viernes, 21 de noviembre de 2008
Zafo Califo, vieja el que lo dijo...
Últimamente han llegado correos recordándonos los hermosos tiempos en que se podía jugar en la calle al beisbol, los quemados, la roña, los encantados. Pues yo no era tan aventada para andar trepada por los árboles y corriendo como loca, con peligro de adquirir cicatriz en la rodilla. A pesar de mis cuidados, no podía evitar la tentación de salir a la calle y jugar con cuatro o cinco vecinillos al resorte. Este rudimentario juego sólo requería de un resorte más o menos de unos 25 cm de largo, amarrado con un nudo. Dos niñas eran las encargadas de ponérselo en los tobillos y jalar hasta que el resorte adquiría como 2 mt de largo. Una tercera niña brincaba dentro del espacio formado en el medio del resorte y comenzaba a brincar entre las líneas, a tocer aquí y allá y a pedir cual experta en deportes de alto riesgo que subieran el resorte un poco más. En la pantorrilla, en la corva de las rodillas, cuanto más alto, mejor. Al llegar a la cintura, la niña en cuestión tenía que pegar tales saltos que no se despernancaba por gracia divina... a ese juego nunca le encontré chiste. A mi el que me gustaba era el "brincapie" que consistía en una mangera de plástico conectada en uno de sus extremos a un aro y el otro a una especie de limón con algo de arena en el interior. El aro lo ponías en el tobillo y a darle vueltas para brincar el mencionado limón gigante. El único riesgo con este didáctico juguete era que te dieras un golpe marca diablo en la espinilla, pero no más. Los juegos de piso eran también divertidos. Me acuerdo de uno que se llama "Stop". Aquí se los pongo en una imagen porque es complicado de explicar, pero seguro que se acuerdan. El clásico avión con papel de baño mojado para hacer las tejas, o los juegos de manos como el "Califores", palabreja que quien sabe de dónde se sacaron... Las comiditas, que las hacíamos de lodo, con agua de bugambilia... después mi mamá nos agarraba a manguerazos -de agua, se entiende- porque no quería que entraramos en la casa cuando los pastelillos se convertían en bombas para eliminar al enemigo... El "basta" muy usado en las clases de la maestra Cota porque eran aburridísimas... O cuando jugabamos a los encantados y te dejaban ahí parada hoooras, hasta que alguien decidía tocarte... ¡Qué divertido! Será por eso que ahora en este tiempo de inmediatez tecnológica, prefiero pasar horas al calor de una buena conversación...
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