lunes, 17 de noviembre de 2008

Por qué me volví atea

El colegio en donde mis padres decidieron que yo podía tener una formación cristiana, educada en los valores y ser una mujer íntegra y piadosa en toda la extensión de la palabra, tenía varios asegunes que lo único que lograron fue que me volviera atea. Los ennumero uno por uno con todo el respeto que me merecen los que si creen todavía:

1. Las mamás catequistas: estas santas mujeres, normalmente madres de alguna de mis compañeras, invirtieron parte de su vida marital en impartir clases de religión a las niñas ávidas de alcanzar la salvación. Nada más que había un problema. Yo no era Exasac (traducción: hija de exalumna del Sagrado Corazón), por lo que las preferencias maternas iban en este orden: hija directa; prima de hija directa; amiga hija de Exasac; hija de amiga Exasac de otro colegio; niñas comúnes y corrientes. O sea, yo.

2. Misa de viernes primero: todos los viernes primero de mes, misa en la capilla quisieramos o no, durante trece años de mi infeliz niñez; zape en la cabeza si voltebamos atrás o no comulgabamos;

3. Canciones como "Santa María del Camino" y, por supuesto el himno a Magdalena Sofía. Por cierto, la mitad de mis compañeras se llamaban así;

4. Incursión en retablo vivo sobre la vida de Mater: yo salí con un hábito de monja decimonónica color negro, y un tocado que parecía tira de galletas Gamesa en la cabeza diciéndo: -¡Qué horror, esto es un adefesio! ¡Que lo tapen! Quienes sepan de esta historia sabrán a lo que me refiero;

5. Monjitas "buena onda" que andaban incursionando en la teología de la liberación, pero que eran "pellizquito de pulgita" por debajo del agua;

6. Memorización del catecismo de Ripalda: "Todo buen cristiano, está muy obligado...etc".

A la fecha, sigo soñando con monjas que me persiguen en aquel colegio de paredes altas y salones húmedos; todavía tengo la sensación tener que volver al colegio los domingos en la noche... hay cosas que uno no olvida...

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