viernes, 21 de noviembre de 2008

El yo que hay en ti o de cómo supe la verdad...

Advertencia: como sé que algunas mamás han puesto a sus pequeñas hijas a leer mi blog, es mi deber advertir que esta nota puede ser catalogada como FCPI (fuera de clasificación por inmoral). Dicho lo cual, me arranco.

Pues resulta que antes -y estoy hablando de hace 25 años aproximadamente- no se usaba eso de la educación sexual. Era tema tabú preguntar de dónde nacen los niños o cualquier diferencia anatómica entre niños y niñas, lo cual sonrojaba a más de una madre... Pues las monjitas, previendo una serie de preguntas bochornosas en el seno familiar y con la ayuda de la marca "Kótex", idearon pasarnos instructiva y didáctica película animada cada año, desde que estaba en cuarto de primaria y hasta bien entrada la secundaria. Nos llevaban al llamado "Salón de actos" -en donde por cierto, hice mi debut como hadita en una canción de cri cri- y nos proyectaban la esperada película. La primera vez, se nos hizo de lo más simpática: describía de manera nebulosa que en "esos días" no debíamos montar a caballo o bañarnos con agua demasiado caliente o fría. Seguro estaba dirigida a niñas con pony en su caballeriza particular. Luego, se nos hacía un recorrido por el interior del cuerpo describiendo de manera muy discreta el proceso de la menstruación... Salíamos con chorrocientas dudas y claro, lo primero que hacíamos era poner en jaque a las mamás durante la merienda... Recuerdo que a la salida nos daban un librito auspiciado por la mencionada marca de toallas femeninas y que en la parte final traía impreso un calendario que debíamos seguir escrupulosamente por el resto de nuestras tristes y coliquientas vidas fértiles.... Entonces comenzaban las competencias entre nosotras: -¿Supiste que a F... ya??? ¡¡Noo, a poco!!! ¡¡Sí y la pobre estaba en la kermesse del Miguel Angel!!! ¡¡Que gacho!! Y era un verdadero calvario cuando pasaban los años y...nada. Cuando a mi me tocó pasar de "niña a mujer", recuerdo que mi mamá me mandó con todo y cólico a comprar mis primeras toallas para que se me "quitara la pena". En la farmacia, las envolvían en papel de estraza para que no se notara lo que habíamos comprado. Y nada de formas aerodinámicas, con alitas y geles superabsorbentes con pestíferos olores a manzanilla ¡Nooo! Las toallas tenían en sus extremos una prolongación de la tela "superabsorbente" que teníamos que atorar en unos ganchitos que traían las pantaletas con protección plástica que se compraban exprofeso para los días difíciles...Me acuerdo que mi hermano un día se las puso como rodilleras para jugar futbol. Yo creo que por eso, nunca quise un pony.

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