
Ingredientes para construir un príncipe azul:
1. Una dosis consistente en leer o que nos cuenten todos los cuentos de hadas de Grimm, Andersen o cualquier mito o leyenda de cualquier país;
2. Una dosis –intensa- de novelas mexicanas o venezolanas, éstas últimas altamente recomendables;
3. Dosis completa de comedias románticas; las de Meg Rayan son infalibles, de preferencia ver 14 veces “Kate & Leopold”
4. Leer todos los libros de Jane Austin o de las Hermanas Brönte;
5. Escuchar el programa de boleros “Dos Corazones” por Radio Universidad
6. Coleccionar fotografías del artista favorito;
7. Soñar despierta a la menor provocación y en cualquier oportunidad que se presente;
8. Leer libros del corazón: Jazmín, Bianca o si no se tienen a mano, las de Corín Tellado;
9. Hacerse de una biblioteca significativa con los libros de Danielle Steel;
10. Olvidarse del consejo de mi mamá acerca de que los hombres (príncipes) van al baño, nada de pensamientos mundanos.
El decálogo arriba mencionado es infalible para despertar en nosotras todo el potencial y atrevernos finalmente a besar al sapo. El problema viene después, cuando después de mmmm... ¿cuatro años, cinco acaso? acaba el hechizo del príncipe y este comienza a adquirir tonalidades de lo más inquietantes, que van desde el morado hasta el negro absoluto. Es entonces cuando, demasiado tarde, nos damos cuenta de que los príncipes vienen en presentaciones diversas y que cualquiera puede ser buena... lo peor que puede suceder entonces, es que nos demos cuenta de que tenemos un “príncipe rosa” en casa.
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