y las hileras dentales;
  13. Sorber la sopa con fruición;
  14. Rascarse continuamente la cabeza y otras partes del cuerpo;
  15. Meterse un dedo a la oreja y moverla furiosamente para rascarse.

Estoy segura que a estas alturas, ya algunos han cerrado mi blog. Los que lograron llegar hasta aquí recibirán de mi parte como compensación, algunos consejillos extraídos del libro de Don Manuel, para que las puedan compartir con personas que cometen estas barbaridades:

“Rascarse la cabeza al hablar o cuando se está con otro sin hablar, es muy indecoroso e indigno de una persona bien nacida: es al mismo tiempo efecto de grave negligencia y desaseo, ya que ordinariamente es consecuencia de no haber puesto bastante cuidado en peinarse y tener la cabeza limpia”.

“La modestia y la honestidad exigen que no se deje acumular mucha suciedad en las orejas; convendrá, pues, limpiarlas de cuando en cuando con un instrumento adecuado, llamado por eso mondaoídos. Es muy descortés servirse para ello de los dedos o de un alfiler; hacerlo en presencia de otras personas es contrario al respeto que se les debe; este mismo respeto se debe a los lugares sagrados”.

“Evítese servirse de las uñas o de los dedos, o de un cuchillo para limpiarse los dientes: está bien visto hacerlo con un instrumento a propósito, llamado mondadientes, o con un fragmento de pluma cortado al efecto, o con un paño grueso”.

“Se considera muy grosero hurgar continuamente las narices con el dedo, y mucho más el meter en la boca lo que se ha sacado de las narices, o incluso el dedo que se metió en ellas: este proceder es capaz de dar náuseas a los que lo presencian”.

Me pregunto que diría Don Manuel de personas que escriben en sus blogs este tipo de calamidades.

Si ustedes no cuentan con un ejemplar del “Manual de Carreño”, aquí les pongo este enlace:

http://www.protocolo.org/familiar/virtudes_modales_y_educacion/el_manual_de_carreno.html

2 comentarios:

pgp dijo...

Precisamente el fin de semana pensé "a mis hijos, sobrinos o afines, les regalaré el manual de Carreño".

Resulta que mi hermana pequeña se graduó. Al acercarme a la mesa de mi jefe y otros matrimonios conocidos, el único en pararse a saludar fue el jefe; con los demás hombres me ví en la necesidad de agacharme y tapar el incómodo escote que esa posición genera.

Que contraste, si todos los hombres se tomarán la delicadeza de pararse al saludar a una mujer, evitaríamos ese clásico "le ví todo, que vulgar".

Medusa dijo...

Tienes mucha razón Pau, muchos usos y costumbres de urbanidad han caído en desuso y eso es fatal, la "liberación femenina" ha hecho estragos en este rubro... ¡Gracias por tu comentario!