viernes, 31 de octubre de 2008

La mano que mece la cuna

Cuando era pequeñuela, teníamos a una señorita de servicio que se llama Concha -todavía anda por ahí, pero seguro no me quiere ni ver-. Concha era bonachona, simpática y nos quería mucho a mis hermanos y a mí; nos cuidó con dedicación durante cuatro o cinco años. Bueno pues Concha se casó y tuvo una nena, la cual le llevó a enseñar a mi mamá. Recién había pasado la navidad, a mi me habían regalado una cunita para muñecas ¡con todo y velito!, recuerdo que era amarilla y se bamboleaba al compás de mi tipluda voz. Pues llega Concha con su vástaga y yo le digo ¡Préstamela! Corro rauda y veloz y deposito a la criatura en la dichosa cunita... La niña dio dos giros y cayó al suelo soltando el chillido de ley... de más está decir que me sentí culpable, miedosa de cargar un chiquillo por el resto de mi vida y que Concha tardó 12 años en volver a visitar a mi mamá, ya cuando sus hijos podían defenderse solos de mis negras intenciones... nunca volvía depositar a un bebé en su cuna...

No hay comentarios: