viernes, 12 de diciembre de 2008

Péinate que viene gente: los bucles

Todas las mamás que se preciaron de serlo en los años sesenta querían que sus quirrirrus se parecieran a Shirley Temple. No importaba si eran hombres o mujeres. El chiste era que los caireles cayeran en cascada sobre sus hombros y si los rizos eran güeritos, pues tanto mejor. En ese tiempo, no existían pinzas y tenazas con iones y tratamientos para no maltratar el pelo. Si uno nacía como yo, de pelito ralo, escaso y grifo, la cosa se ponía mal, porque había que someterse a la “Tortura del rizo” que narro a continuación: Se colocaba banco de madera, de preferencia alto cerca de la estufa. Mi mamá sacaba unas tenazas difíciles de describir, pero puedo decir de ellas que cualquier sacerdote perteneciente a la santa inquisición estaría feliz y orgulloso de poseer unas como éstas. Pues las tenazas en cuestión se calentaban directamente en la estufa hasta que adquirían la bonita temperatura de 60° C, o al rojo vivo, lo que ocurriera primero; se procedía a tomar una porción de pelo del infante, se envolvía en papel de estraza o de china, lo que se tuviera a mano. El pelo se enroscaba en la tenaza y cuando el olfato detectara cierto olor a chamusquina era que el bucle estaba listo; así con todo el pelo. Ya que se tenía toda la cabeza del sufriente coronada con caireles enmarañados, se procedía a bañarlos con una capa de laca. La laca, para quien no lo sepa, es un líquido de consistencia viscosa, de color ambarino que utilizaban las señoras para sostener en alto los tupés y cabellos encrespados muy en boga en la década mencionada. Ya que se tenía el pelo enrulado y endurecido, entonces ya la peinaban a una de media cola, con el consabido moñito haciendo juego con el vestido de primera comunión. O de pajecito de boda. O para fiesta familiar. Igualita a Shirley Temple. Hace como dos navidades, mi mamá me regaló un aparato que no se diferencia mucho de las tenazas inquisitoriales, y que funge para lo mismo. La dedicatoria, por demás sugestiva decía: “Con éste aparato espero verte llena con rizos, bucles, ondas y tirabuzones. ¡Ya péinate mi’jita!”. Conociendo a mi madre, esto suena harto irónico, porque de los tres pelos que tenía, ya nomás me quedan dos. Le vi los ojitos cuando me entregó el regalo, y un resplandor rojizo destelló en su mirada…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ansiamos verla con bucles, puede invitarnos y jugaremos a la epoca victoriana que tanto nos gusta, yo llevo los trajes de satin y lupis el té y los cubitos de azucar (sin alcohol).

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usted sabe que no naci en esos tiempos pero como me encanta leer lo que nos cuenta, me hace desear haber nacido por aquellos años. Un saludo maestra que este muy bien, felices fiestas! Le deseo mucha plenitud en su vida.

Atte. El Danielo!

Anónimo dijo...

Pues si eso era tortura para ti, lo que mi madre hacia para que tuvieramos el pelo chino como mi papa no es nada
Nos envolvia una pequeña porcion de cabello en un pedazo de tela la cual tenia un trozo de papel periodico, que todo junto lo enrrollaba hasta llegar al cuero cabelludo para remartar con un nudo casi ciego (dos vueltas) al terminar todo el proceso te dolia la cabeza, esto lo hacia en la noche asi que dormias con todos estos trapitos en la cabeza. Al dia siguiente te tocaba el ritual de desenrollar el cabello, al terminar te peinaba cada porcion de cabello con suma delicadeza, y para que no se desbaratara tus chinos te aplicaba una capa de jugo de limon (no habia gel ni laca jaja) y listo quedabas con el pelo tan chino que la mismisima "Periquita" te lo envidiaba jajajaja