miércoles, 5 de noviembre de 2008

Con juguetes Mi alegría....

Yo creo que toda niña que se precie, tuvo en su infancia algún juguete de la marca "Mi Alegría". Para ser sincera, esa marca de juguetes era bien chafa, pero tenía tanta variedad que se antojaba tenerlos tooodoooos. ¿Quién no soñó con el juego de química para hacer bombitas con olor a huevo podrido? ¿O tener el volcán que aventaba lava por doquier? ¿O el juego de doctor con maletín y todo? Me acuerdo que cualquier objeto de esos juguetes era de plástico. Así, que por fin me hice del juego de belleza mi alegría. Tenía polvera con espejo y borla, decorada al estilo art noveau; varios labiales en distintos tonos del rojo al rosa -de plástico-, una bolsita monisima parecida a la que usa la Pequeña Lulú, ídolo de mi niñez como ya lo especifiqué en nota anterior. Bueno, pero lo que a mi más me gustaba eran los zapatitos de tacón -por supuesto, de plástico- que un aciago día mi mamá nos compró a mi hermana y a mí. Y digo aciago por lo que a continuación relato: yo tengo patita de tamal; mi papá me decía que eran mis pequeños pies como unos nopales con tunitas, nomás para que se den una idea. Y las zapatillas "Mi alegría", se convirtieron en "Mi desgracia" porque éstas eran largas y estilizadas. Y se amarraban con un pedazo de elástico igualito al que usábamos las niñas para jugar al "resorte". Las de la foto que ilustra esta nota nada que ver con las mías. Largas, estilizadas, de tacón, de plástico y con amarre dudoso. Pues mis piececillos no podían mantenerse firmes dentro de ellas, me sudaba la patilla y se me resbalaban, quería caminar y se me torcía el tobillo. Aún así, pasé mi niñez jugando a la señora curra, vistiéndome con la ropa de mi mamá y sacando vajilla y copas de cristal de la vitrina del comedor para hacer simulacro de banquete elegante, mientras mis abnegados padres salían a cenar... Seguro por eso tengo obsesión por comprar zapatos, aunque lamentablemente sigo con mis patas de tamal.

1 comentario:

Unknown dijo...

Rimísima!
Cómo me hace reír, y recordar.
Los había rojos y azules, el resortejo se aflojaba al primer baile y había que jalarlo, hacerle un nudo que quedaba justanmente debajo de la suela; así que quedábamos medio cojas al pirsar aquella bola-nudo.
Jugabamos a Cenicienta, las dos hermanas calzaban uno cada quién y Ceni, se la pasaba en busca de su chancla...