lunes, 9 de febrero de 2009

Canciones de amor y contra quien resulte responsable

Una de las cosas que resultan más nocivas para ese bello pero fatal sentimiento humano llamado amor, son las canciones que destilan melcocha, mejor conocidas como boleros románticos. Digo nocivas porque lo único que hacen es ponernos a ensoñar, pensar que somos las únicas en la vida de alguien y alimentar falsas expectativas en una relación. Daré pruebas de lo que afirmo. Comienzan ofreciéndonos “Alma, corazón y vida” y diciéndonos que somos “la gema que Dios convirtiera en mujer para bien de su vida”. Luego dicen al oído de forma contundente que nos van a confiar las ansias suyas con tres palabras que son su angustia: ¡cómo me gustas! Ya para entonces nosotras estamos entornando los ojitos y no podemos dormir de pensar que somos las musas de tal inspiración. Nos ofrecen “Tres regalos: el cielo, la luna y el mar”. Imaginen la cara de la fémina pensando que son dueñas de esos regalitos, aunque luego acabemos con un “Cheque en blanco”. Posteriormente y ya con mala maña, nos piden que los “besemos mucho” como si fuera esa noche la última vez. Son sinceros en afirmar que: “como se lleva un lunar” todos podemos una mancha llevar, o sea que se curan en salud; no nos están engañando, sabemos ya la clase de ficha que es el interfecto... Se la pasan pidiéndole al reloj que detenga su camino cada vez que nos despedimos de ellos, porque sutilmente llegamos a ellos como una tentación, llenando de ansiedad su pobre corazón. Pero después, pasado el tiempo, nos damos cuenta de que los muy canallas pasan cada noche con un amor y distinto amanecer, mientras nosotras permanecemos esperando la siguiente serenata y deseando escuchar nuevamente los románticos acordes de “despierta, dulce bien de mi vida”, recostadas en blanco diván de tul. Cuando llegan, cabizbajos y con la mirada gacha, nosotras ya los estamos viendo fijamente con ojos como “dos puñales de hoja damasquina”; entonces, se arrancan con “perdón vida de mi vida, perdón si te he faltado, ángel adorado, dame tu perdón...” Para entonces, ya estamos a punto de turrón y nos convertimos en perlas negras, esto es, raras, malignas y fatales... mientras ellos replican que siguen unidos a nuestra existencia, que fue un resbalón y que si viven cien años, cien años pensarán en nosotras. Rematan diciéndonos que nos quieren por bonitas y por nuestra “cara extraña” –los boleros tienen letras que la razón desconoce, pero si a mí me dicen eso, inmediatamente desconfío del interfecto-. Nos reclaman que nosotros los acostumbramos a todas esas cosas que son maravillosas y nosotras caemos redonditas ante el reclamo doloroso de que nos "hemos convertido en parte de su alma" y que ya nada los consuela sin nuestra adorable presencia en sus vidas... La culpa –afirman- la tienen ellos, por adorarnos como necios, y que qué caro es el precio que están pagando por el pecado cometido. “Dame tus manos, toma las mías” nos invitan con pérfidas intenciones...Aquí es donde les recomiendo a mis féminas lectoras que no se dejen engañar... déjenlo partir canturreando su poema más triste, deséenles que sean felices, felices, felices y aclaren que si pretenden remover las ruinas de lo que ellos construyeron, sólo cenizas hallarán de todo lo que fue nuestro amor... que para reclamos y demandas, el bolero tiene una vasta gama de buenos argumentos que podemos revertir alegremente...

1 comentario:

Sivoli dijo...

se hacen del rogar...

Yo digo que "se dejen llevar" y "vivan el momento" porque luego uno "hasta depa les pone"


Saludos.