sábado, 10 de enero de 2009

Instrucciones para no morir de aburrimiento en un concierto

Mi padre tiene una devoción fanática por la música clásica. En la casa de ustedes –para no pecar de grosera- toda la decoración se basaba en muebles retacados de discos elepés de esta música y de algunos rincones en donde mi progenitor ponía cuadritos con retratos de señores con pelucas de bucles o de vestimenta ancestral. Yo desde pequeña ya sabía distinguir a Brahms de Beethoven – ¡incluso los sé escribir!- o a Bach de Mozart, los reconocía más fácilmente que a cualquiera de mis tíos, a los cuales veía allá cada y cuando. Desde muy pequeños, mis hermanos y yo fuimos invadidos por los arpegios de miles de piezas musicales y sabíamos diferenciar claramente qué eran los movimientos: un andante ma non tropo y un presto agitato... Pero la apreciación musical no es fácil de adquirir, se sufre, se llora y se duerme fácilmente en un concierto a los ocho años de edad. De las experiencias que recuerdo con mi padre, una en especial me hace morir de vergüenza: fue cuando me llevó por primera vez a un concierto en donde ejecutaba música de Julián Carrillo. A los ocho años yo nomás estaba como para oír cuando mucho la “Sinfonía de los Juguetes”, pero a quien se le ocurre llevar a una creatura a oír música por demás sui generis. Al principio dije: “esto está muy loco, pero aguanta”... al cabo de diez minutos estaba roncando... me acuerdo que fue en la casa de cultura en donde las butacas de la sala de conciertos podían provocarle a cualquiera una gangrena inmediata en la rabadilla por falta de circulación... Al paso del tiempo, le agarré la onda a la música clásica; es impresionante cómo mi padre puede identificar cualquier pieza musical, decirte de quién es, cuántos movimientos tiene si nomás le chiflas el principio... Cuando íbamos a un concierto de PM yo iba y les pedía autógrafos a los músicos y logré tener una colección significativa de firmas... era raro que una niña de 15 años tuviera una firma de un pianista que mis amigas ni en sueños conocían... pero siempre me llamó la atención la personalidad misteriosa de los ejecutantes, su concentración... su disciplina. Ahí entendí que para hacer algo de calidad no basta con tener sensibilidad artística sino que se tiene que invertir mucho tiempo y esfuerzo en ello... A mi padre le debo mucho, y una de las cosas más bellas es ésta, el aprecio por la música clásica.

Y aquí van las instrucciones:
1. Ir al baño antes de que inicie el concierto, es de mal gusto salirse a la mitad de un movimiento:
2. Pedir un programa para ver qué van a tocar, no es lo mismo Don Julián Carrillo que Mozart, lo digo con conocimiento de causa;
3. Si ponen toda la vida y obra del autor, leerla, esto sirve para entender el espíritu de la época o por lo menos mata el tiempo en lo que empieza;
4. Si la cosa se pone medio aburrida, dar rienda suelta a la imaginación: pueden pensar en un bonito viaje, cómo quieren arreglar su casa y, en el colmo de la angustia, si desconectaron la plancha antes de salir...
5. Si no conocen la pieza musical, hacer como que sí; de repente pueden alzar una ceja o poner la mano en la barbilla como si hubieran oído esa pieza con por lo menos tres ejecutantes antes de oírla en esa versión
6. No aplaudir entre movimientos, revela “falta de ignorancia”
7. NUNCA cerrar los ojos dizque para mayor disfrute, se corre el riesgo de comenzar a roncar, también con conocimiento de causa;
8. Si ya están que no pueden más normalmente se aplica la ley de Murphy: lo más seguro es que cuando el concierto acabe, el público por deferencia a los músicos aplauda a rabiar, esto provoca que el director lo agradezca con una pieza extra o “ancore” que por lo general es “Cielito Lindo”, yo la he escuchado en sinfónicas peruanas, germanas, italianas y en más de una orquesta de cámara. Sugiero pocos aplausos pero entusiastas, así se pueden ir a cenar con sus cuates más temprano;
9. Por favor, no comentar a mi padre sobre estas instrucciones, sería de muy mal gusto que se enterara que les doy estos consejos, pero considero que quien es melómano, sólo seguirá el número 6 como debe ser.

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